4- La fuente del conocimiento

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Por fin. Y hoy día 27 de Marzo, me dispuse a ir a la biblioteca. Sirvió, pude encontrar registros y una que otra información decente. Permitanme contarles.

Desperté esta mañana cuando el sol me pegó en la cara, sintiéndome mucho mejor que los días anteriores, así que decidida me cambié la ropa. Tomé mi bolso, y guardé en el dinero, mi documento, y el libro, que me mueve últimamente.
Salí a las 09:17 de la mañana, después de un breve desayuno con mi señora abuela, el sol brillaba alto y el viento árido recorría el lugar, la biblioteca está a unas cuantas cuadras de la casa, así que me puse en marcha.
El transcurso no fue nada fuera de lo común. Había tierra, una que otra carreta, más tierra, y la señora Myers.
La señora Myers es otra anciana, estaba regando unas plantas, de las pocas que se ven en la zona. Me saludó y me preguntó como estaba. No podía decirle MAL porque iba a preguntar el "por qué", y mi abuela se iba a enterar. Y si se enteraba creria que sigo enferma y, bueno, ya sé imaginaran. Así que me limite a contestar que estoy bien, que estaba en viaje a la biblioteca.
Lo cual, es en parte cierto.

El camino se hizo largo, sin nada interesante que ver, solamente gente yendo de allí para allá, algunos perros. Lo de siempre, nunca hay nada interesante que ver.
La biblioteca es un lugar bastante grande, sus puertas son enormes, y en su interior hay siempre un olor a antiguo. Los estantes eran altos hasta el techo, llenos de ejemplares carcomidos por el tiempo, que se extendían hasta las partes de atrás.
Saludé al señor que estaba en el mostrador, y pasé, directamente a buscar lo que necesitaba.

Busque durante mucho rato entre los estantes, subiendo y bajando por la vieja escalera que estaba a mi disposición, noté que no conozco el título de mi libro, porque tiene las primeras páginas arrancadas. Así que estuve un muy buen rato buscando algo que tenga los signos de su portada. Encontré estudios, cartas, anotaciones, y otros libros.
Estuve fácilmente unas 4 horas reuniendo todo. Hasta que finalmente encontré un libro publicado por una persona que se hacía llamar "Male Dixit", la portada mostraba un ostentoso título en dorado que decía "Cultus Aeterni Splendoris". El libro era una tesis de dos profesores de la Universidad de Miskatonic. Hablaba acerca de temas de ocultismo, hechizos, rituales, monstruos, y libros.

Recuerdo bien como lo leí, con la cara pálida, a la luz de una vela, con El gotear incansable de la cera. Comparaba el conocimiento que adquiría del tal Male, y lo aplicaba en mi libro. A partir de ahora lo llamaré Vı, para distinguirlo y no perderme al escribir. Había estrofas con instrucciones de cosas que decir y hacer. Con condiciones específicas y especiales, podía quebrar algo llamado "el velo", e ir más allá.
Y aunque podía verlo y notarlo, las páginas estaban muy maltratadas. Leer más allá de la página 37 era prácticamente imposible. Había una frase que se repetía en muchas páginas, y estaba escrita con rayones en medio del libro, en grandes letras rojas carmesí. Y decía.

"No está muerto lo que yace eternamente, y con tiempo suficiente, incluso la muerte puede morir"

Tomé mi libro y comencé a ojearlo, y por lo menos en la página 62, la misma frase se repetía. No en nuestra lengua, en esos caracteres ondulados y asquerosos, acompañados de una aberración retratada ahí, una mano abierta por la mitad, y de la grieta salía un aprendice lleno de dientes. Ahí, sin estar segura, puedo jurar que decía exactamente la misma frase. Sentí entonces un horrible estupor en la espalda, como cientos de cucarachas heladas trepar desde mi cintura hasta mi cuello. Y sin darme cuenta, una palabras que jamás había pensando era capaz de pronunciar salieron de mi boca. Y al terminar me hicieron explotar los sentidos, en pocas palabras, dejé de sentirme sola. Por un momento me limité a cerrar los ojos, respirar profundo, y esperar en silencio sepulcral. Pareció haber pasado una eternidad. Y nada fuera de lo normal.
Seguí leyendo un poco más, y todo me indicaba que necesitaba ir a Miskatonic, de una forma u otra.

El Sol iba a empezar a ocultarse. Así que decidí guardar todo donde estaba, y regresar otro día. Salí de la biblioteca, con el objetivo de volver a mi hogar. Mientras regresaba a casa por las calles desiertas, serpenteantes, y llenas de niebla producida por la tierra, tuve la horrenda sensación de que me seguían pisadas apagadas. Las viejas casas parecían rebosantes de una sombría y mala energía, sentía como sus ventanas me miraban de soslayo como ojos que me atravesaban. Conteniendose para no aplastarme. Perseguida por la desesperación, cerca de la casa y sin poder aguantar, eché a correr. Hasta llegar a la puerta, y chocar con un paquete.

Ahora, algo más tranquila y en la seguridad de mi habitación, lo tengo en mis manos. Un paquete a nombre Horace Pettersen, desde Arkham, Massachusetts. 
Más específicamente, desde la Universidad de Miskatonic.

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