Elena se levantó como todos los días a las siete y media. Tomo su café amargo, mientras lo bebía escuchaba un poco de música clásica como de costumbre.Los sorbos del café iban a tono con los compases de aquella canción, - Peer Gynt Suite No. 1, Op 46: I Morgenstemning.
A las 8:15 de casa para llegar a la estación a las 8:30, aunque solo vivía a tres cuadras de allí trataba de ser lo más sigilosa posible, para que nadie la pudiera ver.
De llegada a la estación, cubría su rostro con un paño, únicamente eran notorios sus ojos color café, como de costumbre el tren venía a horario y trataba de ser la primera al subir para no tener ningún contratiempo.
Elena era hija adoptiva de los Smith, como ellos no podían concebir a un primogénito y por más que lo intentaran los años ya les estaban jugando en contra. Pero como dicen “la suerte nunca te encuentra, eres tu quien encuentra a la suerte” Elena fue quien encontró esa suerte llegando a la casa en una caja con un poco de paja para darle calor y un par de trapos viejos y de un momento para el otro la familia quedo perdidamente enamorados de la pequeña. El señor Smith era propietario de unas de las 20 sucursales del cuidado para el pelo de toda la región, además que vivían en cuya casa con 15 habitaciones, 3 jardines y una bodega de merlot en el ala oeste de la casa, eran una de las familias con un alto poder adquisitivo de la región, cuando el señor Smith falleció Elena paso a ser la heredera. Pero…. Había un pequeño problema, Elena era negra.
Para aquella época, los negros no estaban muy buen vistos, era el desprecio el que rodaba por las calles, y para ser una mujer con trabajo, que ella época era imposible y ser hija de gente rica, el odio era inaudito.
Veinte minutos antes de llegar al trabajo, Elena se tenía que mentalizar todos los insultos, miradas, y desprecio desde la gente hacia ella.
Una mujer, una negra, ojos oscuros, ¿cómo puede ser jefa? Esto mismo decían los hombres en aquella época, lo cual cada vez hacían más complicado el trabajo.
Todas las mañanas siempre era lo mismo eran tranquilas donde Elena podía tomar su segunda taza de café al día. Como amaba el café.
Con sus dulces y grandes labios, los posaba tiernamente en la taza y a la hora de beber saboreada cada gota de este, sentía éxtasis decía.
Excepto una mañana.
Era un día lunes y hacia frio así que prosiguió a poner su chal con un conjunto de color fucsia que hacia juego con este. Ese día prefirió ir caminando hasta el trabajo, de llegada al palco del lugar, observo que todos se burlaban de ella, la miraban y la empujaban. Se encontraban furiosa, pero nadie le hacía caso eran una manada de simios apoyados en el patriarcado de aquella época, no era mucho de esperar en el comportamiento de aquellos seres. Miro a lo lejos y observo a un tipo, figura esbelta, zapatos blancos, traje de seda.
-Usted es la señora de limpieza- dijo el hombre con voz arrogante-todos los del lugar empezaron a reírse-.
Elena recibió la broma sin molestarse, se paró firme estrechando su mano.
- Primeramente, buenos días – tiro una sonrisa-. Soy la jefa, gerente, supervisora, como usted le opte llamarme.
-Mire usted – dijo el hombre digiriendo su mirada intimidante hacia Elena. ¿Vamos a hacer más corto el papeleo le parece? Yo soy su nuevo remplazo, porque como vera, no me los tiene muy satisfecho a chicos, ¿Vio? El hombre no parecía del lugar, mas parecía extranjero, con su acento singular.
- ¿Y quien ordeno mi reemplazo? - dijo Elena.
- Mire usted, de encima negra, rebelde. Vamos a hacerla breve-le agarra los cachetes a Elena y se susurra al oído-. ¿Vio toda esta manada de simios necios? Está claro que una mujer de su clase….
- ¿De mi clase? -contestó Elena indignada liberándose de él.
- Exacto de su clase, claramente no está lista para trabajar, ni para ser jefa, ni muchos menos para dirigir esta empresa. Pero como soy bueno y soy una persona de muchos valores, le dejare el único lugar que me queda disponible de la lista. ¡Señores! -tomaron a Elena de los brazos y entre forcejeo y gritos la desvistieron en frente de todos le pusieron un ridículo traje y entre risas y carcajadas, le dieron un plumero y tomándola del hombro como si fuera un premio aquel hombre exclamo.
-Les presento a la nueva señora de la limpieza…….
En el trascurso de la semana, Elena ya no quería ir más a trabajar, tenía las manos lastimadas de tanto tallar, estaba cansada, ojerosa. La hacían trabajar todo el día. Varias veces pasaba la noche allí tallando, limpiando para que no le digieran nada, porque si ella lanzaba un solo quejido recibía las más terribles golpizas, los golpes en la barriga eran los más optados por los caballeros.
Llegado el día viernes, Elena no podía seguir más, el dolor en sus manos y en un vientre eran atroces, pero seguía tallando el piso.
-Buen día –dijo aquel hombre esbelto. ¿te gusta el nuevo trabajo? Es bonito limpiar toda la mierda de todos estos hombres ¿verdad?
-Me das asco- dice Elena en susurros….
-Déjame decirte una cosa nenita- la agarra de los pelos-. Acá todo se hace todo como yo diga, y ojalá que vos y toda tu gente de mierda pueda arder en las flamas del purgatorio, vos me das asco, ustedes no tienen una cultura, vienen a sacar el trabajo de un hombre blanco y doy gracias a dios que mis hijos están sanos y no hayan nacido con tu color de piel, aparte calladita te vas bonita -acto seguido la estampa contra el suelo, dándole una gran pisada en su estómago a Elena.
-¡Me tienes harta! – dijo Elena con su último aliento. Con tanto odio siniestro sobre mi espalda y con tanto daño masivo de usarme, de aniquilar cualquier exceso de mi voz, de mi cuerpo, de ignorar mi nombre ¡Yo soy Elena Smith! Se asombran de mi mente humana y aúllan descerebrados quienes me acosan y acusan constantemente. ¡Basta ya de tanta discriminación! De tanta incomprensión de sabios y necios. Eres la reencarnación de ese hombre que cruzo el mar y dijo ser que descubrió américa, que a los propios lugareños los engaño, mato y robo.
- ¡Llévensela! –grito el hombre dirigiéndose a sus empleados. Elena sigue recitando:
- Sé que estamos en un sistema opresor donde no somos libres, donde el miedo abunda , donde nos sentimos acorralados , nos violan , nos usan , nos embarazan por diversión , y si no lavamos bien su ropa nos golpean hasta matarnos ¿Pero sabes algo? Las guerras seguirán mientras el color de la piel siga siendo más importante que el de los ojos
Y también se no saldré viva que de aquí, pero recuerda siempre mi nombre cuando veas a una persona negra pasar, cuando veas el color negro decorando los manteles tu mesa, cuando veas un punto negro en la pared o cuando a la mismísima oscuridad te abrece en la noche, siempre recuerda mi nombre cuando el invierno se adelante o en tu palpitar cuando rezas , siempre recuérdame como a mi ¡La mismísima Elena Smith! .