⏳DOCE⏳

332 35 0
                                    

Jimin abrió los ojos cuando el sonido de su teléfono resonó por toda la sala. De manera inmediata una punzada de dolor aterrizó en su sien y supo de inmediato que ese no sería un buen día.

—No, no, no —sostenía su cabeza con las dos manos mientras con la mirada buscaba el aparato del que salía aquel sonido tan molesto—. ¿Dónde estás jodido teléfono?

Sintió la vibración en el bolsillo de su pantalón y lo sacó de inmediato. El reloj marcaba las seis en punto, en el fondo agradeció haberse despertado a su hora habitual porque debía atender su casa de huéspedes que, aunque no estaba a su máxima capacidad, requería de su total atención.

Después de un largo baño y una pastilla para el dolor de cabeza Jimin se encontraba abriendo la puerta de cristal de la recepción. Su cuerpo exigía un café cargado y diez horas más de sueño, o quizá que el agente K de los hombres de negro llegara y le borrara la memoria y todo rastro existente de la noche anterior.

—Eres un imbécil, Jimin. Eres el jodido idiota más grande del mundo —siguió recriminándose—. Tienes la corona de los idiotas imbéciles.

Frente a él tenía el libro de contabilidad y una de taza de café cargado. No había nada exacto por revisar referente al tema administrativo pero en algo debía ocupar su mente. Esa era su misión, como si con eso fuera capaz de borrar los acontecimientos pasados que lo hacían querer enterrar la cabeza en un hoyo como una avestruz. Quedarse observando la profundidad del suelo le era más apetecible que enfrentarse al mundo y sus emociones.

El alcohol no era buen consejero. Jimin sabía eso de antemano pero estaba llegando a un punto en el que no pensaba con claridad. La presencia de Yoongi le alteraba aunque quería fingir que no, y era sumamente difícil hacer como que nada pasaba cuando quería correr y partirle el alma en dos, pero al mismo tiempo, besarlo hasta quedar sin aliento.

Todas las noches, desde que él llegó a la villa, se cuestionaba si era realmente posible sentir todo eso después de diez años de ausencia. En un principio pensó que todo era producto de la sorpresa de verlo de nuevo sin esperarlo, porque jamás pensó que Min Yoongi se presentaría frente a su puerta en una noche lluviosa. Y menos sabiendo que odia la playa.

—Hola, Jimin —el mencionado salió de su ensoñamiento. Alzó la vista hacia la puerta y vio ahí a la chica a la que le había prestado sus libros.

—Hola —respondió en automático. Se esforzó por darle una sonrisa—. ¿Puedo ayudarte en algo?

—Quiero devolverte estos libros —dijo la joven. Se acercó hasta estar frente al mostrador de madera. Colocó la pila de libros y le sonrió a Jimin—. Decidí leer la colección de Stephen King.

—Esa fue una gran elección —asintió el pelinaranja. Observó sus libros y pensó que era buena idea dejarlos a la vista para los huéspedes.

—Bien, te dejo trabajar tranquilo —dijo la chica dándose media vuelta para salir del lugar.

—Adiós —respondió él.

Decidió matar el tiempo acomodando los libros en un estante ahí en la recepción.  Cuando tenía El Alquimista en sus manos se dio cuenta que una hoja sobresalía de las páginas. Tomó el papel y lo sacó del libro encontrando que éste tenía su nombre.

Jimin, perdona mi cobardía pero me pongo muy nerviosa con el contacto físico.
Quiero que sepas que me pareces un chico sumamente atractivo e inteligente. Me habría encantado decirte esto a los ojos pero, nuevamente, te repito que me pongo muy nerviosa.
Me gustaría que aceptaras salir conmigo en alguna oportunidad mientras estoy por aquí. Me encantaría conocerte un poco más.

Después De Ti [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora