Prologo

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"Por eso me mando a llamar. Usted me toma muestras de sangre porque

sabe que voy a ser la próxima en morir. ¡Claro!

Como yo soy ahora la más pequeña, me toca morir la primera."

Las temblorosas palabras que Lucy, la pequeña de solo siete años dirigió hacia uno de los doctores del orfanato.

Desde hace ya cinco meses el deprimente orfanato de la Señora Duplessis, (ubicado en el planeta Ishii) empezó a perder a sus niños uno a uno con un margen de cinco días, y en orden ascendente de edad; algunos de los cuidadores pensaron que se trataba de una extraña enfermedad contagiosa que se encontraba en el aire del planeta, otros pensaban que era algo que solo sufrían los niños de aquel orfanato.

Pero mientras todo ello tenía lugar, el pequeño Amarjeet Chui, de ocho años esperaba los resultados de las pruebas que los médicos del orfanato les habían hecho a los niños, con una gélida sonrisa en el rostro. Él es el único testigo de todas las tragedias, y el único que sonríe.

***

Bajo el cobertor del pequeño tipi yacía un jovencito de boca amarilla y generosa, cabello azabache, ojos rasgados de color violeta, con el rostro redondeado de la juventud... Una figura a la que le faltaba la velluda cualidad de la tradición de la especie Ishisti, aunque no presentara tampoco la piel escamosa de un príncipe Ishtariano. La estancia sugería la existencia de una fuente y un movimiento tras ella: una figura de grandes dimensiones, con patas de cabra y una lengua alargada, había surgido del arco de la entrada y había penetrado en la estancia, y la luz surgía de allí. La luz revoloteó por toda la estancia, investigando, buscando. Había un sentimiento de amenaza en ella, una inquieta insatisfacción.

Evitó al muchacho dormido, hizo una pausa en el ozan para la lluvia en lo alto del tipi de acampar del orfanato, exploró una protuberancia en los pliegues de las aletas por donde el humo sale y el (lining), el revestimiento interior que adornaba las asperezas de las paredes de pieles desnudas de la tienda.

Luego la luz volvió a apagarse. La figura cornuda se movió, traicionándose con un roce de sus patas peludas, y se situó a un lado del arco de la entrada. Cualquiera que estuviese al corriente de la rutina de los demonios Vigilantes habría sospechado inmediatamente que se trataba de Iblis Satán, rey del infierno Número Nueve, antiguo ángel de la mañana y guardián secreto del dios huérfano que un día investiría el manto de su ancestro, el oscuro dios Raipwenlake: "Así debe de ser si lo que deseas es que el muchacho te otorgue todo el poder de un dios qué te ha sido negado por "YHW" y por Grindel" —Habían sido las palabras del brillante Semihaza.

-Satanás: ¿La gente tiene miedo de ti, Amarjeet?

-Amarjeet Shiro: Sí.

Rozó la cálida superficie de su tridente mágico antes de devolverlo a su cinto. Aquel tridente lo irritaba, aunque reconocía que dependía de él. Se trataba de un útil artilugio creado por Angra Mainyu para él tras su destierro del planeta Shamayim, un instrumento divino canalizador que detectaba la presencia de seres divinos a partir de un determinado poder mágico-divino. Sólo había revelado la presencia del muchacho y la niña junto a él.

-Satanás: ¿Quién tiene miedo de ti, Shiro?

-Amarjeet Shiro: Las hermanas Papin.

-Satanás: ¿Y por qué tienen miedo de ti, las hermanas?

-Amarjeet Shiro: Porque les hago mucho daño.

Satanás sabía que sus pensamientos y emociones eran como los agujeros negros. Jamás había podido dominar su inquietud interior, y eso le había costado "la expulsión". Algún poder más grande que él controlaba aquel movimiento. Malditos dioses, pensó. Allí yacía el imán de sus sueños de grandeza. Allí yacía la riqueza de su supremacía y autoridad secular, y el más poderoso de todos sus talismanes místicos: la divina autoridad del legado religioso de Raipwenlake. En aquel muchacho -Chui no Amarjeet Shiro- se concentraba un pavoroso poder. Mientras el viviera, su propio sueño de poder, viviría en el. Con un ancestro como el suyo, como no iba de ser.

Hiroki ChuiWhere stories live. Discover now