Capítulo 08. Contradicciones

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20 de enero 2021

—Volveré temprano, lo prometo.

—No te estoy pidiendo eso, Breanna, puedo cuidarme sola—Me quejo cerrando mis brazos a mi alrededor para envolverme con la manta color rosa.

—Cada vez que te pones así de orgullosa me dan ganas de desheredarte, que lo sepas—Ruedo mis ojos inclinando mi cabeza para estornudar.

Así que la falta de sueño y probablemente las veces que me he saltado el almuerzo y cena los últimos días me están pasando factura. Sé lo delicada que es mi salud, específicamente mis defensas que siempre terminan dejándome tener resfriados, virus o alergias.

Pero tampoco puedo culpar a mi cuerpo si soy yo quien no come o duerme a la hora que debe hacerlo para que funcionemos bien.

Maldita debilidad.

Prácticamente me arrastro al sofá de la sala mientras me recuerdo lo que debo hacer en cuanto me sienta ligeramente mejor.

Cecile técnicamente me echó de la oficina cuando llegué estornudando ayer, lo cual no sé si es una buena o mala señal, pero la tomaré como buena. Aunque es una desventaja tenerme resfriada allá, terminaré esparciéndolo por toda la empresa cada vez que estornude, así que esto es para su beneficio, no para mi recuperación.

Breanna se mueve de un lado al otro recogiendo sus cosas para ir a trabajar, es más mediodía, se tomó la mañana libre para acompañarme a ver un consultorio a pesar de que le dije que es solo un resfriado común.

Así que ahora va tarde, pero es su culpa, no mía.

—Me llamarás si te sientes mal ¿ok?

—Si no muero antes de poder hacerlo, si—Ella resopla y refunfuña sobre mi mal chiste, pero le digo que no estaba predispuesto a hacerla reír, solo aclaro los hechos.

Cuelga su bolso en su hombro y se encamina a la puerta señalando su celular en un gesto de que está pendiente, hundo mi cabeza contra uno de los cojines del sofá mientras hago un sonido de afirmación.

Estoy dormitando cuando ella se va y no sé cuanto tiempo paso de la misma manera, sintiendo a Lila hacer ese sonido extrañamente adorable que yo llamo ronroneo a pesar de que ella no es un gato.

—No me digas que te contagié—murmuro, mi voz es un susurro pastoso porque mi garganta todavía arde. Me pongo de pies y casi me arrastro a la cocina por un vaso de agua cuando el timbre suena, frunzo mis labios dispuesta a encaminarme al sofá para dormir mientras ignoro a quien sea que esté al otro lado.

Nadie nos visita, ni siquiera Adam, a veces viene, pero siempre con Breanna, lo que significa que no llegaría aquí por sorpresa, mucho menos sabiendo que mi hermana no está.

Así que incluso si no tengo ánimos de hacerlo me acerco para abrir la puerta.

Mi pulso se dispara detrás de mis orejas y mis manos cosquillean cuando me encuentro mirando al bastardo hijo de mi jefa. Esta vez va vestido de saco color negro a juego con el pantalón y debajo una camisa azulada.

Señorita, permítame besarla ✓ | ¡Pronto en fisico!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora