📖CIENTO CUARENTA Y TRES PUNTO CINCO📖

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P. O. V. ASHER:

El jefe me había llamado el viernes, para una misión con otro de los sublideres, la cual consistía en atacar nuevamente uno de los camiones de recursos que de vez en cuando enviaba el gobierno, pero que curiosamente nunca se repartían completamente.

La verdad, no me molestaba en lo absoluto este trabajo mensual, pues sabía que de no hacerlo, la policía militar se seguiría quedando con la mitad de las provisiones y nos las venderían al doble del precio que solemos comprarlas, lo cual era un robo si consideraba que en primer lugar esos recursos eran gratis.

Así que, sin queja alguna, el sábado me presente en la puerta 3, donde se hacen las entregas y donde esta ubicado el mercado principal. No me gustaba este sitio, pero trabajo es trabajo.

-Asher, el camión se acerca... - anunció Reginald, el sublider al que estaba asignado. - Es tu turno.

-Ya se, ya se. - me queje.

Nuestro escondite era un callejón que si se seguía podía dar hasta el mercado negro y que lo mantenía conectado con el mercado principal. Salí de ahí y comencé a caminar entre la gente que llegaba al mercado a surtirse de comida con el poco dinero que tenía.

Odiaba este lugar. Lo odiaba porque todos los vendedores querían abusar de la gente, todos mendigan comida recordándome que esto no era la superficie y que aquí todos moriamos sufriendo.

Seguía caminando, con la mirada fija en la puerta 3 que comenzaba a abrirse para dejar pasar el camión de recursos, al cual yo debía obligar a que se detuviera, ¿cómo? Fingiendo que me habían atropellado, pues después de todo seguía siendo un niño que causaba cierta compasión en algunos oficiales.

Absorto en mi plan, terminé chocando con una mujer.

-Perdóneme. - me disculpe rápidamente sin prestar demasiada atención.

-Cuidate y no llegues tarde a casa. - me dijo la mujer.

Reconocería ese tono en cualquier parte, lo escuchaba diario en casa. Había memorizado cada vibracion de sus cuerdas vocales, incluso cuando lloraba o estaba furiosa. Aunque justo ahora sólo estaba preocupada, como cualquier madre.

Mire rápidamente a mi objetivo, seguía en la puerta revisando los documentos. Aún tenía tiempo.

También por esto odiaba este lado de la ciudad: mi madre estaba todo el tiempo aquí, comprando suministros para la RG. Ambos éramos esclavos de la organización.

Voltee a ver a mi madre. Cuando ella vivía en la superficie debió ser una mujer muy hermosa, con sus cabellos negros bien peinados, vistiendo ropas elegantes e irradiando felicidad hasta en su mirada; todo lo contrario a lo que ahora veía: una mujer con cicatrices de la vida, ojos cansados y tristes, manos descuidas y su piel tan pálida que da la impresión de que puede romperse cuál papel y siempre, siempre con esa estúpida lista de compras y su cesta.

-No te preocupes, llegaré para la cena. - le respondí con una sonrisa.

Me correspondió el gesto y con eso pude darme fuerzas para cumplir mi misión del día. Detener un camión fingiendo que me había atropellado ya no me parecía nada desagradable.

Al final, todo salió como siempre, de acuerdo al plan.

-Casi no llegas... - me sermoneo Reginald cuando ya estábamos en la casa de seguridad revisando las provisiones robadas.

-Pero no fue así. Llegué justo a tiempo. - respondí tomando una caja de chocolates.

-Sabes que tienes prohibido hablar con tu madre mientras trabajamos, ¿quieres que se lo notifique a Boris?

-¿Y tu quieres que le diga que alteras el inventario de medicamentos para tu esposa enferma? - le amenace sin miramientos.

Todos aquí estábamos jodidos de la misma forma, por lo que todos teníamos algo que perder al desafiar a la RG. Reginald me miro como si analizará a un animal salvaje, bufo luego de unos minutos.

-A este paso serás capaz de tomar el puesto de Boris en poco tiempo... - señaló, no con envidia ni furia, sino con pesar.

-Mejor deseame la muerte. - le dije guardandome la caja de chocolates en mis pantalones. - Prefiero morir antes de ser el líder de la RG.

Deje mi lugar y me encamine a la puerta de la casa.

-Deberías ser el líder, sabes que tu padre lo fue y por derecho te corres...

-¡Me importa un carajo! - lo detuve. - Lider o no, mi padre fue tan avaricioso como para endeudarse y tan estúpido como para suicidarse y dejarnos una deuda que nunca podremos pagar. ¿Qué sea líder como él? Ni en un millón de años seguiría sus pasos.

-Si fueras líder cambiarías eso y más...

Reginald, uno de los dos sublideres de la época de mi padre, había sido víctima de las acciones de los Ackerman y los Arai, pero misteriosamente nunca les había guardado rencor y sólo estaba en la RG porque mi padre lo consideraba un gran amigo y se sentía con la obligación de cuidarme. Aunque, bueno, tampoco es que tenga opciones, sabe que la única forma de salvar a su esposa moribunda es robando con la RG, puesto que nadie puede salir de la Ciudad Subterránea, solo Boris tiene ese poder.

Y era por eso que entendía porque quería que yo fuera líder, porque me lo recordaba cada que podía y porque... Porque me llevaba particularmente bien con él...

-Si fuera líder, destruiría a la RG hasta dejarla hechas cenizas.

Dicho eso salí de la casa.

Camine por la ciudad hasta mi propio hogar, cruzandome con casas destruidas por el tiempo, mujeres y hombres tirados en la calle al borde la muerte, niños más pequeños que yo aprovechando su corta vida mientras corrían de un lado a otro de las calles... Alguna vez yo fui como ellos, alguna vez corrí sin preocupaciones y reí a carcajadas por tonterías infantiles; aunque eso fue antes, antes de que un día Boris llamara a la puerta y me dijera una simple oración que definió mi destino:

“Ahora eres mi esclavo, hasta el día de tu muerte.”

El recuerdo taladro mi mente y fue peor cuando estuve delante la puerta de mi hogar. La luz de la sala de estar estaba encendida y podía escuchar a mi madre tararear esa canción tan peculiar que siempre tenía entre sus labios.

Saque la caja de chocolates y la mire.

Algun día podre llegar a casa con chocolates comprados por mi mismo.

Algun día daré a mi madre todo lo que perdió al llegar aquí.

Algun día recuperare nuestra libertad.

Algun día...

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora