Capítulo 10

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Había pasado tres meses desde mi llegada, poco después de esta, el zar se reunió conmigo para darme la bienvenida. Era al que menos veía, pues, aunque cuando estaba en palacio era muy familiar y cercano con todos, solía estar fuera por trabajo. Cada vez me sentía mejor allí. Y, aunque parecía precipitado, los jóvenes y yo creamos una bonita amistad y, poco a poco, esta amistad se llenaba de confianza y lealtad. También compartía momentos muy bonitos con Kolya, incluso podría decir que este me consideraba su amiga. Cuando teníamos tiempo, solíamos salir a jugar a los jardines. También intentaba que mis clases fueran divertidas, algunas de estas eran realizadas en el exterior. Lo que realmente me preocupaba era la zarina, Alejandra, ¿por qué se alteraba siempre?

"Tened cuidado."

"Yo iré con vosotros."

"Fuera hay muchos peligros."

"No, Aléxei."

"Olga, Tatiana, cuidado con él."

"¡Anastasia no lo empujes!"

Según Alejandra, debíamos de tener siempre sumo cuidado. Todo era peligroso: un simple escalón, una mísera piedra, un somero lago... Yo no lo entendía, y me extrañaba que todos los demás lo vieran normal, como también me extrañó aquel hombre que, cuando lo vi por primera vez, sentí que se me helaba la sangre. Aquel místico señor, con su barba desarreglada, su pelo grasiento y esa anticuada e incómoda sotana. ¿Quien sería? Me pregunté cuando lo vi, pero no me atreví a preguntar, daba terror. Cuando te miraba a los ojos sentías que ya sabía todo tus pensamientos. Finalmente, investigando un poco, averigüé de quien se trataba. Era Rasputín.

Rasputín se pasaba todo el día junto a la zarina, hasta corrían rumores de que era su amante. Yo sabía que los emperadores se amaban con locura, pero, de no saberlo, también hubiera pensado lo mismo. Decían que era un místico, un doctor. No lo comprendía, ya tenían un gran doctor, el padre de Kolya, ¿para qué otro? Intentaba entenderlo pero no sabía cómo.

Ahora me encontraba en la habitación de Olga, ella no estaba, en cambio, su hermana María sí. La chica estaba recostada en el suelo con los pies posados en un mueble, al mirarla, hizo una señal para que me acostara a su lado. Inmediatamente lo hice y seguí su mirada, miraba el techo.

-¿Qué miras?-le pregunté intrigada.

-Nada, es que me aburro.-respondió sin ánimo.

Ambas nos quedamos calladas mirando la habitación.

-Mi familia tiene muy mal gusto.-confesó.

-¿Por qué?- indagué.

-Mira los techos, las puertas, todo...- se notaba decepcionada.- Si yo fuera zarina, pintaría las puertas de violeta y en ellas tallaría girasoles.

-Así están bien.- contesté.

-Por favor Niki, le falta felicidad, mira ese reloj,- apuntó con su dedo e hizo que girara totalmente la cabeza.- si cobrase vida, sería un viejo aburrido.

Al mirar al reloj, me di cuenta de la hora y pegué un gran salto.

-Bueno, he de irme.- me despedí.

-¿Ya?-resopló.- Bueno, te veo luego Niki.

-Lo mismo digo Mashka.

Agarré mi sombrero y abrí la puerta para, al cerrarla tras mi, darme un gran susto.

- ¡Dios mío!- grité.

Aléxei sonrió.

-Yo también me alegro de verte.- se burló.

-Podías haber hecho algún ruido o algo,- me calmé un poco.- no había notado tu presencia.

-Tranquila, no soy un fantasma, aunque, seguro que en este palacio hay.- comentó.

ENTRE DOS BANDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora