Rhaenyra Targaryen.

347 42 1
                                    

Nací a la par que una estrella caía. Desde mi temprana edad fui tratada como si fuese una auténtica princesa, pero las princesas no me gustan…yo quería ser reina.

Para mi padre y mi madre, a medida que iba creciendo y que no conseguían un varón, supongo que me volví un dolor de cabeza. Notaba en ellos sus miradas, era como si pudiese leer sus pensamientos "solo si hubieras nacido hombre".

Mi madre atravesó una gran crisis, recuerdo que cuando tenía ocho años ella ni siquiera salía del cuarto. Por más que mi padre intentase gestionar eso, no consiguió mucho. Tuvo que marchar un año entero con su familia y volver recargada de fuerzas.

Fue ese año en el que yo comencé mis pequeñas aventuras. Corría por el castillo, salía por las puertas traseras y me dirigía hacia el pueblo. Las primeras veces no me atrevía a entrar, pero una vez lo conseguí toda mi vida cambió.

"¡Eh tu, chico! ¡Juguemos al fútbol!" Fue la primera frase que me dijo el padre de mis hijos, allá cuando tenia diez.

Harwin era tres años mayor que yo, de considerable altura y alguien pese a su edad, fornido. Su sangre olía a pan recién hecho, algo que me estaba dando un hambre impresionante. Me fui corriendo de ahí para no volver, la sensación de que le quería hacer daño solo para conseguir su sangre me perturbó.

Tenía 15 años cuando nuevamente bajé al pueblo. Recuerdo mis pies sobre el suelo repleto de nieve, recuerdo las copas de los árboles blancas y los tejados.

Aquel pueblo era pequeño, donde vivían tal vez unos trescientos habitantes, todos de origen humilde. Había una tienda de todo sin embargo: alimentación, carnicería, pescadería, panadería, restaurante, cafetería y había una tienda que específicamente me llamó la atención: herrería.

Como sea Harwin era panadero, igual que lo fue padre, su abuelo. Honestamente ni siquiera entré a aquella tienda, me daba total miedo meterme a interiores desde que recibí varias miradas amenazantes.

"¿Quieres una, muchacho?" Escuché alguien preguntarme. Cuando me giré, vi a un hombre vendiendo frutas, me estaba tendiendo una naranja.

"Gracias" la cogí y sonreí, momento en el cual se dio cuenta de que soy una chica. Juro haber visto como toda su sangre se le iba a la cara. Esto me hizo reír.

"Me…me llamo Criston. Pásate por aquí siempre que quieras algo" me dijo, y yo asentí sonriendo.

Supongo que en un lugar así los nuevos son conocido, yo sin embargo no era nueva.  Y juro que me sentí completamente hipnotizada cuando ese chico alegre y de cabellos oscuros y rizados salió de la panadería cargando una caja.

Le sonreí algo avergonzada, recibiendo de él una sonrisa de vuelta aunque se tuvo que marchar. Subía la última caja hacia la furgoneta.

Le seguí de lejos sorprendiéndome a mi misma por mis capacidades de igualar la velocidad de un coche a la hora de correr, inclusive si me esforzaba podía superarlo, pero no hacía falta.

Al parecer la familia de Harwin llevaban productos directamente hacia nuestro castillo. Supongo que tiene sentido, al fin de cuentas los sirvientes y empleados se alimentan.

Decidí entonces acercarme a él, sin esa capa que me escondía el cuerpo, dejando ver mi vestido rojo.

— ¿Me temes? —cuestioné por mera curiosidad, mientras me posicionaba a su lado.

El chico alzó una ceja mientras bajaba la otra caja, luego se giró para verme. Estuvo quieto varios segundos, yo también. Era una conexión de miradas que me hizo sonreír y que nuevamente le hizo imitarme. Fue como si supiéramos que terminaríamos juntos, como si el destino nos hubiera abierto los ojos. Yo le quería para mi.

HOUSE OF BLOOD -  VAMPIRE AU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora