En una fría tarde...

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De lunes a viernes era todo laboral. Se sentaban frente frente sin que los demás sospecharan y con tímidas risas y fugaces miradas recordaban sus divertidos encuentros. Encuentros como los de aquella fría tarde en la que se entregaron por primera vez y consumieron sus deseos por horas.


Fué en una fría tarde de diciembre. Ella lo esperó en la habitación del hotel vestida con tan solo un pequeño camisón de satín color rosa. Lucía inocente y tierna pero en el fondo deseaba que él la hiciera gemir hasta quedar sin aliento. Puso un poco de labial y mordió su labio inferior, luego soltó su cabello y al cerrar los ojos se imaginó las grandes y fuertes manos de su compañero abrazandola por detrás, lo que hizo que sus pezones se endurecieran y su entrepierna se humedeciera esperando ansiosa a su huésped.


En eso se escucharon tres pequeños golpes en la puerta, ella salió de su ensueño para abrir rápidamente y ahí estaba él; alto, fornido y con la más sensual de las miradas. Aquellos ojos que la hacían derretirse pasaron por todo su cuerpo y una morbosa sonrisa apareció en su rostro. Él cerró de golpe la puerta para enseguida cargarla y apoyarla sobre la misma, ella soltó un pícara risa y comenzó a desabotonar su camisa mientra él degustaba su lengua en un largo y tortuoso beso que casi los deja sin aliento.


La llevó entonces a la cama y comenzó a despojarse de todo lo que estorbaba sobre su cuerpo. Cuando llegó a su ropa interior ella lo detuvo y pidió con la mirada ser quien continuara con el trabajo. El asintió gentil y ella comenzó a bajar lentamente la prenda hasta quedar frente a frente con el firme y dispuesto miembro. Lo besó en la punta y lo tomó con un mano para comenzar lamiendo desde la base una y otra vez haciéndolo estremecer. El tomó con fuerza su cabello para guiarla y ayudarla a encontrar el ritmo indicado, ella siguió succionando aquel delicioso y cálido objeto de sus deseos hasta que él decidió que continuarían el ritual en la cama.


La tomó de la muñeca para levantarla y ponerla de espaldas, abrazandola con fuerza y lamiendo su cuello hasta llegar a la oreja donde dió un pequeña mordida en su lóbulo. Después la volvió a cargar de frente y se sentó en la orilla de la cama con ella sobre él, subió despacio su camisón y rozó su clítoris en delicados círculos que la hicieron curvar la espalda y gemir pidiendo más. Bajó un tirante dejando un leve beso en su hombro y luego bajó el otro para dejar a la vista los turgentes y ávidos pechos en los que buscó calmar su sed, apretandolos, besandolos y chupándolos. Despuén quitó con urgencia el camisón para así revelar la agitada figura de su amada, colocó su rostro entre sus bellos senos y aspiró aquel aroma seductor y embriagante que lo volvía loco y con un movimiento la tomó en brazos para después recostarla.


Pasó su húmeda lengua por todo su vientre subiendo por el abdomen y terminando en la unión de sus pechos, liberando así un delicioso gemido que hizo a su miembro ponerse aún más duro. Abrió perversamente su boca para devorar la de ella mordiendo un poco su labio a la vez que jalaba sus cabellos mientras que con la otra mano exploraba la húmeda y palpitante zona urgida por sentirlo dentro.

Tomando ahora ella el control se colocó sobre él, quedando frente los ojos que la devoraban todos los días de reojo en la oficina y en los cuales ella anhelaba reflearse. Introdujo sin ayuda su cálido y firme miembro dejando salir un gemido de placer al irse adaptando a tan generoso tamaño. Él tomó las féminas caderas mientras ella se mecía sobre el cuerpo de su amado en un suave y erótico vaivén que lo hacía enloquecer y tirar con más fuerza de la rizada cabellera de aquellla, a quién fuera de esas cuatro paredes era simplemente su compañera de trabajo. 

Tras un par de horas de placer los dos llegaron al clímax ahogando un grito compartido y terminando en un sincero abrazo. Ella en silencio dejó correr una lágrima ya que sabía que su historia no podía ser escrita en la misma página, pues ambos eran protagonistas en el libro de otra persona.

Sólo compañerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora