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En el lujoso barco, solo el sonido de los besos rompía el silencio

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En el lujoso barco, solo el sonido de los besos rompía el silencio. Obito y Deidara estaban tan cerca, sus respiraciones entrelazadas, los labios de Obito apenas rozaban los de Deidara al inicio, suaves, explorando, hasta que esa suavidad se transformó en una urgencia contenida, en una intensidad que ambos sabían hacia dónde se dirigía.

Las manos de Obito comenzaron a moverse, deslizándose sobre el fino kimono de Deidara, sintiendo el contorno de su cuerpo bajo la tela. Deidara con una mezcla de nervios y excitación, correspondía a cada beso dejándose guiar. La intensidad crecía y Obito, sonriendo contra sus labios, sin decir una palabra, tomó a Deidara de los muslos y lo alzó en brazos.

Un jadeo de sorpresa escapó de los labios de Deidara quien se aferró al cuello del mayor, una sonrisa iluminando su rostro mientras dejaba que Obito lo guiara. Sin despegarse ni un momento, Obito caminó hacia la habitación que había preparado especialmente para esa noche, el ambiente lleno de detalles pensados solo para él menor: luces cálidas, pétalos sobre la cama y un aroma suave que envolvía todo el lugar.

Al llegar, Obito recostó a Deidara con suavidad sobre la cama sin dejar de besarlo. Los labios de Obito se movían con firmeza, deslizándose hasta su cuello.

Eres tan hermoso.— Susurró Obito, elogiando cada centímetro de su piel mientras sus manos comenzaban a desabrochar lentamente el kimono de Deidara. La tela se deslizaba con suavidad, revelando su piel suave y clara que brillaba bajo la luz de la luna

Deidara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, la combinación de la exposición y las palabras de Obito lo llenaron de emoción.

Déjame mostrarte cuán especial eres para mí.— Continuó Obito mientras sus manos seguían desnudándolo con ternura y deseo, cada movimiento era una mezcla de cariño y pasión, dejando en claro que este momento era tanto para él como para Deidara

Deidara apenas podía contener sus jadeos, la intensidad de los besos de Obito y las caricias firmes sobre su piel encendían cada parte de su cuerpo. Sus manos temblorosas buscaron a tientas la ropa del otro, ansioso por verlo igualmente desnudo, por sentir la cercanía sin nada entre ellos.

Obito le permitió despojarlo de sus prendas, ayudándolo hasta que ambos estuvieron frente a frente, sin barreras. Las manos de Obito recorrieron la cintura de Deidara, trazando caminos lentos y firmes sobre su piel hasta llegar a su entrada, provocando que pequeños gemidos escaparan de los labios de Deidara.

Sin apartar la mirada, Obito se inclinó sobre él, retomando esos besos que nunca parecían perder intensidad. Cada movimiento era calculado, cada caricia y beso era una invitación a algo más profundo.

Obito, sintiendo que el cuerpo de Deidara se relajaba cada vez más bajo su toque, con movimientos más profundos y seguros, comenzó a deslizar sus dedos con mayor intensidad, sintiendo cómo el cuerpo de Deidara respondía ante cada estímulo. La respiración de Deidara se volvió más errática, sus gemidos suaves se transformaron en jadeos que llenaban la habitación, intensificando el ambiente.

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