Parte VIII (Final)

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A los minutos después, el maître de Le Poêle se presentó ante la pareja de clientes V.I.P. seguido de todo el personal de la cocina. El chef jefe, los chef de los sectores fríos y calientes, los ayudantes de cocina, el pastelero de reemplazo y hasta los coperos.

—Seba —Murmuró el omega con apenas un hilo de voz, al reconocer al pastelero de blanco uniforme.

Quiso correr a abrazarlo, darle un combo en la mandíbula y besar sus labios, todo al mismo tiempo. Ver a Sebastián le trajo la más grande de las alegrías pero que se vió terriblemente opacada por la situación.

—Me sorprende verte aquí, aunque no me sorprenden tus motivos…— le habló Emir con su firme tono de voz.

El pastelero, con las manos atrás y una postura altanera, le sonrió desafiante. ¿Acaso ese beta no era consciente de su posición inferior ante un alfa?

—Retirense todos…—le habló al maître— Ya encontré a quien buscaba.

El resto del personal, incluyendo al maître mismo, se retiraron en completo y temeroso silencio, muchos no entendían lo que estaba pasando entre el cliente ricachón y el pastelero que solo iba a trabajar por ese día.

—¿Qué estás haciendo acá? —Manuel preguntó nervioso.

—Perdóname Manu, pero no quiero que te emparejes con este alfa ni con ningún otro. Te amo y quiero que estés conmigo —respondió.

—Él te preguntó qué estás haciendo acá, ¿Acaso no escuchaste bien? — preguntó con su actitud desafiante de alfa.

—Vos pediste a los mejores cocineros de la ciudad de Buenos Aires. El mejor chef trabaja en este restaurante y el mejor pastelero se encuentra en una confitería cercana. El maître solo acató dicha petición, y de forma profesional, pidió prestado al pastelero solicitado. Por eso estoy acá —le contestó a Emir y luego se dirigió a Manuel— Encontrarme con ustedes, solo fue coincidencia. Bueno, coincidencia a medias, porque me enteré que su cena romántica sería en este lugar, y premeditadamente, estoy dispuesto a interrumpirla por el omega que amo con cada fibra de mi ser.

Manuel se agarró el pecho para evitar que su corazón saliera disparado, hacía más de diez años que no sentía un flechazo de amor tan fuerte como este. Sebastián, como si fuese un caballero de brillante armadura le venía a rescatar de un destino que no le haría feliz.

—¿Tú sabías algo de esto, Manuel? —Emir le preguntó de forma intimidante.

El omega agachó la cabeza, porque fue rápidamente sometido por el hedor amargo y la voz autoritaria del alfa. Tuvo tanto miedo que perdió toda la ilusión que Sebastián le hizo sentir, ese beta no sería capaz de enfrentarse a esta fiera, a este alfa adinerado y furioso. Porque al igual que los destinados, este rescate de cuentos de hadas no era más que pura fantasía.

—¡Che, la bronca es conmigo, déjalo en paz! —defendió el de anteojos con firmeza.

Emir se colocó de pie y se paró en frente del pastelero, quien a pesar de ser un par de centímetros más bajo, no agachó ni por un instante la mirada.

—Mírate Sebastián, allí parado de forma canchera y con las manos atrás para que ninguno de nosotros se de cuenta…—sonrió el alfa mostrando el filo de su dentadura—  Estás temblando, beta. Puedo oler tu miedo y créeme que me estoy esforzando para no perder el control porque ¡Si hay una cosa que odio es que me traten de weón!

Manuel, encogido sobre su silla, alzó temerosamente la mirada hacia Sebastián, percatándose del incontrolable temblor en sus manos, las cuales ocultaba detrás de su espalda. El rubio estaba tan asustado como él.

Sweet Vanilla [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora