Parte 1

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El día estaba gris y las gotas de la lluvia me hacía sentir vivo y tranquilo conmigo mismo. Me ayudaba a olvidar por un momento todo el dolor que ocultaba. Esperaba que la lluvia siguiera por que no quería despertar y volver a mi cotidiana vida, pero todo lo hermoso se debe acabar.

Respire profundamente y limpia las lagrimas que brotaron de mi. Decidí levantarme de mi escondite, antes de que la lluvia cesara, para preparar mi escapada; no quería que mis padres siguieran soportando una carga problemática.

Busque entre mis cosas la carta que contenía mi despedida hacia mis padres. No quería imaginarme la cara de dolor de mi madre al leer la carta o el enojo de mi padre al saber que iba escapar de mis problemas; que ironía, yo aprendí de él que escapar era un salida fácil de los problemas . La leí para ver si expresaba lo que yo deseaba y la deje en mi cama en espera de que ellos se dieran cuenta de ella.

Puse mi reproductor de música y salí de mi cuarto con sigilo. Toda la casa estaba silenciosa y era buena señal de que podía irme sin que ellos se dieran cuenta de que no estoy durmiendo en mi cuarto. Tenía miedo de que la vieja puerta me delatara pero la suerte estuvo de mi lado. Mira la casa por ultima vez y comencé a caminar hacia la parada autobuses.

Saque un mapa de mi mochila y comencé a trazar las rutas que debía tomar para llegar a mi destino. El único lugar que puedo llamar hogar, donde las cosas eran tranquilas y armoniosas. Suspire y evite llorar por que ya estaba cansado de ser frágil, y débil. Espere tranquilamente al que autobús llegara pero parecía que el tiempo pasaba lentamente y yo me estaba desesperando.

Una mano de una anciana me saco de mis pensamientos y me sonrió con ternura.

-¿A dónde va muchacho ha estas horas? - la señora saco un pan de su bolsa y me lo dio-Cómelo, te hará bien

-Voy a casa, señora Y ¿usted?.- tome el pan y le di una mordida. Sabía a gloria y le devolví la sonrisa- Gracias, señora. Que Dios la bendiga

-No hay de que muchacho- se sentó a mi lado- Yo iré a ver la tumba de mi difunto esposo.

Lo único que se me vino a la mente, fue abrazarla. Eso era raro de mi pero se sentía bien en abrazar alguien que tenía el corazón desecho. La señora correspondo mi abrazo y comenzó a llorar. No supe que hacer y la sigue abrazando hasta que la señora se aparto de mi.

Último latidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora