108 d. C; AEGON TARGARYEN

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AEGON TARGARYEN

"Querida Aemma,

¿Cómo está el pequeño monstruo que trajiste al mundo? Espero que no le estén diciendo cosas malas de su tío Daemon, estoy determinado a ser un buen tío.

La guerra progresa y estamos ganando, pero quisiera que vengas a terminarla, sería bueno para el reino que sus Reyes demuestren su poder. Sobre todo ahora que los dos tienen dragones.

Acepta el regalo que envié para Aegon, es para celebrar su primer día de nombre. Aunque nunca se va a comparar con el regalo de Rhaenyra, pensé que Sunfyre se quedaría encerrado en la fosa toda su vida, pero es bueno que esté sanando de la pérdida de Baelon.

No mates a Otto hasta que yo regresé, quiero hacer los honores.

Firma,

Daemon."

Una pequeña mano se estiró con intenciones de agarrar el papel y Aemma lo alejó llevando la mirada a su hijo que frunció el entrecejo y le regresó la mirada con un puchero. El pequeño Aegon descansaba cómodamente pegado a la cadera de su madre como siempre, pero era demasiado curioso para su propio bien y cada vez que veía algo quería sostenerlo, y tratar de comérselo.

Las cartas del tío Daemon no se comen—besó la cabeza de su hijo.

Mamá—Aegon exclamó.

Con una sonrisa Aemma le pasó el mensaje a una de sus doncellas que se apresuró a guardarlo.

¿Hambre?—el niño parpadeo—¿Jugar?—no hubo respuesta—¿Dragones?

Un gritó de emoción se escuchó y Aegon comenzó a aplaudir, claro que quería ver los dragones. Sin poder decirle que no a su hijo Aemma pidió que prepararan a Silverwing y Sunfyre para volar. Mientras ella se cambiaba dejó a Aegon en el suelo y el niño enseguida comenzó a gatear por la habitación balbuceando como el niño hiperactivo que era, ella no dudaba en pensar que en cuanto aprendiera a caminar ese niño iba a ser el terror de los siete reinos. Cuando estuvo lista cargó a su hijo y lo amarró a su pecho con tela negra que ella misma había acondicionado como seguridad para cuando llevaba a su hijo a volar.

Madre e hijo volaron por horas, en ningún momento Aegon dejó de reír y gritar. El niño adoraba volar con su familia, tanto que ya había volado sobre casi todos los dragones de la familia, incluyendo a Meleys. Regresaron a la fortaleza cuando el niño bostezo indicando que era hora de su siesta. Aemma fue quien le cantó para que durmiera y lo puso a dormir en su cuna, cuando Aegon se durmió Viserys apareció con una sonrisa y Otto Hightower siguiéndolo.

—Escuché que fueron a volar—el hombre se acercó a la cuna para ver a su hijo—¿Cómo les fue?

—Fue emocionante—ella sonrió viendo como su esposo acariciaba el cabello de Aegon—, mañana podrías acompañarnos.

—Claro, claro—él aceptó enseguida—, Rhaenyra podría ir con nosotros también.

Otto se mantuvo alejado escuchando la conversación de los monarcas, sus ojos nunca dejando de seguir a la Reina y cada movimiento que hacía. El hombre sospechaba de ella, desde la destitución del maester Mellos e incluso antes de eso había notado algo extraño con la Reina. Su plan de hacer que el Rey desposara a su hija había sido un total fracaso y ahora que había un niño de por medio las cosas eran más complicadas. Aunque bien podría deshacerse del niño no sería algo fácil, no cuando la Reina no lo deja fuera de su vista por más de dos minutos, Aegon siempre estaba con su madre, su padre o su hermana. Nunca estaba solo con sus cuidadoras.

dear mother. (house of the dragon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora