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Todos los atardeceres, Ava, se sentaba en una roca que daba hacia el gran pueblo, dando una vista hermosa, lastima que ella no la veía.
Todas esas tardes, un joven, se sentaba a su lado a presenciar el atardecer, ella sentía al joven, pero nunca le hablaba.

Hasta ese día, tenía diecisiete años, el joven por fin le habló.

— Me dijeron que tú nombre era Ava.

Su voz sonó como un mar calmado, melodiosa y simpática.

Estúpidamente, se enamoró de su voz.

— ¿Eso te dijeron?

Le respondió con gran calma.

— Y que eras ciega.

— Si, lo soy.

— Entonces, ¿por qué te sientas todas las tardes en esta solitaria roca, contemplando un hermoso atardecer que no puedes ver?

— Se siente bien.

El joven guardó silencio.

— ¿Estarás aquí en la tarde de mañana?

— Tal vez.

Ava giró su cabeza hacia donde sentía que provenía la melodiosa voz del joven.

— Antes de irte, dime tu nombre.

El joven no respondió.

— Mañana te lo diré.

Ava rió y el joven se fue.


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Ava no se mostró la próxima tarde, ni la siguiente, ni la siguiente de esa, ninguna de las tardes de un mes, ahora dos, ¿cinco? Perdió la cuenta, tal vez un año ya...


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Una hermosa joven, gran parecida a Ava se mostró en la solitaria roca, con tristeza en su cara se dirigía hacia el joven.

— Es... ¿es usted el joven de melodiosa voz que Ava mencionaba?

Su voz se quebró al decir el joven de la muchacha.

— ¿Ava? ¿Que ocurre con ella? ¿Por qué ya no viene?

Preguntó preocupado.

— Lo siento mucho, Ava... Ava murió.

Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas.

— Ava... Ella...

Balbuceó, no lo creía.

— Ella... te dejo esta carta, mi madre la ayudo a escribirla.

Le extendió un sobre con detalles dorados y una rosa.

"Para el joven de melodiosa voz que me acompañó en cientos de atardeceres.
De Ava"

Leyó en la notita que traía el sobre.

Levantó su mirada y vio a la chica irse con tristeza.

No quiso abrir el sobre, sentía que si lo hacía, el recuerdo de Ava se desvanecería. Le dolía, y mucho.

Pero no podía quedarse con la duda siempre, y la abrió.

"Un gusto conocerte joven de hermosa voz.
Lamento no haberme podido presentar el día que me ibas a decir tu nombre, así que te llamaré el chico de hermosa voz, espero no te moleste..."

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

"Para ser ciega, sentir el sol poniéndose en tu piel, es muy relajante, deberías probarlo, y cuando lo hagas te acuerdes de mi.
Siento que nuestro silencio en estos cientos de atardeceres eran más que mil palabras.
Hubiera querido conocerte más, escuchar más tu voz. Otra vez, lamento no haber ido el atardecer siguiente."

Quitó la vista de la hoja de papel un momento para secar las lágrimas que caían por sus mejillas.

"Como sabias, era ciega, y tenia una enfermedad que me mataba lentamente, pero por lo menos morí feliz al conocer el sonido de tu voz, hermosa, por cierto."

Soltó una risita amarga, hubiera hablado más con ella.

"El atardecer que me hablaste, era el último atardecer que iría, mi cuerpo no podía más.
No me arrepiento de nada. Estoy feliz. Moriré en paz.

Y si existe la reencarnación, espero encontrarte en esa vida, y volver a escuchar el sonido de tu voz. No importa si soy ciega o no, háblame de nuevo, reconoceré la voz del caballero que me enamoro con solo unas palabras.

Encuéntrame en esa vida también, háblame.

- Ava."

Su pecho se comprimió, lloraría.

— No te preocupes, Ava, no importa en qué vida sea, te encontraré...


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Amare Vocem Tuam 🌅✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora