La otra madre

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Megan
varios meses atrás.

03 de Marzo, 2015

—¿A dónde vas tan producida? —me preguntó coquetamente mi vecino, sonreí —no me digas que ya te conseguiste a alguien más, mi corazón no lo soportaría.

—Iré a ver a mi hijo —anuncié con ilusión, mi vestido negro ajustaba mi delgado pero curvilíneo cuerpo y mi gran sombrero me daba una apariencia imponente, sin embargo esa sonrisa enmarcada con unos tiernos labios color azul demostraban mi blando interior —, en unas semanas comenzaran las clases y quiero que no le falte nada —alcé hasta la altura de mi cabeza la bolsa que tenía colgando de mi mano —esperó que le guste, la última vez que le lleve útiles se quejó porque eran muy infantiles pero para mí estaban bien, digo ¿a quién no le gustan los súper héroes?

—Los niños crecen rápido, ni te imaginas las cosas que las gemelas me dicen a mí y eso que solo tienen cinco años.

—Sin duda lo hacen, yo aún no puedo creer que mi niño ya tenga catorce. Este año por sus quince lo llevaré de viaje unos días, como no es niña no le puedo hacer la fiesta que tanto soñé pero no por eso no haré algo menos especial.

Sin darle tiempo a seguir la conversación me despedí de mi vecino con una sonrisa y caminé dando pequeños saltitos hacia parada del colectivo. La bolsa llena de útiles se balanceaba de un lado al otro mientras yo tarareaba la misma canción que solía cantar con mis abuelos. Tomé asiento hasta el final del colectivo y toque el bolsillo de mi vestido, por las prisas de descubrir cuán alto se había puesto mi muchacho me había olvidado el celular. "Bueno, ya estoy en viaje ¿Qué se le va a hacer? Si Jorge se enoja que lo haga, yo voy a ver a mi Joaco" pensé. Disfruté el paisaje en silencio hasta llegar a mi destino, cuando el colectivo frenó baje de un salto y me apresuré a llegar a la casa de mi ex. Odiaba mucho ese lugar, no por Jorge, terminamos en buenos términos cuando Joaquín aún no sabía atarse bien los cordones, sino porque las veces en que pasaba "casualmente" por el vecindario y los veía por la ventana observaba con pesar como esa otra mujer vivía la vida que yo siempre soñé.

Por cuestiones económicas no me había podido hacer cargo de mi único hijo, sabía que si se quedaba a mi lado habría muchos días en los que no tendría nada para darle de comer, por lo cual, con todo el dolor en mi alma, decidí que lo mejor era que Joaquín viviera con su padre. Y su madrastra... La señora le daba todo lo que yo no podía darle, un techo sin marcas de humedad, una calle segura en la cual jugar, un plato caliente sobre la mesa cada noche, educación, una cobertura de salud, un hermano mayor que lo ayude a estudiar y lo defienda en cualquier conflicto, un segundo hermano que sea su cómplice y que le demuestre que no está solo y un hermano menor que lo llene de alegría en sus días más tristes.

En ocasiones imaginaba que era yo quien exhibía un hermoso título en la pared con mi nombre, quien vestía los más lindos vestidos del planeta y sobre todo que era yo quien pasaba todo el tiempo que deseara con mi pequeño príncipe. Pero mis fantasías se veían opacadas por la gris realidad de saber que no podía darle un hermano a Joaquín por haber arruinado mi cuerpo al embarazarme tan joven, ni que tampoco podría presumir de un diploma universitario cuando había abandonado el secundario a penas lo había comenzado, sin mencionar que más que intentará conseguir un empleo mejor, uno que no arruine mi salud o me consuma casi todo mi tiempo, no podía ir y encontrar algo mejor que mi empleo en la fábrica de zapatillas.

Toqué la puerta blanca varias veces y esperé a que alguien apareciera, las luces de la casa estaban apagadas sin embargo se oían susurros del interior. Hablé con unos vecinos de mis hijos los cuales me aseguraron que él ni nadie estaba ahí dentro, al día siguiente volví y me topé con la peor pesadilla que una madre podría experimentar: una imagen de mi hijo en un cartel de "desaparecido". El corazón se me encogió tanto que temí que fuera a desaparecer ¿Cómo era posible? Yo lo había dejado ahí para que tuviera un futuro mejor, lo había hecho por él, por amor y sin embargo su rostro estaba ahí en el papel. Quise hablar de inmediato con Jorge pero no me fue posible, el bastardo no atendía mis llamadas.

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