Cap. I: "... yo soy el señor, tu Dios"

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Obedecer, realmente nadie sabe a quién obedece. En ese mundo tan lleno de paralelismos subjetivamente unidos por la voluntad de un ser al que nadie nunca ha visto.

<<Y si esto... podría tratarse de una ilusión, de algún tipo de delirio, una especie de sueño lúcido... o tal vez, solamente es una ilusión colectiva en la que mucha gente está inmersa...>> Los pensamientos de Guillermo resonaban por toda su cabeza. Había pasado el resto de su día contemplando al interminable abismo que separaba el reino de los cielos del mundo mortal. Su mirada se perdía por sobre aquel plano, repleto de pequeños seres, desfilando sin cesar como las hormigas en el suelo.

Se cuestionaba el verdadero motivo por el cual esa gente existía.

¿Es que acaso todas esas almas están destinadas a servir a Dios?

Bien sabía que desde que un ángel nacía, su destino era servir a Dios, obedecerlo sin protestar, adorarlo sin llanto, cumplir cada uno de sus mandatos sin interrogaciones de por medio. En esencia, su existencia se limitaba a ser uno más de entre los siervos celestiales.

Es así que, comprendió que tanto ángeles como humanos eran iguales; porqué entonces, el señor había de crear a los humanos, ¿acaso no le bastaba ya con todos los ángeles que se encontraban en el cielo? Tal es su necesidad de atención y de poderío que creó a otra raza inferior para reafirmar su nivel de autoridad en esta su invención.

La inflexión relativa a los mandamientos que regían su actuar era cada vez más incipiente; por lo tanto, no tardaría en comenzar a quebrantar no solo su voluntad, sino también la firmeza del juramento hacia su amo.

Era sabedor de los corolarios adyacentes a su rebelión, la pérdida de sus alas y de su lugar dentro de la corte celestial. Mas le era confortante la idea de no ser el único ni el primero; conocía a la perfección la historia de otro más, Lucifer, por ejemplo. El ícono por excelencia de los ángeles caídos.

Bastaba con sólo mirar directamente a Dios para recibir un castigo, replicar ante una orden para ameritar una penitencia, y una objeción... para ser expulsado.

Conocía su lugar dentro de todo aquel contexto jerárquico, no podía aspirar a más, puesto que aquello implicaba someterse a un nivel mayor de mansedumbre; adorar no iba a ser suficiente, debería desprenderse del raciocinio y sucumbir ante el falso emblema de la fe que todos llevaban implícito en el espíritu.

¿Realmente valdría la pena el pertenecer al mundo de los humanos por una ilusión tan vana como lo era la rebeldía?

No tenía muy esclarecido qué era lo que lo estaba incentivando a querer desobedecer, no podía ser solo rebeldía, debía de haber una razón más plausible que se antepusiera.

Lo carcomía la incertidumbre de ser descubierto y no ser expulsado, sino ser ejecutado y desechado, como algo inservible que había cumplido su propósito.

¿Pero realmente había él cumplido su propósito?

No era muy sólida la concepción que tenía él mismo sobre su existencia, ni siquiera sobre su ser. Todo este tiempo se había limitado a formar parte de aquel escenario que aparentaba ser el alivio de los pecadores. Pero ciertamente, Guillermo no sentía pleno con sólo servir y adorar, él quería hacer algo más, quería que hubiera algo por lo cual realmente valiera la pena mantenerse en pie y continuar.

2

El alba había arribado sobre el pequeño pueblo de Recanati; los rayos de sol se colaban a través de las ventanas de las pequeñas casas. El mar oleaba vigoroso, golpeando las costas e inundando el aire con la fresca brisa propia del verano.

Fallen AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora