📖CIENTO CUARENTA Y CUATRO📖

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Notita rápida: los siguientes 5  capítulos son en colaboración con CrazyBones. (Liga del perfil en comentarios)

P. O. V. KAI:

Después de que todo se volviera negro, solo tengo destellos de gritos y sangre brotando por todos lados. Así hasta escuchar esa voz de nuevo:

-Ya basta... Es suficiente...

Y entonces volví en mi mismo.

Estaba en el suelo, arrodillado frente a un desconocido. Mis manos se sentías pegajosas, sabía que era por la sangre, pero me negaba a verlas.

Kikyō estaba unos metros más a mi derecha, también arrodillada, completamente pálida, pero sin un rasguño más que la evidencia del golpe que le dieron y que alcance a ver.

Carla estaba varios metros más adelante de nosotros, de pie rodeada de cuerpos, sus manos sangraban tanto como las mías y su expresión era de total desconcierto.

Y Niggel, el se acercaba a nosotros corriendo con alguien detrás de él; ciertamente yo ya no tenía fuerzas para enfrentar lo que pudiera llegar ahora, así que solo me limite a ver como se acercaban.

A lo lejos se escuchaban quejidos y maldiciones, pero seguían pitandome los oídos. Se sentía todo muy irreal, tanto que comenzaba a desesperarme.

-¡Kai! - llegó un punto en que me sacudía Niggel.

-Ya te escuche... - le susurre. O creí hacerlo.

-Traje ayuda, ¿estas herido? Responde. - me exigía saber mi amigo.

Detrás de él, el desconocido que trajo consigo se acerco a Kikyō. Me levante de un salto y corrí hasta ponerme delante de mi amiga.

-¡Aléjese! - grite por encima del ruido en mis oídos.

-Igual de imbécil que tu padre. - rechisto el desconocido.

Mi cabeza era un lio, tanto que no podía distinguir su figura ni su físico. Incluso su voz sonaba lejana.

-Deja de pelear, ya acabo todo. - siguió diciendo el extraño, mientras me apartaba de golpe y revisaba a Kikyō.

Dejó su revisión de lado y se movió para ver a Carla, la cual seguía en shock como yo, pero tenía una mirada feroz que daba la impresión de que estaba dispuesta a atacar a cualquiera. Luego se paseo entre los cuerpos...

-Maldita sea. - chasqueo la lengua. - Típico de Ackerman... ¿Qué carajo haré con este desastre?

Lo vi alborotarse el cabello con frustración antes de voltearse a todos nosotros y decir:

-¿Pueden caminar?

Kikyō y Carla asintieron levemente.

-Bien, síganme todos. - añadió de mala gana.

Ya me sentía más consciente de mi mismo, por lo que mientras el extraño comenzaba a caminar y yo poco a poco lo seguía, revise los cuerpos a nuestro alrededor. Me detuve en uno que detonó un recuerdo mínimo...

-¿Él... ? - comencé a decir llamando la atención del desconocido. - ¿Yo lo...? ¿Él está...?

Niggel venía detrás mío y solo pudo atinar a mirarme con pánico, mientras yo volvía mi mirada a mis manos llenas de sangre de aquel chico en el suelo.

-¿Muerto? - completo el desconocido llegando a mi lado. - Pues si, tu lo mataste, así que reacciona de una puta vez y sigue caminando.

El extraño me movió la cabeza para que mirara al frente y me hizo caminar delante de él. Realmente no era nada amable este sujeto, pero por alguna razón, no me sentía en peligro, como si en el fondo supiera quien era y que podía confiar él.

Sin decir más, ni volverme a detener, avanzamos por las calles de ciudad subterráneas que volvían a tornarse oscuras y lúgubres. Así hasta que llegamos a la casa de Levi.

-La llave está... - comence a decir.

-En la baldosa suelta de la ventana, lo sé. - me interrumpió el hombre que nos guió.

Abrió sin problemas y nos hizo entras antes de cerrar la puerta con llave.

-¡Hey, tu! - le llamo a Niggel. - Trae agua, unos trapos y el botiquín viejo que está debajo del fregadero.

Mi amigo le hizo caso al instante. Carla, Kikyō y yo nos sentamos incrédulos en el sillón, veíamos a Niggel correr de un lado a otro, mientras el desconocido se acercaba y se arrodillaba frente a mi.

-Eres exactamente igual a tu padre. - me dijo con disgusto. - Da gracias que Dymytrie es demasiado idiota y ni siquiera conoce a Ackerman, de lo contrario la RG ya te hubiera matado.

Ya lo veía con claridad. Aunque antes lo había notado, no fue hasta este momento en que procesaba que realmente era un hombre intimidante: su estatura debía ser la misma o un poco más que la de Eren; su mirada era penetrante, tanto que juraría que podía ver todos y cada uno de tus secretos; su cabello era tan negro como el carbón (al igual que sus ojos), tenía un par de cicatrices pero ninguna tan visible como aquella que recorría su nariz en diagonal y se perdía en su pómulo derecho, lo que te distraía de aquella barba bien cuidada que no todos solían usar; su ropa era negra, lo que hacía resaltar su tono de piel blanca y los tatuajes sobre su brazo izquierdo.

-¿Quién eres? - pregunté incapaz de contener por más tiempo aquella duda.

Un destello de sorpresa fue visible en su expresión glacial, aunque quizá aún era mi shock pues basto un parpadeo para que se viera nuevamente neutral.

Niggel llegó en el momento justo con todo lo que le habían pedido. El desconocido mojo los trapos y nos los pasó para que nos limpiaramos las manos.

-Pueden llamarme Grinberryall... - se presentó por fin el desconocido.

-¿Grinberryall? - pregunto Kikyō sorprendida. - ¿La leyenda?

-¿Así me conocen ahora en la superficie? - le respondió a la vez con cierta burla en su tono. Kikyō asintió. - Entonces supongo que si.

Me limpie lentamente, el efecto de la adrenalina había pasado y ahora me dolían las manos, pero seguía evitando mirarme, pues sabía que en mis manos estaba la evidencia de lo que había hecho.

-Ackerman. - me llamó el tal Grinberryall.

-Deje de decirme así. - me queje entre dientes.

Ahora estaba molesto. Molesto por la comparación excesiva, molesto por lo que había hecho y que no recordaba, molesto por haber tendió la grandiosa idea de venir a la Ciudad Subterránea.

-Si reaccionaras de una maldita vez lo haría, Ackerman. - espetó furibundo, a la vez que me arrojaba el agua a la cara. - ACABAS DE ASESINAR A 4 PERSONAS Y NO HACES MÁS QUE ANDAR COMO SIN NADA...

El agua estaba helada, todo se sentía como una cubetada de agua fria. Pero nada fue más frío que la patada que me dio Grinberryall después, misma que me dejó en el suelo hecho un ovillo.

-¡Recuerda que esa sangre de tus manos es de 4 personas!

Me obligó a mirarme. Era un caos. Un jodido caos.

La sangre se había quedado tatuada en mis manos, mi ropa estaba hecha jirones, mis nudillos estaban rotos y podía jurar que tenía pequeños trozos de piel en las uñas. Su patada me hizo comenzar a recordar poco a poco porque estábamos aquí, como habíamos llegado y que es lo que había hecho.

Había matado a 4 personas. A uno lo había estrellado contra el pavimento, a otro lo había golpeado con un tabique que encontré tirado, a uno más lo patee hasta romperle las costillas y al otro le había roto el cuello durante el forcejeo.

Ya lo recordaba.

Había matado a 4 personas.

Yo era un asesino.

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora