Capítulo 3

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En cuanto entró en el auto de Kara, supo que tal vez terminaría arrepentida de ir a esa boda. Ella no pintaba nada ahí, ella iba porque Kara le había pedido que la acompañará

No era muy fan de las bodas, no era fan porque simplemente le parecía absurda la idea de prometerse amor para el resto de la vida si no lo iban a cumplir

—Pero mira, te has puesto tacones. —murmuró su amiga y ella rodó los ojos colocándose el cinturón. —Vamos, Gemma. Sonríe, iremos a una boda

—¿Podré fumar y no tener que fingir que me agradan las personas?

—No.

Ella negó, pero al final sonrió un poco.

—Me debes una muy grande, cuando te pida que me acompañes a seguir a Carl, lo harás.

—De nuevo con tu padrastro, no, no haremos eso porque es un delito.

—No es un delito.

—Estoy segura de que eso no está bien.

—Cobarde.

Kara tenía conectado su celular conectado al auto y se lo pasó a Gemma para que pusiera la canción que quisiera.

Ella lo hizo.

—¿Cómo la pasaron anoche? —le preguntó la del cabello verde.

—Bien, fue divertido. Arian en realidad es un chico muy divertido, su novia no lo es mucho, pero…

Gemma dejó de escuchar sintiendo una sacudida que provocó que el teléfono se le  cayera de la mano. Si no mal recordaba el desconocido con el que se había besado y había compartido un cigarrillo, le había dicho que se llamaba Arian.

Pero no puede ser ese mismo. Pensó. Sería bastante chistoso que se besará con su primo una noche antes de su boda. No, no era él. Seguro que había otro Arian en el bar.

Rápido levantó el teléfono y lo puso sobre sus muslos.

—Me alegra que la hayan pasado bien.— Kara asintió y dobló en una calle que estaba abarrotada de autos, Gemma supo que habían llegado porque miró una iglesia demasiado bonita y con personas afuera.

Tampoco era fan de las iglesias, pero no tenía nada contra ellas. Ella creía en Dios porque su madre la enseñó a tener fé, a creer, pero no era una de esas personas que pensaba que la fé solo está en las personas que van a la iglesia cada domingo o en las personas que piensan que Dios nos salvará de todo, no.

Creí en Dios a su manera y eso no cambiaría nunca.

Kara estacionó el auto detrás de una camioneta roja y ambas bajaron. Ella le dió un tirón al vestido lo más que pudo y maldijo al no tener un cigarrillo a la mano para calmar sus nervios.

—Vamos, mis padres tienen que estar adentro.

—No me dejes sola. —le advirtió ella.

La siguió y subieron los escalones sin saludar a nadie, las personas no estaban en si en la puerta de la iglesia, si no desparramadas en varios lugares cerca. Entraron y Kara comenzó a buscar con la mirada a sus padres.

Gemma ya los conocía, pero tampoco los miraba. Por alguna razón estaba comenzando a ponerse nerviosa.

—Mira, ahí está mi primo. —le dijo la morena dándole un codazo. —Vamos, seguro sabe dónde están mis padres.

—No creo que... —Gemma trató de detenerla, pero ella siguió de largo. —Al diablo. —susurró por lo bajo.

La siguió y llegó hasta el chico de traje, que estaba charlando con alguien más. La morena se acercó colgándose de su brazo izquierdo.

Aquella Noche ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora