XIII : Espía

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El corazón de Samira iba a mil por horas. Se puso muy nerviosa, así que con mucho sigilo volvió a su habitación. ¿Y si el rompía el compromiso? ¿Y si le parecía la niña más estúpida que conoció en su vida? ¿Y si era verdad que tenía un amor en cada ciudad? Millones de posibilidades se le cruzaban por la cabeza, y nada colaboraba para que se tranquilizara... Sentía tantos nervios que hasta se arrepintió de tomar el caldo, su estomago se retorcía... volvió a beber agua, también sentía su garganta seca, ¿acaso no se iba ir esa sensación?

Estuvo un rato deliberando en qué hacer hasta que se decidió a ir al Salón ella también. Si iban a discutir sobre su futuro ella quería estar presente. Se puso una bata encima, y descalza, porque las sandalias le hacían doler las quemaduras de sol, abrió la puerta para salir hacia el salón... No sabía bien dónde era, aún no se acostumbraba a esos pasillos largos, casi como laberintos, pero al andar por ellos sin rumbo, escuchó voces y se dejó guiar por ellas.

- ¡No te enojes, hijo! Haces que esto sea más difícil para todos...- decía Anisa

-Deja de quejarte y madura... Esto es serio.- Zahid se notaba cansado.

-Ni siquiera le conozco... Ni siquiera me preguntaron antes de comprometerme...- La voz de Zeth era inconfundiblemente más grave y profunda que cualquiera.

Samira no se animó a entrar. Todo el valor que había reunido antes parecía haberse desvanecido a cada paso y con cada palabra que escuchó  por los que sus pies se detuvieron y se quedó fuera escuchando sin que la vieran.

-¡Hace meses que intento sacarte el tema Zeth! ¡Y ya vez como te pones! Imposible hablar contigo. - dijo Zahid

-Porque siempre estuve en desacuerdo, parecen tener todo decidido y no me dan opción alguna, tampoco parece interesarles nuestras opiniones.-

-Es que no hay opción hijo, la situación de nuestros amigos es crítica. Sé que esta no fue la mejor manera, no es como me gustaría encontrar a alguien que te acompañe hijo... Pero si la rechazas...- El tono de anisa era ya de súplica.

-Sí, sí, ¡ya lo sé! Iría al exilio. Aún así, no pueden obligar a que alguien esté conmigo, no puedes madre. Ya ves lo que pasa cuando le quitas la opción de elegir a las personas; prefirió escapar a una muerte segura antes de enfrentar esta situación. – Zeth sonaba realmente enojado ahora.

Acaso ¿eso fue una defensa? ¿El comprendía el acto de estupidez que había cometido?, pensó Samira.

-Pero aun así los dioses te pusieron a ti en su camino para impedirlo, hijo, si pudieras entender... los dioses nos dieron tantas señales. No me mires con incredulidad, es verdad lo que digo, si tan solo la conocieras... queremos pedirte que no la rechaces hijo, dale esta oportunidad, se compasivo, sé compresivo...- Anisa trataba de llenarse de paciencia.

Se hizo un silencio y el corazón de Samira dio un vuelco al escuchar las palabras de su padre.

-Sabemos perfectamente que esta situación les resulta sumamente incómoda a los dos, y más aun con lo que pasó hoy. Sé que mi hija es una niña aún, impulsiva y apasionada. No quiero que pienses que con el matrimonio te estoy delegando su total cuidado. No, solo son papeles que necesitamos para seguir juntos como familia. Zeth, muchacho, les he pedido este favor a tu madre, hermano y a ti, porque realmente no tenemos otra solución mejor... No conocemos ni confiamos en nadie más aquí... y sé que no podría confiar a mí hija a nadie más. - Hablo Mohamed con total sinceridad.

Luego de otro silencio donde Samira creyó que no podría volver a respirar, escuchó la respuesta.

-De acuerdo, pero pondré mis condiciones- Se limitó a contestar Zeth.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora