¡Hola!
¿Cómo están?
Les comento que esta historia ya la había publicado, pero la borré porque tenía ciertos resquemores acerca de cómo estaba escrita.
La he editado y vuelto a subir. Espero les guste.
A esta historia le siguen otras dos que escribí y que subiré después de editar.
El hijo
A pesar de una guerra inminente, el hogar de Ginny Weasley el día de hoy es paz y tranquilidad. El clima es perfecto, todo está limpio y su pequeño bebé duerme apaciblemente en su habitación. Pareciera que nada ni nadie podría alterar sus ánimos, o eso al menos creía ella.
A eso de las tres de la tarde subió lentamente por las escaleras para ordenar la ropa recién planchada de su hijo. El pequeño Alexander tenía un montón de prendas que habían sido regalo de sus abuelos y tíos, aunque Ginny no se quedaba atrás en comprarle ropa adorable a lo más preciado que tenía en su vida.
El infante no se demoraría en despertar de su siesta, por lo que, su madre debía ser silenciosa, pero a la vez eficaz en terminar la tarea. Alexander era, al igual que la mayoría de los bebés, un pequeño demandante: jamás deseaba estar solo y exigía la atención de su madre en todo momento. Además, como ya estaba tomando un poco de valor e independencia, no se le podía quitar los ojos de encima para evitar que le ocurriera cualquier accidente.
El pequeño resultó ser una sorpresa que se presentó cuando apenas llevaba tres meses fuera de Hogwarts y, en una primera instancia, su reacción no fue nada positiva. Tenía razones para estar completamente devastada: era demasiado joven para ser madre y en el Mundo Mágico estaba por comenzar una guerra (que bajo su perspectiva era estúpida), en la que seguramente se vería involucrada. Sumándole a ello, había mantenido una no sana y tampoco estable relación con el papá de Alexander y por nada del mundo deseaba volver a tener contacto con él. El principal motivo: Harry Potter, el padre del bebé que llevaba en su vientre, era un mortífago. Ojalá las cosas hubiesen sido diferentes, pensó en aquellos momentos. Le costaba asumirlo, pero muy en el fondo de su corazón, aún sentía cosas por aquel imbécil. A pesar de su relación inestable y secreta con aquel hombre, su corazón había terminado traicionándola.
Ojalá los prejuicios no fueran tan importantes. Ojalá el Mundo Mágico no estuviese marcado por ideas tan retrógradas.
Terminó de subir el último escalón y los frutos de su esfuerzo terminaron yéndose por el drenaje. La ropa del pequeño bebé quedó esparcida por casi toda la entrada de la habitación cuando su madre observó lo qué sucedía allí y sin su conocimiento. Alexander estaba siendo arrullado ni más ni menos que por su padre: Harry Potter. Tenía muchas preguntas y esperaba fervientemente que el hombre se las respondiera todas.
Harry poseía cabello azabache, ojos verdes, piel olivácea y, lo peor –según Ginny–, era mucho más alto que ella. Para la joven aquella característica era la más negativa, pues su fuerza terminaba siendo superior y su masculinidad la intimidaba. Bueno, en realidad aquello le atraía, pero no lo iba a decir a viva voz, sobre todo porque eso aumentaría el ego de Potter, asimismo, por ahora estaba intentando no verse involucrada sentimentalmente con él otra vez. Sin embargo, seguramente él ya lo sabía. Siempre que estaban en Hogwarts se aprovechaba de las reacciones que tenía la joven pelirroja con él. Tenía conocimiento que estaba completamente cautivada por su apariencia y forma de ser. Por lo tanto, sus encuentros jamás fueron esporádicos. Había sido un milagro que su pequeño retoño no hubiese hecho aparición antes.
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El hijo
FanfictionA pesar de una guerra inminente, el hogar de Ginny Weasley el día de hoy es paz y tranquilidad. El clima es perfecto, todo está limpio y su pequeño bebé duerme apaciblemente en su habitación. Pareciera que nada ni nadie podría alterar sus ánimos, o...