Al igual que la última vez, aquellos escasos centímetros que separaban una cortina de la otra permitieron la entrada a la luz de sol, misma que dio directamente contra el rostro del pequeño Beta, quien dormía entre lo que a él le parecían unos grandes y fuertes brazos. —"Yevhen." Susurro el menor con pereza intentando despertar al pelinegro que lo tenía bien sujeto, temiendo que fuese a escapar en la noche. —"Yevhen." Dijo nuevamente un poco más fuerte, a lo que simplemente obtuvo un adormilado Hmm. como respuesta. —"Yevhen, debo ir a casa a preparar mi maleta. Anda déjame ir" El Beta abrió con pereza sus ojos, observando fijamente al menor quien aun estaba entre sus brazos. —"Eres hermoso." Dijo el mayor en el momento justo que el azul de sus ojos se encontraba con el café de aquellos redondos y grandes ojos pertenecientes al pequeño Beta a quien se negaba a dejar ir. —"Cállate." Respondió el menor de inmediato, sintiendo al instante como su rostro se ponía caliente, por lo que supo al instante que sus mejillas se habían tornado de un intenso color rosa. —"Ahora déjame ir, tengo que ducharme e ir a preparar mis maletas. Y tu tienes que ir a la oficina a pedir tu permiso de ausencia."
En aquel momento lo que estuviera diciendo el castaño sonaba como palabras lejanas para el pelinegro, no podía creer que al fin, aquel pequeño cuerpo estuviera entre sus brazos, estaba embelesado con la belleza de aquel Beta, pues juraba que en todos sus años de vida jamás había conocido a un Beta tan hermoso, podía jurar que ni una mujer Beta era tan delicada y hermosa como lo era Yure a sus ojos. —"No quiero dejarte ir, me ha costado dos años tenerte entre mis brazos." El menor chasqueo la lengua con molestia y comenzó a empujarle para apartarlo. —"No iré a ningún lado, nos iremos juntos a Suecia. Pero en serio, en serio necesito que me dejes ir. Tengo que usar el baño." De mala gana pero con una sonrisa adornando su rostro, el mayor soltó al castaño no sin antes depositar un suave beso sobre su frente.
El castaño se levanto y con su mayor esfuerzo, con las piernas débiles y temblorosas logro caminar hasta la pequeña mochila que cargaba consigo mismo a todas partes para al fin llegar al baño. Colocó el pasador en la puerta y se observo frente al enorme espejo que tenía Yevhen en el baño. —"Joder." Susurro el castaño observando cuidadosamente su cuerpo. Su blanquecina piel estaba llena de chupetes y mordidas en cada centímetro visible a sus ojos, exceptuando el tatuaje sobre su clavícula, pues seguía cubierto ahora con una gasa. —"Maldito Yevhen." Dijo nuevamente con molestia girándose frente al espejo, para ver que su espalda también tenia mordidas y chupetes. Las mejillas del Beta se tornaron de un brillante color rosado al recordar breves fragmentos de la noche anterior. Su mirada siguió su curso, bajando cada vez más hasta llegar a sus muslos y tobillos. Tomo una enorme bocanada de aire y con total resignación negó ligeramente. 'Primero lo primero' se dijo a si mismo y se acercó aun más al espejo, observo con cuidado sus ojos, se veían bastante rojos e irritados. Con cuidado y con una lentitud que le estaba volviendo loco, retiro los lentes de contacto que llevaba puestos. Se observo nuevamente y esta vez, el reflejo frente a él le devolvió la mirada con unos ojos de un intenso color verde. Observo con resignación como los lentes de contacto iban a quedar inservibles, pues no llevaba consigo el estuche ni la solución especial para guardarlos, pero tampoco podía darse el lujo de dejarlos y ducharse cuando se había dormido con ellos puestos. Ya se le ocurriría que decirle a Yevhen. Se convenció a si mismo para al fin entrar a la ducha.
Después de una caliente y relajante ducha, el castaño se acerco nuevamente al espejo, paso su mano sobre éste para poder quitar los restos de vapor y así observar detalladamente su rostro frente al espejo. Recorrió lentamente cada centímetro de su rostro con una de sus manos, tocando sus mejillas, su mentón y su labios, para finalmente dirigirse hasta su cabello y así poder notar las raíces de un intenso color plateado comenzaba a notarse un poco. 'Llegando a casa tengo que retocarlo.' Pensó, viéndose interrumpido cuando escucho unos ligeros golpes en la puerta del baño. —"¿Esta todo bien Yure?" La voz calmada de Yevhen se escucho desde el otro lado de la puerta, a lo que el castaño se puso un poco nervioso pues no llevaba puestos los lentes de contacto y no quería que el Beta que estaba al otro lado de la puerta lo viera de esa manera. —"Sí, sí ya salgo. ¿Crees que podrías prestarme algo de ropa?" No podía verlo, ni escucho sonido alguno del otro lado de la puerta, pero sabía perfectamente que Yevhen tenía una enorme sonrisa en ese momento. —"Claro bonito, te la dejo sobre la cama. Iré a preparar café." Yure tomo rápidamente su pequeña mochila y saco un pequeño frasco con una solución transparente y una aguja. No tenía alcohol a la mano así que tenía que improvisar. Introdujo la aguja en la parte superior del frasco, logrando meter la solución dentro de la aguja, dio unos ligeros golpes para sacar cualquier rastro de aire que pudiese quedar dentro de la aguja y finalmente, después de tomar una gran bocanada de aire introdujo lentamente la aguja entre la piel de sus nudillos. Aquello se lo había enseñado Connor, la gente no revisa los nudillos de las personas en busca de marcas, además de que cicatrizaban más rápido. —"Lo aprendí cuando me infiltré en una pandilla, los adictos hacían cualquier cosa por inyectarse la droga sin ser descubiertos." Recordó las palaras de Connor, podía escuchar su voz como si estuviera a su lado guiándolo al momento de colocar aquel medicamento en su organismo. —"Sea cual sea la enfermedad que tengas, no debes dejar que nadie más lo sepa. Sería una debilidad, recuérdalo, no puedes confiar en nadie." El castaño gruño con evidente molestia. —"Sal de mi maldita cabeza." Se dijo a si mismo, pues no había nadie con él en ese momento.
Ni el mismo conocía los detalles de su enfermedad, pero su madre siempre le inyectaba aquel medicamento desde que había cumplido los trece años. Según el doctor de su familia era una enfermedad genética heredada por su abuelo paterno, y si no se inyectaba aquel medicamento una vez al mes podía colapsar en cualquier momento y terminar en el hospital por unos cuantos meses mientras lograban estabilizarlo de nuevo.
Suspiro con profundidad y finalmente abrió la puerta del baño con mucha cautela, al asegurarse que Yevhen se encontraba en la cocina, se apresuro a colocarse la ropa que el mayor había dejado sobre la cama, y así, finalmente colocar unos lentes de sol que llevaba en su mochila para casos como este. Aunque siendo totalmente honestos, jamás los había necesitado, nunca había sido tan descuidado. Yure estaba terminando de doblar la ropa que llevaba puesta el día anterior cuando sintió uno de los fuertes brazos de Yevhen rodear su cintura. —"¿Qué hace un chico tan misterioso y hermoso en mi habitación?" Pregunto con voz ronca, jugueteando con el borde de la camisa que llevaba puesta el menor mientras depositaba suaves besos en la nuca del castaño. —"Yevhen, basta. En verdad tengo que irme, nos vamos a ver más tarde." De mala gana, el pelinegro soltó la cintura del menor y lo hizo girarse, mofándose al instante de los lentes obscuros que el castaño llevaba puestos dentro de la casa. —"¿Qué hay con el aire misterioso? Te dejo ir, siempre y cuando me des un beso." El pequeño Beta sintió el calor apoderarse nuevamente de su rostro por lo que se giro ligeramente desviando la mirada. —"Idiota." Susurro Yure al instante. Le observo a través del cristal obscuro de sus lentes y se puso en puntillas para poder depositar un suave y rápido beso sobre los labios del mayor. —"Así no." Dijo juguetón el mayor, quitando en un rápido movimiento los lentes obscuros que llevaba el castaño. El menor cerro los ojos con rapidez y justo cuando estaba a punto de pedirle con una evidente molestia al pelinegro que se los regresara, fue sorprendido por un beso un poco más profundo que lo dejo sin aliento. —"Devuélveme mis lentes." Susurro el castaño sobre los labios que se encontraban a escasos centímetros de los suyos. —"No." Fue la respuesta que dio el mayor con evidente diversión. —"No hasta que me veas a los ojos y me beses una vez más." Yure bajo la mirada, evitando encontrarse con los ojos azules que esperaban su respuesta. Con evidente molestia, observo de reojo como sus lentes obscuros eran retenidos por el mayor en su mano derecha. —"Joder Yevhen, no estoy para juegos. Regrésame mis lentes." El mayor volvió a mofarse de él, pues le parecía tierno que estuviese haciendo tal drama por unos lentes que claramente no necesitaba, pues se encontraban dentro de la casa. —"Ya te dije lo que tienes que hacer." El Beta se sentía acorralado, no podía dejar de Yevhen lo viera a los ojos, no cuando no llevaba puestos los lentes de contacto. —"Olvídalo, nos vemos más tarde." Se aparto rápidamente del Beta y con torpeza por la prisa que le puso a sus movimientos tomo su mochila y camino a paso apresurado a la puerta de la salida. Por su parte, el pelinegro se extrañó de la actitud y evidente molestia que el menor había mostrado por aquello lentes de sol. —"Yure, espera lo siento. Toma..." Fue a paso apresurado detrás del otro Beta, confundido porque ni siquiera se molestaba en verle a los ojos y parecía estar huyendo de él. —"Yure, espera." Repitió tomándolo con firmeza de la muñeca, jalándolo hacía él para al fin encontrase con su mirada.
El silencio que inundo aquella pequeña casa se sentía casi doloroso. La mirada de Yure se nublo por las pequeñas lagrimas que se acumulaban en sus ojos cuando vio la expresión sorprendida e incrédula de Yevhen al verle directamente a los ojos y en lugar de ver los tiernos y cálidos ojos color chocolate, se había encontrado con una mirada fría de un color verde olivo. El menor le arrebato los lentes de la mano al pelinegro y salió rápidamente de aquella casa, cerrando con un fuerte portazo la puerta detrás de si mientras se colocaba los lentes y caminaba con paso apresurado hasta su propia casa.
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Sacra Corona
Mystery / ThrillerOliver D'angelo creció rodeado de lujos y comodidades, pues era un Beta que venía de una familia bastante adinerada. Y aunque eso no era común de ver en una sociedad que era regida por Alfas dominantes, nunca se cuestiono de donde venía la fortuna d...