Lunes 8 de septiembre, Manhattan, USA.
Hay personas a quienes la vida les sonríe y otras a quienes, a pesar de tener un IQ sobresaliente y una prometedora carta astral, tienen una habilidad inigualable para meterse en problemas. Por más que lleve una vida ordenada, programe mi alarma dos horas antes de salir, cruce por el paso peatonal y siga las recetas de cocina al pie de la letra (soy una especialista en crema bávara de kumquat con pistache), parece como si perteneciera a esa categoría de personas cuya vida siempre está llena de imprevistos.
Sin embargo, mi horóscopo es optimista:
Piscis: esta semana todo saldrá bien, ¡aprovecha! Trabajo: ascenso a la vista, ¡ve por él! Amor: Venus te ofrece la combinación ideal: pasión + sentimientos, ¡no dejes pasar la oportunidad! Salud: ¡estarás resplandeciente! Tengo ganas de destrozar el periódico, toda esa bola de mentiras, y de lanzar los pedazos por toda la habitación, pero probablemente me ganaría los regaños del gerente del hotel, así que me conformo con lanzarlo a una esquina del bar, lo
más lejos posible. Si ese periodicucho dijera la verdad, estaría escrito:
Piscis: todo salió bien la semana pasada, ¡espero que hayas aprovechado porque ya se terminó! Trabajo: conseguiste una pasantía muy valiosa pero tu incompetencia hará que te echen. Prepárate para regresar a casa de papá y mamá en el primer avión a Francia. Amor: Venus te ofreció al hombre de tus sueños en bandeja de plata pero tú lo dejaste ir, ni modo. Salud: los tres kilos que habías perdido están regresando e instalándose en tus caderas.Anthony, el mesero, volteó al escucharme lanzar un suspiro desde el fondo de mi alma. Él es un hombre robusto con actitud paternal y, con un aire lleno de compasión, me sirve otra taza de café. Con el estómago hecho nudo por el enojo, no pedí nada de comer esta mañana. A pesar de mis protestas, Anthony pone frente a mí una canasta de croissants calientes, al igual que una hogaza de pan
integral, un surtido de mermeladas, miel de lavanda, jugo de naranja y queso blanco. El Sleepy Princess, situado en un callejón poco frecuentado de Manhattan, no es más que un hotel de dos estrellas, pero uno es atendido como si fuera de la familia real. Y Anthony, a quien le encanta mi acento, se esmera en prepararme cada mañana un delicioso desayuno a la francesa.- Nada como una buena comida para ahuyentar los males de amor, me dice
con un guiño.- Esto no tiene nada que ver con un mal de amor, digo a la defensiva. Estoy cuidando la línea, es todo.
- Tu línea es magnífica, responde agregando frente a mí un tazón de frutos secos. Y en los cuatro días que llevas aquí, nunca habías ignorado tu plato hasta que ese hombre salió de tu habitación hace rato. Así que concluyo que te rompió el corazón.
Finalmente cedo y poro poco me ahogo con mi croissant. El pequeño pasillo que lleva a mi habitación (y solamente a mi habitación) desemboca directamente en la sala. Por lo tanto, durante sus horas de servicio en el bar, Anthony es el único testigo privilegiado de todas mis idas y venidas, al igual que las de todos mis visitantes, para mi gran vergüenza...
Por orgullo, por pudor, dudo en responderle. ¿Qué podría decirle, de todas formas? ¿Cómo explicarle?
Probablemente tienes razón, Anthony: tal vez sí sea un mal de amor. ¿Pero en
verdad puede alguien hablar de amor cuando acaba de acostarse con un desconocido? Sí, eso es lo que hice, Anthony: pasé la noche en los brazos de un hombre al que conocí tres horas antes. Sin embargo, te juro Anthony, que no acostumbro hacer eso. A mis 24 años, sólo he tenido dos novios en mi vida; soy tan bien portada que a veces me asusto. Pero ese hombre, Anthony, ese hombre... Nunca había conocido a alguien como él. Estar entre sus brazos me parecía lo más natural del mundo. ¡Era tan tierno, tan apuesto! Paseó sus labios suaves y cálidos por cada centímetro cuadrado de mi piel. Sólo tuvo que deslizar su mano entre mis piernas para que me abriera como una flor. Lo besé, lo acaricié, murmuré su nombre... luego lo grité cuando me hizo llegar al orgasmo. Pasé la noche más maravillosa de mi vida y él se fue al alba mientras que yo dormía.
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Abrazados
Teen FictionHechizante. Abrumador. Apasionada. Es el multimillonario más sexy del mundo... y soy yo quien lo desea. Hay algunas personas a las que el mundo siempre sonríe, y otras que, a pesar de un coeficiente intelectual honorable y una ascendencia astral pro...