Uno.

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"¿Me amas lo suficiente como para que pueda ser débil contigo?"

-Tienes que dejar de huir -le digo con una expresión de frustración.

La veo dar un par de vueltas en su lugar ansiosa, hasta que para y se sienta a mi lado. Noto que con dificultad traga el nudo que tiene en la garganta, no sé de donde venía esta crisis pero lo único que quería era calmarla.

-Lo sé -me dice en un hilo de voz- pero tengo miedo.

Tomo una de sus manos inquietas para acariciarla.

-¿Miedo? -digo en un tono suave, quería que se abriera conmigo, necesitaba que dejara de esconderse, lo que más quería en el mundo es que se sintiera segura.

-Si -la veo bajar la mirada como si se sintiera avergonzada- simplemente ya no recuerdo como era la vida antes de ti.

Hablaba en susurros, muy impropio de ella y de su personalidad enérgica.

-Bueno, no está entre mis planes alejarme -le respondo en un tono seguro tratando de reconfortarla. Además de ser la verdad.

-Me aterra vivir lo mismo de siempre, y siento que cada paso hacia adelante contigo es estar uno más cerca de la despedida. Me aterra haberlo hecho tantas veces y me aterra porque estoy segura que esta vez no podría recuperarme. -dice finalmente sin mirarme.

Y la escucho; es más, la entiendo. Porque no quisiera concebir la idea de que existiría algún día una despedida.

-No será así -Paso mi pulgar por el par de lágrimas que caían de sus mejillas. Mi garganta escocía buscando las palabras correctas, a veces el amor por ella era abrumador; eso si, de una buena manera. Nunca había sentido tal vigor en mí como cuando se trataba de lo que sentía por ella.

Llevé una de mis manos hacia su rostro para levantarlo, necesitaba su mirada en mí. -No pienso ni por un momento desaprovechar la maravillosa oportunidad de ser parte de tu corazón, si tan solo pudieras entender tu huella en mi, si pudiera mostrarte como era antes lo haría. Tan solo para que te des cuenta de que ser amado por ti es el más grande de los privilegios y no te voy a soltar, no si tú no lo quieres.

Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas con más intensidad pero sus ojos verdes antes tristes ahora tenían un hermoso brillo. Nunca me cansaría de mirarla, de presenciar la intensidad de sus sentimientos.
Ella era una fuerza, si amaba lo hacía de verdad. Lo veía todos los días, cuando cuidaba y consentía a sus hijos, cuando apoyaba a sus amigas, cuando escuchaba los consejos de su hermano, cuando se entregaba con pasión en su trabajo, y cuando me miraba con esos ojos que parecía que me atravesaban todas las células de mi cuerpo hasta entrelazar su alma con la mía.

-A veces no puedo creer que te tengo -digo mientras le acomodo un pequeño mechón de su rubio cabello detrás de la oreja.

Ella suelta una pequeña risita.

-Yo no me imagino en un lugar más perfecto que a tu lado. Dices que yo deje una huella en ti pero no alcanzas a ver que te convertiste en una parte de mi irreemplazable, y que cada vez que estás lejos mi corazón se vuelve pedazos, va más lento, como si el mundo se detuviera porque no quiere seguir sin ti.

Acaricio su rostro empapado, ambos teníamos los sentimientos a flor de piel, no había persona con la que me sintiera más cómodo como con ella, y se que era una sensación recíproca.
Me gustaba que fuera así, sin mascarás y vulnerables, expuestos el uno ante el otro.

-Te amo -Me inclino un poco para darle un beso suave, lento, quería que sintiera la magnitud de lo que había en mi interior.
Ella poco a poco se entregó y enredó sus brazos en mi cuello profundizando el beso, su lengua acaricio la mía como terciopelo hasta que la falta de aire hizo que nos separáramos.

-Yo también te amo -susurró- prometo no huir más.

Sonrío sobre sus labios, nuestras frentes seguían pegadas, mientras que mis brazos la abrazaban por su pequeña cintura.
Ella se acomodó para quedar recostada sobre mi pecho.

-Está bien porque siempre estaré buscándote, y te voy a encontrar cada vez. ¿Entiendes?

-Eso creo -dijo haciendo un pequeño puchero, se sentía tan bien tenerla conmigo.

-Cuéntame -empecé a hacer pequeñas caricias en su cabello.

-Yo me cuido sola -dijo con vehemencia tratando de parecer ruda pero irónicamente lo que salió de ella fue un tono tan dulce que la sentí pequeñita.

Sonreí.

-Lo sé -le dije, porque lo sabía, no había conocido nunca antes a una mujer como ella; decidida, de carácter, podía con todo y conseguía todo lo que deseaba -lo haces, pero ahora yo también te cuido.

-Nos cuidaremos los dos.

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⏰ Última actualización: Feb 07, 2023 ⏰

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