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LYDIA

—¡Ahhhh! ¡Hugo! ¡Fueraa!

La pequeña iba chillando, desesperada, escapándose de Hugo que la perseguía agotado.

Cuando entró en la casa, resoplando, me levanté automáticamente y gracias a los cielos que ya estaba vestida porque sino me podría haber muerto ahí mismo, aunque lo cierto es que no se dio cuenta de mi presencia.

—¡Jaxton! ¿Puedes hacer el favor de encargarte de tu diablilla en miniatura? ¡Por favor!

Jaxton dio un respingo en cuanto comenzó el alboroto y, mientras yo me hacía a un lado para no estorbar, se apresuró en salir hacia la zona de las habitaciones, para alcanzar a la niña que seguía dando gritos como loca.

No entendía nada, ¿de dónde había salido esa cría? Y por unos segundos una sensación de pánico me invadió, obstruyendo mis pulmones. ¿Es suya? ¿Es su hija?

Intenté no adelantarme y no suponer nada, podía ser... yo que sé... su prima...

"Pero ha dicho 'tú diabililla'. Suya"

Conciencia, no ayudas.

"¿Y desde cuándo es esa mi función?"

Jaxton ya había desaparecido por el pasillo y no tenía ni idea de qué hacer. Me quedé estática, a los pies del sofá, hasta que Hugo se giró y se percató de que yo también estaba en la casa.

Pasó sus ojos por mí y luego por el sofá y, al ver los cojines todos descolocados y alguno tirado por ahí, casi se atraganta.

—Lydia...— tartamudeó, incómodo. Bueno, al menos ya éramos dos— Hola, no te había visto, perdona.

—Hola— le devolví el saludo sin moverme, intentando esbozar una sonrisa sincera pero estaba nerviosa.

—Perdona todo esto— y movió la mano para hacer referencia a los gritos, tanto los chillidos agudos de la pequeña, como los graves de Jaxton, que al parecer debía de estar luchando con la niña para que quitara el pestillo a una puerta.

Volví a sonreír intentando simular que no pasaba nada y debió de creérselo porque empezó a explicármelo como si ya estuviera al tanto del tema, cosa que claramente no era así.

Y me empecé a dar cuenta de una cosa, no conocía de nada a Jaxton, de hecho, hasta hace un momento al parecer ni siquiera sabía su verdadero nombre.

—Ya le hemos dicho mil veces a Meg— ¿Quién es Meg?— ...que deje de presentarse aquí para dejarnos a Lou— ¿quién es Lou?— pero claro, hace siempre lo que le viene en gana— parecía exasperado y yo no sabía qué decirle así que opté por asentir— Pero es que hoy ha sido el colmo. He llegado al portal y, literalmente, me ha lanzado a la pequeña para que se la pasara a Jax, como si esto fuera el juego de la patata caliente. ¡Pues yo estoy harto de estar siempre en medio!

Aquella última frase fue la que me hizo reaccionar. La niña era de Jaxton. La madre era Meg. La pequeña se llamaba Lou. Y Hugo siempre acababa liado entre todo el jaleo que ellos dos se traían.

El estómago de pronto me pegó una enorme sacudida y sentí nauseas. Me había metido en medio de una familia y, por muy disfuncional que fuera, no iba a permitirme hacer eso. No. Es que ni muerta.

Empecé a recoger mis cosas a toda prisa, intentando no soltar ni una lágrima.

¿Cómo podía no haberme dicho que tenía una hija?

Cuando Hugo se dio cuenta de mis prisas, me frunció el ceño y se adelantó un paso, cruzando el salón.

—No tienes que irte— me recalcó intentando retenerme— Siempre están igual. Ya verás que en unos minutos Jaxton ya ha logrado domar a la fiera y le pondrá cualquier cosa en la tele para que se calme antes de irse a dormir.

Y si llueve, petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora