Capítulo 34: Un legalo ✅

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Muy pocas veces reinaba el silencio en su casa, aunque esa mañana era una de ellas. Su familia había salido a visitar un mercado navideño que inauguraban ese día y habían llevado con ellos a su hijo. Le habían insistido hasta el cansancio, una y otra vez, pero prefirió quedarse en casa a descansar y acompañarlos en otra ocasión. Alonso, aprovechando que estaba acompañada durante todo el día, decidió ir a la agencia y revisar cómo iban las cosas por ahí en su ausencia.

Y ella quería dormir tranquila y sin que nadie más la interrumpiera, pero no había terminado de acomodarse cuando el timbre sonó y la voz de Fernanda llegó a sus oídos. Decidió ignorarla, hacerle pensar que no había nadie en casa y dejar que se cansara y se fuera, pero su mejor amiga se había vuelto mucho más intensa desde que supo que sería tía de dos niñas y que una de ellas llevaría su nombre. Y pensó que se había rendido, pero entonces sonó su teléfono antes de que ella pudiera ponerlo en silencio y entonces escuchó su risa.

—¡Sé que estás aquí, Regina! Ábreme de una vez —exigió, repitiéndolo hasta el cansancio mientras ella, resignada, atravesaba la casa hasta la puerta principal—. ¡Al fin! Eres una mala amiga ¿sabes? Estabas ignorándome.

—¿Quieres que sea sincera?

—No —replicó, entrando con al menos una decena de bolsas en las manos y yendo directa hacia el vestidor de la habitación que sería de sus hijas. Ella la siguió—. No debiste quitarme la llave, puedo necesitar entrar en algún momento.

—Si te hubiera dejado la llave de mi casa, estarías aquí las veinticuatro horas del día.

—¿Y? No pienso perderme ni un solo segundo de la vida de mis sobrinos. De ninguno —aclaró, colocando las bolsas sobre la cómoda y sacando varios conjuntos de ellas—. Mira esto —Alzó dos de ellos, idénticos y en color rosa—, mis niñas se verán hermosas con ellos ¿o no?

—¿Todo esto es para ellas? —Fernanda asintió con entusiasmo y comenzó a sacar todo, mostrándole prenda por prenda hasta hacerle creer que había enloquecido—Estás loca.

—No, estoy feliz —la contradijo, inclinándose para abrazar su vientre y besándolo repetidas veces haciéndola reír—. Soy muy feliz porque seré tía de dos hermosas niñas, porque tengo un ahijado al que adoro, amigos, un trabajo que me encanta...

—Y a Jaime —añadió ella, esbozando una media sonrisa que Fernanda imitó—. ¡Lo sabía! Lo supe cuando los vi el día de la fiesta y no pienso perdonarte que no me hayas contado nada.

—No podía contártelo ese día, no delante de todo el mundo —se excusó.

—Pero ahora estamos solas y no tienes otra opción. Ven —La tomó de la mano y tiró de ella para llevarla hasta la sala de estar, donde la obligó a sentarse en el sillón para después acomodarse a su lado—. ¿Qué pasó? ¿Cómo fue? ¿Qué te dijo?

—Regis, relájate. Pregunta lo que quieras, pero de una en una.

—¿Ya están saliendo? ¿Son novios? —preguntó lo más importante, lo que más deseaba saber. Fernanda dibujó una sonrisa en su rostro y movió su cabeza arriba y abajo para afirmarlo—. ¡Oh, my God! Esta es la mejor noticia.

—Lo sé. Todavía sigo sin asimilarlo del todo. No sé cómo pasó ni cuándo, pero me siento tan feliz, Regis.

—¿Viste? Yo te dije que tenías que hablarle de lo que sentías. Te arriesgaste y ganaste.

—En realidad, Jaime fue quien dio el primer paso —confesó su mejor amiga, tratando de no demostrarle cómo sus mejillas se encendían—. Un día me llamó y me invitó a cenar sin darme un motivo en específico para hacerlo. Solo dijo que tenía que hablar de algo muy importante conmigo y fue esa noche que me dijo que empezaba a verme como algo más que una amiga.

Eterna Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora