Muerte

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Brian;

No podía dejar de pensar en todas las cosas que han sucedido desde aquel entonces, y creo que jamás dejaré de hacerlo, nunca podré superarlo o aprender del arrepentimiento.

Esto es estar muerto, pero de alguna forma sigo con vida. Cada vez que cierro los ojos, despierto en el mismo lugar, como si nuestra vida se basará completamente en un videojuego.

Al principio no dejaba de sentir la culpa, me aplastaba como si fuera un insecto letal que merecía morir, lo intenté todo. Evitarlo era imposible, o el me atormentaba de las peores maneras que, irónicamente, la muerte sería una bendición con tal de que no me castigará más.

La primera vez, salté atraves de esa ventana, caí desde esos metros de altura. Lo sentí, mi cuerpo había muerto, pero yo no. Tan pronto como desperté, me levante de la cama para darme cuenta de que nuevamente estaba vivo a mi parecer. Excepto que podía sentir el dolor agudo, experimentando lo que pasó, una y otra vez.

Tu y yo nos dimos cuenta de eso eventualmente, nos costó tiempo acostumbrarnos a la sensación, después solo era el pan de cada día para nosotros. Cada muerte que nuestro cuerpo experimentaba se reflejaba al despertar, el dolor que sentíamos en el área la cual fuimos heridos y acabados. Éramos títeres, de la manera más literal posible. Muertos, y a la vez... no.

Mi corazón palpitaba lentamente, no lo entiendo aún, ¿Cómo funciona? ¿Por qué seguía palpitando? No puedo estar completamente vivo, en ocasiones mi piel se ponía de un color que daba la impresión de ser un cadáver. Mi apariencia en veces era como la de ese chico de preparatoria, antes de ser lo que ahora me convertí.
Y otras veces, me veía tan macabro y muerto como Jack, esa cosa que vive cerca de nuestra cabaña y no deja de acosarme.

En ese momento te vi llegar, te saludé, pero como mayormente lo hacías, solo me ignoraste. Ya estaba tan acostumbrado a tu otro yo, que si me portaba bien, no mostrabas ningún interés en golpearme hasta morir. Aquí, tu y yo tenemos 2 personas viviendo dentro de nosotros, nuestra conciencia, moral y alma perdida de hace décadas, somos mejores amigos. Y la otra persona... es un asesino despiadado e inhumano que se apoderada de nuestro cuerpo a la hora de trabajar.

Pero casi nunca estabas ahí. Solo estaba ese. Ni siquiera yo podía ayudarte, siempre buscaba la manera de ayudarte, trayendo el medicamento que solías tomar debido a tu esquizofrenia. Pero no te la querías tomar, al menos ese no lo quería porque sabía perfectamente que con mucha probabilidad estarías tú.

Así que siempre que trataba de acercarme a Timothy terminaba herido si no lograba descifrar quien estaba ahí.

Con un suspiro decí dejar de pensar tanto en eso. Me puse de pie para poder bajar del tejado, siempre que necesitaba estar solo me subía al tejado de nuestra vieja cabaña. Milagro que las tejas resistían mi peso, de lo contrario me dejarían caer nuevamente y romperme el puto cuello.

Cuando bajé, entré por la puerta trasera porque no quería encontrarme contigo, sin embargo me estabas esperando, no llevabas tu máscara puesta, siempre que esta el otro la lleva puesta ya que, a mi parecer, se siente cómodo aparentando ser el asesino brutal que es... eso, o probablemente no le gusta tu cara.

Yo era lo contrario, siempre que estaba consciente de mi, me gustaba llevar mi pasamontañas sobre mi rostro. Sabes que soy un manojo de sentimientos, así que decido siempre ocultar como estos se reflejan en mi rostro. Aunque siendo honesto, 24/7 lo llevó puesto. A él y a mi nos gusta. Tal vez es lo único que tengamos en común, además del cuerpo.

Aunque mi mente siempre permanecía andando, casi nunca me escuchabas hablar. Tampoco tu lo haces, bueno, al menos ese no. Literalmente jamás, jamás lo he escuchado usar tu voz, en cambio cuando tu estas, siempre estás hablando, regañandome, quejándote, gritándole a Jack que se largue, o burlandote de los estupidos programas adultos que pasan en la vieja televisión, siempre estas hablando.

Pero como ya había mencionado, últimamente casi nunca estas, así que no hablas, y mucho menos yo, sea el otro yo, o... yo. Entonces nuestra cabaña siempre permanecía en silencio... el único sonido que la llenaba era el crujir de la madera, el viento que sacudía los árboles que nos rodeaban, y en ocasiones tus programas de televisión.

Me senté junto a ti en el sillón y me miraste con un gesto de curiosidad. No dijiste nada y seguiste mirando la tele. Yo decí quitarme el pasamontañas y acompañarte un rato.

Marble HornetsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora