Escucha la risa descarada del más alto detrás de él y su garganta se tensa por la ira, la bruma mental hace que ahora desee romperle el bonito rostro a su querido amigo.
Sin embargo no lo hace, en su lugar voltea y le da un empujón al pelinegro lo suficientemente fuerte para descolocarlo.
-"¿Qué te pensás hijo de puta?"- protesta el castaño mientras golpea el hombro del pelinegro -"¿Que te podés burlar de mi?"- reclama, pero en realidad no está hablando de nada en particular, simplemente siente que la actitud de Iván esa noche es insoportable.
Habían estado teniendo roces recientemente, era extraño; ambos sentían que las últimas semanas había algo más en el ambiente cada vez que interactuaban. Lo notaban, pero no hacían nada para arreglarlo.
Al principio era algo bueno, diferente, se sentía bien, poco a poco fue haciéndose más notorio y evidente. Aún así, ambos se rehusaban a hablar al respecto.
Con el tiempo se convirtió en un algo que simplemente estaba ahí, visible, estorboso, un algo con lo que ninguno de los dos parecía querer lidiar. Así, al cabo de un par de semanas se encontraron un poco más irritables el uno con el otro, un poco más renuentes, un poco más frustrados al interactuar, y ninguno se explicaba el por qué; o más bien, en el fondo sabían por qué pero no querían asimilarlo.
Ellos sólo dejaron que el problema creciera tanto que finalmente explotó.
Un par de palabras pasivo-agresivas por parte de Spreen, un Carre a la defensiva que no se lo tomó bien, y ahí estaban ellos, a punto de llegar a los golpes.
-"No pienso nada, vos hacés un re drama por todo, no es mi problema que creas que me estaba burlando"- escupe el pelinegro en respuesta.
Ahora sí, Rodrigo está seguro de que Iván lo hizo llegar a su límite, siente unos inmensos deseos de golpear la mandíbula de su amigo; pero no lo hará aunque las ganas no le falten, porque hacerlo sería cruzar un límite que definitivamente no quiere cruzar.
Entonces decide darle una advertencia y lo empuja una vez más, con una fuerza que ni él sabe de dónde salió, haciendo que el más alto se tambalee hacia atrás.
Este suelta un quejido al chocar de espaldas contra la puerta cerrada, se había quedado de pie frente a ella una vez que la discusión en la sala se intensificó y ambos acordaron retirarse a la habitación del castaño para no molestar a los demás invitados de la fiesta.
Iván siente algo expandirse por su pecho al ver que Rodrigo se aproxima con un semblante duro y definitivamente enojado; y decide que ya no le importa, si él quiere que la discusión se vuelva física, que lo haga.
-"Ya cerrá el orto Iván"- le dice el castaño mientras lo mira directo a los ojos, Rodrigo nunca le había dirigido una mirada así de intensa, tan cargada de emociones.
-"Y si no, ¿qué me vas a hacer?"- contesta Iván desafiante, susurrando pero con perfecta claridad.
En todo el semblante de Iván es visible un aparente enojo. Ceño ligeramente fruncido, la mandíbula apretada, los labios presionados en una línea recta, su respiración cada vez más notoria e incluso se puede ver en sus ojos un reflejo del control que que siente de la situación, quizá incluso con un asomo de emoción. Tal vez pensando que si hubiera que enfrentarse físicamente tiene la victoria asegurada; y es esto lo que hace que Rodrigo desee borrarle esa estúpida mirada de suficiencia.
Está cansado de dejar que Iván siga provocándole tantas cosas.
Sube una de sus manos para sujetar al pelinegro por ambas mejillas y atraer su rostro, con la intención de hacerlos quedar a la misma altura, los labios de Iván se fruncen ligeramente por el agarre del castaño.
-"Voy a dejar de estar jugando y te voy a romper la boca a piñas"- le dice una vez que está tan cerca como para sentir su respiración.
Iván no responde, en su lugar recorre el rostro del castaño con la mirada, y este aprieta un poco más fuerte, haciendo presión en la mandíbula del alto.
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ㅤEs entonces cuando sucede.
ㅤSpreen suelta un pequeño suspiro por lo brusco del movimiento y se puede ver el momento exacto en que sus ojos brillan de una manera diferente.
A Rodrigo le toma menos de dos segundos asimilarlo.
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Iván lo está disfrutando.
Las puteadas, las amenazas, el trato rudo y enojado del castaño. De alguna manera le está gustando.
Quizá está mal esa sensación de ardor que se expande por el cuerpo de Rodrigo con la nueva información, quizá él tampoco deberia estar disfrutando la situación en la que se encuentra con su amigo.
Aún así se toma un minuto para considerar qué hacer a continuación, y si defenderse del motivo inicial de su enfado vale más que tener a Iván en la posición en que lo tiene ahora mismo.
Y es que con esta visión del pelinegro, de repente tan dispuesto, tan manejable, tan vulnerable, parece que Carre no puede pensar correctamente, pues en cuestión de segundos el enojo que sentía se desvanece y es reemplazado por una extraña sensación que lo hace sentir ansioso por tener a Iván completamente bajo su control, manejarlo como se le antoje, hacer que se arrepienta de haberlo hecho enojar, pero no de la manera en que había planeado inicialmente.
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-"¿O eso querés, Ivancito?"- agrega después de pensar, aún hablando con ese tono brusco, pero esta vez con una sonrisita en el rostro; e Iván no es capaz de diferenciar si Rodrigo se dio cuenta y sencillamente está burlándose de él o si ambos están en la misma página.
-"Te estoy hablando Raúl"- repite el castaño al no tener respuesta, e Iván piensa que nunca antes le gustó tanto que alguien lo llamara por su segundo nombre.
-"¿Eso querés?"- susurra confiado, con un poco más de devoción, su voz disimuladamente tintada de anhelo, porque un leve temor se asienta en él al preguntarse si Iván quiere continuar tanto como él quiere.
Mientras tanto, el corazón del pelinegro late desenfrenado, y se da cuenta de que no puede negarse, todo él desea descubrir hasta dónde es capaz de llegar Carrera si le dice que sí.
Entonces no dice nada. Simplemente asiente con la cabeza mientras sostiene su mirada. El tacto de los dedos de Rodrigo encima de sus mejillas se siente cada vez más caliente y el pensamiento del pelinegro se nubla al pensar en qué ocurrirá después.
Con el aliento entremezclado y el corazón latiendo en sus oídos; casi pareciera que el tiempo se ha detenido, manteniendo a ambos ahí, a punto de cruzar esa línea, ese deseo de romper los límites invisibles que se habían estado esforzando tanto por ignorar, ese algo más.