Placer

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Fiore se encontraba en el balcón de la habitación en Florencia. Miraba a las multitudes mientras disfrutaba descansando después de aquellos días de peleas, búsquedas y consuelo. Donna lucía de mejor humor, pero aún había momentos en los que la descubría mirando hacia la nada con ojos cristalinos, seguramente recordando a su hermano desaparecido y del cual solo habían encontrado una pequeña pista sobre su vida en esos cinco años sin aparecer.

De igual manera, había algo que no podía olvidar. Todo lo visto en la Piazza Rossa, todas aquellas personas que acudían para saciar sus deseos carnales habían hecho mella en ella y le era casi imposible no sentir una extraña sensación en la parte baja del estomago cada que se acordaba de eso.

—¿Tiene algún plan para nuestro último día? —Irrumpió Donna en el balcón. Había dejado el vestido y regresado a su traje habitual.

—¿Te sientes mejor? —Preguntó mirándola.

—Trato de hacerlo. No lo encontraré sintiendo lástima por mí misma. —Respondió encogiéndose de hombros—. Será un poco más complicado, pero no me rendiré.

—Me alegra verte más alegre.

—Fue gracias a usted. —Dijo tomando asiento a su lado—. Entonces, ¿cuál es el plan para hoy?

—¿Puedo hacerte una pregunta? —Soltó Fiore regresando su mirada hacia los transeúntes—. Es sobre todo lo que vimos ayer.

—Seguro y de una vez, me disculpó por haberla expuesto a todo eso. No sabía que nos íbamos a encontrar con tantos exhibicionistas.

—¿El sexo es tan bueno como lo pintan? —Fiore sentía los colores en el rostro, pero también sentía que debia haber una respuesta y que la chica frente a ella podría ayudarla—. Entiendo que varios de ellos eran víctimas de trata. ¿Cuántos? No lo se, sin embargo, parecía que lo disfrutaban.

—De acuerdo. Honestamente, no creí que la pregunta fuera por ahí. —El sonrojo del rostro de Fiore podía verse reflejado en Donna mientras buscaba la manera de responder eso. Siempre creyó que esas preguntas las tendría un adolescente, no una mujer de treinta y dos años, con más de cuatro de casada—. Yo también tenía ese tipo de preguntas cuando estaba en preparatoria.

—Debo sonar ridícula entonces. —Resopló Fiore buscando la manera de mimetizarse con la silla en la que estaba sentada—. Es solo que...

—No necesita decirlo. —Detuvo la joven—. Se a que se refiere. Cuando se quiere hacerlo, podría resultar la experiencia más maravillosa que ha tenido.

—¿Cuántos años tenías? —Cortó la mujer—. Cuando lo hiciste por primera vez.

—Diecisiete. Fue una compañera de clases que no dejaba de coquetear conmigo. salimos por un par de semanas antes de dar ese paso. No es un recuerdo agradable, ya que terminó conmigo en cuanto decidió regresar con su novia. Mire, el punto es... tener sexo no tiene porque ser algo malo. En verdad, lamento que nunca haya pasado por eso.

—Detesto eso, ¿sabes? No haber tenido una vida normal. —Admitió Fiore—. Creer que mí vida es lo único que hay y que nunca mejorará.

—Eso no necesariamente es verdad. Seguramente creyó que nadie que nadie nunca la querría y entonces llegué yo. —Soltó Donna tomando sus manos—. Le juro que hace demasiado tiempo que no siento algo tan grande como lo que siento por usted y, si las cosas fueran diferentes, si nos hubiéramos conocido en un ambiente diferente. No dejaría su lado, jamás.

Para ese momento las palabras ya no eran necesarias. Donna la tomó del rostro para volver a unir sus labios en un beso que era completamente diferente a los anteriores, mientras que los anteriores solían ser tímidos, delicados, este estaba plagado de una ansia y una pasión que Fiore jamás había experimentado antes.

Ave Enjaulada (Placeres Desconocidos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora