Capítulo 23 - Libre albedrío

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Tiene la longitud de cuatro capítulos, así que podéis considerarlo un maratón

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Tiene la longitud de cuatro capítulos, así que podéis considerarlo un maratón. 

Más os vale vivirlo a saco.

 Nos leemos en comentarios. Tengo muchas granas ;)

La fiesta había terminado para mí

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La fiesta había terminado para mí. La cabeza había dejado de darme vueltas y el subidón de la borrachera se había convertido en ansiedad, tristeza y cansancio. No era como que no hubiera tratado de mantenerme en la ola, me había esforzado en seguir bebiendo con las futbolistas y mis amigos, que habían transformado unos tragos tontos en retos de beber; pero mi cuerpo había decidido por mí que era suficiente. Hasta mi garganta se negaba a tragar a voluntad. Directamente, mi sistema digestivo se había revelado contra mí y ahora llevábamos vidas separadas.

Me despedí de aquellas personas que pude. Ahora podía caminar sola y debía aprovechar la oportunidad. Con las horas, algunas se habían marchado y otras habían optado por otras actividades como una conga multitudinaria por la sala vip de la discoteca o colarse en las salas de abajo a hacer un poco el idiota entre la gente. Todas ellas, las del subgrupo de los juegos en la barra, me habían prometido varias veces y de una forma muy sincera que se despedirían de las demás por mí según éstas fueran apareciendo y por ese motivo decidí marcharme tranquila.

Salí de la sala vip directamente hacia el guardarropa. Tomé la chaqueta con el papelito con el número que había guardado en el sujetador y me envolví en aquella prenda de pelo sintético calentito que protegía mi cuerpo entumecido por la fiesta del horrible frío que hacía aquella noche de enero.

Caminé unos pocos metros. Lo mejor de esta discoteca, sin duda, era su enorme proximidad a una parada de taxis. Esperé mi turno detrás de un par de chicos, que habían llegado unos minutos antes que yo y, poco después, sin apenas darme tiempo a frotarme los brazos para recuperar el calor, un coche negro con puertas amarillas frenó frente a mí con el cartel en verde.

—¡Bona nit! —Saludé al entrar. El taxista respondió de la misma manera, aunque no demasiado animado. No lo culpaba. Las noches como aquella en Barcelona podían ser agotadoras y, aunque ahora me encontraba en mis cabales, no había duda de que aquel hombre notaría que había bebido todo lo que había querido y más—. A Plaça Catalunya, por favor. Desde allí ya te guío yo.

Sería capaz de renunciar a todo - Alexia PutellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora