CAPITULO 38:

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DÍA DE ACTUALIZACIÓÓÓÓÓN

A DISFRUTAR

MI MONI EN MULTIMEDIA

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No lo medité ni un segundo. No dudé. Solo dije que sí, inmediatamente. Y las cosas avanzaron. Nina nos dejó, para seguir trabajando y para comer con su hermana. Mientras tanto, Andrew me proporcionó su maleta para que lo empacara todo. Y encerrados en mi suite mientras yo metía los pocos jeans, blusas, vestidos y zapatos que había comprado aquí en el último tiempo, él me contó todos sus descubrimientos al bajar a la recepción. Adolfo había golpeado a varios huéspedes que me ayudaron a escapar. Y aunque el ya no estaba, habiéndose escabullido por la bodega de las cocinas, en las cámaras del hotel si aparecía. Por las pruebas obtenidas, Andrew tuvo que dar una indemnización a los perjudicados. Era eso, o dejar que lo demandaran a él y a al hotel, junto con la denuncia que todos harían hacia mi ex marido. Tambien me contó que aunque yo no estuve enterada antes, la policía había estado allí. Dos oficiales tras mi puerta custodiándome, y el resto haciendo pesquisas en los demás pisos. Me invadió al saberlo, un pequeño temor, que solo fue momentáneo, ya que ellos solo estuvieron centrados en atrapar a Adolfo. No en mi «o en la razón que yo tuviera para huirles y que no le quería contar a él» dijo después.

Y si se lo contaría. Pero todavía no. Al menos no hasta que estuviésemos seguros, y que él me prometiera no delatarme. ¿Qué otra opción tenía, ya con el agua al cuello?

Tras terminar la maleta, me ayudó a despedirme de mis amigas y salir del hotel sin que nadie lo supiera, rumbo al aeropuerto en su automóvil de vidrios tintados. No dijimos nada durante el trayecto apresurado, y solo cuando el jet despegó, mientras yo aferraba su mano y cerraba mis ojos para no ver la tierra desaparecer debajo de nosotros, pudimos respirar tranquilos. El más que yo. Entrelazó sus dedos con los míos.

—Ahora si estamos bien. En un jet muy seguro que no se va a caer—afirmé—y lejos de Adolfo porque él no sabe volar.

Consiguió que riera con suavidad. Solo un momento. Al final, respirando más calmada, me atreví a asomarme por la ventanilla, viendo la ciudad de Los Ángeles ir desapareciendo y solo teniendo cerca las nubes tan esponjositas como algodón. Suspiré. Mi segundo hogar desaparecía. El que por casi tres meses y medio fue mi casa y en el que me adapté tan fácil, a pesar de los problemas del comienzo. ¿Ahora cómo me adaptaría a un ambiente tan diferente como lo era Nueva York?

Andrew acarició mis nudillos con el pulgar.

— ¿En qué piensas?—preguntó con suavidad.

—Que justo cuando empezaba a sentirme cómoda en un lugar...

No pude seguir, cuando se armó un nudo en mi garganta.

—Tuviste que salir corriendo una vez más—terminó el por mí.

Solo asentí, después de mirarlo largamente.

Aunque mi madre me había salvado de morir aquella vez en ese basurero, siempre había huido de todo. Era como si desde el segundo cero, la dama de la muerte me hubiera sentenciado. Como si lleváramos la guerra cazada. Quizás por no haber permitido que me mandara al otro lado con ella, siendo una bebé, ahora permitía que yo sufriera, siendo perseguida toda mi vida. Primero Adolfo, luego las autoridades fronterizas, y la historia se repetía otra vez con mi ex marido. Que ya sintiéndome libre en un lugar que una parte de mi podría llamar propio, el aparecía de nuevo para estropearlo todo. Y estaba cansada de esto. ¿Pero cómo enfrentarle?

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora