Capítulo VIII

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De pequeña, Leslie no era como las otras niñas

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De pequeña, Leslie no era como las otras niñas. A ella no le interesaba jugar con muñecas, o tener un bebé de juguete para cuidar; su única pasión, siempre había sido la pintura. Desde antes de que siquiera aprendiera a caminar, se las arreglaba para conseguir algún crayón o lápiz, para poder llenar de arte las paredes de su casa o al menos, lo que a su corta edad consideraba arte.

Conforme pasaba el tiempo podría decirse que, la llegaron a considerar una revoltosa, una de las pocas niñas que rompía las reglas y que seguía su propio camino con tal de plasmar algo de su pasión, en cualquier lienzo en blanco que encontrara, ya fuera dentro de sus cuadernos, o en los pasillos del colegio.

Su espíritu era inquebrantable, sin importar cuantas detenciones o regaños se hubiera ganado en sus aventuras. Nada podía detenerla cuando la inspiración le tocaba, ni la falta de pintura o aerosol eran una piedra en su camino a la hora de pintar.

Inevitablemente, la chica de grandes sueños coloridos consiguió amistades con personalidades similares. En el mundo del arte, es muy sencillo dejarse influenciar y la línea que divide el bien del mal, es muy fácil de cruzar.

Así, en su adolescencia, Leslie se vio danzando en esa delgada línea divisoria. Manipulada por sus amistades en nombre del arte, se encontró vandalizando la ciudad, ingiriendo bebidas alcohólicas en grandes cantidades y una que otra droga con fines recreativos.

Le costó mucho terminar sus estudios, no solo por sus tóxicos pasatiempos y compañía, sino también por sus problemas de hiperactividad que desde muy pequeña comenzó a presentar. Al graduarse, sus noches se convirtieron en días y sus días, eran noches.

No entró a la universidad ya que no le vio sentido estudiar algo que en ella era tan innato, además, su estilo de vida le decía, que para ser alguien en el mundo del arte tenía que estar en la calle, buscando oportunidades, tomando acción en vez de perder el tiempo en teorías.

Su tormentosa juventud, encontró carril cuando conoció a Jason. Él, la alejó del mundo de la noche y en pocas palabras, domó a la bestia salvaje que gobernaba su corazón. Maduró junto a él y se dio cuenta del mal camino que había llevado hasta esos momentos, cuando la paz, calmó su hiperactiva mente.

Sin embargo, madurar y evolucionar no significaba olvidar su verdadera esencia. Es por ello por lo que se encontraba en el bar junto Amanda, con una cerveza sin alcohol en sus manos, más confundida de lo que alguna vez lo había estado.

No quería volver a ser lo que una vez fue, estaba feliz viviendo una vida tranquila, de hecho, sus pinturas habían mejorado muchísimo desde que dejó la bebida, las drogas y las noches de fiesta.

No obstante, pensar en encadenarse a Jason por el resto de su vida..., era sofocante; sobre todo, cuando la fecha de su muerte puede ser algo eminente. ¿De verdad quería desperdiciar sus últimos días en una casa en los suburbios?

—El último cuadro se vendió hoy, tendremos la exhibición abierta unas semanas más y luego, repartiremos la mercancía..., ¿Les?, ¿me estás escuchando? —Amanda le dio un pequeño empujón con el hombro, llevaba hablando casi veinte minutos sin percatarse de que su amiga estaba perdida en sus pensamientos.

El ocaso entre nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora