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—Creo que fue de los primeros en llegar. — mintió, sujetando su brazo. —Te ayudaré a buscarlo, Lewy.
—No es necesario. — se alejó de manera respetuosa de la fémina, pues su brillante mirada al fin conectó con la que tanto deseaba. —Ya lo encontré. ¡Nos vemos, Anna!
Robert cada día que se encontraba con Pablo, afirmaba la creencia de que los ángeles cayeron del cielo, ¿O solo era él que había muerto y el español lo esperaba así de bonito para guiarlo al cielo? No lo sabía, pero definitivamente prefería quedarse con la imagen que le daba; Gavi con una ladina sonrisa mirándole desde la planta alta, esperando al polaco como si las escaleras fueran lo único que los separaran.
—Rob. — dijo el sevillano apenas tuvo al más alto frente suyo, incluso, de forma inevitable, ampliando más su sonrisa. —Te ves bien.
—Y tú eres la definición de preciosura, niño. — respondió de igual modo el de ojos celestes, acercándose con discreción para romper la lejanía entre sus cuerpos. —Aunque...Tú y yo debemos hablar.
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En otra zona de la gran casa, se hallaba la pareja de ojos claros subiendo a la planta alta. Mejor dicho, Dybala lo hacía, y Leandro únicamente lo seguía sin comprender a dónde quería llevarlo.
—¡Che, joyita! ¡Aguanta un toque!— levantó la voz Paredes, pues el tumulto de gente en la habitación le impedía acercarse a su chico.
—¡Lean!
—¿Rodri?
—¡Leo!
—¡Rodrigo!
Ambos amigos comenzaron ese pequeño juego entre ellos antes de abrazarse cómo si en años no se hubieran visto. De Paul le sonrió dándole una palmada amistosa en el hombro antes de preguntarle por su presencia en el lugar, ya que no era habitual verlo en estás, pero si en otras más extremas.
—Acompaño a Paulo. — respondió como si eso dijera todo, y así fue.
—¡No hermano! ¿Era posta?— inquirió el más bajo entre grandes risas, pues tal vez estaba un poco pasado de copas.
