Capítulo 40. |Celos sin límites.

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Leah.

Llegar a la empresa hoy había sido un desafío, uno que tenía nombre y apellido y por el cual no pude pegar un ojo en toda la jodida noche.

Cuando Travis me llamó esta mañana contándome que Aaron estaba bien y que habían llegado a tiempo a rescatarlo el alma me había vuelto al cuerpo.

Así que aquí estoy, subiendo el ascensor hasta su oficina para comprobar con mis ojos que de verdad está bien. Si quiere verme, echarme, o ignorarme eso es problema suyo, pero yo necesito con urgencia verlo con mis ojos para calmar esta ansiedad que se me ha atorado en el pecho desde que la maldita zorra de Kelly me llamó anoche.

—Ábrete, vamos.—Le susurro al ascensor que hoy tarda más de la cuenta.

Tuve que salir a regaños de mis padres de la casa porque insistían en que guardara reposo, pero si no satisfacía la desesperación de verlo me iba a volver loca. Anoche lo soporté porque no podía poner en riesgo la vida de mi bebé, pero estaba a un milímetro de correr por mi auto e ir por él.

Travis me había dicho que Aaron había venido temprano a la empresa cuando le pregunté en donde se encontraba, y lo primero que hice fue tomar las llaves de mi auto y conducir hasta aquí.

Cuando el ascensor abre sus puertas mis tacones resonaron en el suelo de mármol con mi rápida caminata hasta su oficina sin acaparar en nadie que se encontraba en el pasillo.

—Buen día Señorita Leah, que bueno es tenerla por aquí...

Ni siquiera me detengo cuando Sarah me saluda y la dejo un tanto aturdida cuando entro de golpe a la oficina de Aaron y corro hacia él que no le doy chance a reaccionar a mi presencia porque ya estoy colgada de su cuello abrazándolo contra mi cuerpo.

Empiezo a sollozar sobre su hombro y siento miles de fuegos artificiales que explotan en mi interior al verlo y poder sentirlo. Él parece haberse quedado de piedra ante mi arrebato pero segundos después sus brazos corresponden a mi abrazo.

Él estaba bien, lo veo, lo siento, y mi corazón se calma.

Me quedo allí llenándome de su aroma y siento como él también me abraza de igual manera. Sonrío a su espalda porque me ha correspondido y se ha quedado quieto en mis brazos sin protestar.

No sé qué hubiera sido de mí si no estuviera ahora mismo palpándolo, esta necesidad de tocarlo me estaba consumiendo viva.

—Que bueno que estás bien, que bueno que sigues aquí.—Susurro sobre su cuello y lo acaricio con la punta de mi nariz.

Siento como su piel responde rápidamente a mí y se eriza al punto de que un gemido de satisfacción sale de su garganta sin él poder evitarlo.

Me separo en contra de mi voluntad pero me quedo lo bastante cerca de él para verlo a los ojos. Me mira con una mezcla de alegría, confusión y anonadamiento que me causa ternura. Sus manos se mantienen en mi cintura y no me quita la mirada de encima.

—Leah.—Susurra con deseo mi nombre.—No entiendo. ¿Qué ocurre?

Él traga fuerte porque está nervioso con mi cercanía, pero es que no puedo mantener mis manos lejos de él.

—He muerto anoche y resucitado hoy cuando supe que estabas bien. Te juro que iba a ir por ti, pero Travis me lo impidió y...

Él me toma el rostro entre sus manos haciendo que me calle.

—Estoy bien, estoy aquí, no ha pasado nada.

Su voz me reconforta porque me asegura que no estoy alucinando.

Mi Liberación #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora