* * *
Una semana había pasado desde el día en que Takemichi se había encontrado a sí mismo pertenenciendo a un grupo —si bien las gentes de ahí se referían a este como "manada", algo que él suponía que estaba estrechamente ligado a sus subgéneros— repleto de Alfas y Omegas que le había trastocado totalmente la vida. De hecho, Takemichi había necesitado todo ese tiempo para asimilar lo irreal de su situación, transformado en Omega de la noche a la mañana y conviviendo con un puñado de extraños mientras se alejaba más y más de su hogar. Una semana e incluso después todavía no lograba interiorizar el hecho de que sus amigos, su trabajo y su futura esposa a la que se había prometido con toda su honestidad estaban ya en un punto inalcanzable para él como Omega.
Ya no podría ser capaz de vivir una vida digna sin la protección de esta manada; si si quiera tratase de escapar para regresar a donde pertenecía, su vida se vería arrebatada por cualquier cazatesoros, pirata, vandido o mercader que se cruzase por su camino. La mera idea de no ser ya dueño de su propio cuerpo le hizo volver a gemir de desolación.
La misma desolación que había estado empapando ese mismo carro que le había estado cobijando durante los últimos días. Takemichi no había sido demasiado consciente de su alrededor, porque en su intento de rehuir la realidad y sentirse mínimamente reconfortado había estado durante todo ese tiempo tratando de fundirse con las pieles y mantas repartidas por ese carruaje; ya que, por alguna razón, ese espacio pequeño, oscuro, cálido y suave le producía un confort que jamás había sentido antes. Aun así, Takemichi fue mínimamente consciente de que la manada, dado su carácter nómada, había estado moviéndose a alguna parte, y él había sido colocado en un carro para viajar cómodamente, no solo por su situación anímica, sino que también por la condición de sus pies quemados. Si bien seguía sintiéndose ajeno e incómodo con el lugar, Takemichi había apreciado humildemente el gesto.
Las telas que cubrían la entrada al pequeño interior del carro fueron apartadas por un momento, mientras una mata de pelo rubio asomó. El chico recién llegado sonrió a Takemichi, y este le dedicó una sonrisa suave de vuelta.
El chico era un Beta de alrededor de la edad de Takemichi. Tenía un lacio pelo rubio que había sido cortado en la parte inferior para crear un peinado que él jamás había visto; también, llevaba un arete de plata en una de sus orejas. Aun así, lo que más había llamado la atención de Takemichi desde que lo había conocido unos pocos días atrás habían sido sus preciosos ojos verdeazulados, unos que siempre miraban a Takemichi simpáticos y alegres. Ese era Chifuyu, el Beta que Shinichiro le había asignado para que se encargase de él y de mostrarle cómo funcionaba todo allí.
Este, ya no tan cauteloso como lo había sido la primera vez que trató, pero por alguna razón que él no comprendía dudó en entrar en el espacio residido por Takemichi, ingresó sin pena en él y le saludó. — ¿Cómo te estás sintiendo hoy, socio? —con una pequeña risa, llena de jovialidad dirigida a que Takemichi se sintiera a gusto—. A estas alturas mis entrañas me dicen que ya deberías estar sintiéndote mejor.
Takemichi le lanzó una mirada mientras una sonrisilla crecía por su cara. Chifuyu, mirándole con esa sonrisa juvenil y agradable suya, había conseguido durante días hacer que Takemichi simplemente se sintiera como si hubieran sido amigos desde siempre.
Al principio, Takemichi se había sentido un poco cauteloso a su alrededor, pero había acabado pensando que simplemente ese chico no tenía la culpa de ninguna de las injusticias de su situación. Incluso cuando el Beta le hubo dicho oye, siéntete libre de hablarme con libertad, al fin y al cabo tenemos la misma edad, socio y le llamó descaradamente su compadre, Takemichi solo se rió y no tuvo el corazón de denegarle nada. Recordaba sin dificultad la expresión de ganador pícaro que el tipo había puesto después de sacarle una sonrisilla.
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El cielo en tus ojos | AllTake
FanfictionTakemichi es un pueblerino Beta, que tiene una vida normal, hasta que un día un incidente le hace correr al bosque. Allí se encontrará con Mikey, un imposible caso de Alfa Dominante. En ese encuentro algo cambió en Takemichi. Así, cuando vuelve en...