Capítulo 5: Donde hay más conversaciones

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—Leo, ¿Puedo hablar contigo? — Preguntó Memo el lunes en la mañana. Hasta había llegado temprano para esperar a Leo y poder hablar con el chico antes de entrar a clases, pues normalmente él siempre llegaba rosando los cinco minutos de tolerancia que les daban para llegar a clases. Levantarse temprano en definitiva no era lo suyo, pero esa mañana sí lo hizo a pesar de que iba medio dormido. Bueno, de hecho iba en modo zombie y por eso no se le ocurrió esperar a Leo afuera de su casa e irse hablando hasta la prepa.

Lionel que, como siempre, iba escoltado por sus dos primos, puso cara de pánico pues casi podía adivinar lo que Memo quería decirle y él aún no sabía lo que sentía. Y seguro terminaba mal porque no iba a saber explicarse y le iba a dar mil vueltas al mismo punto, y seguro si pedía tiempo Memo iba a pensar que solo era una excusa, que en realidad no quería estar con él aunque se moría de ganas por decir que sí, sin embargo no quería hacerlo sin entender por qué se sentía tan culpable. Por fortuna Kun estaba ahí, y lo salvó de una plática que sin duda terminaría muy muy mal.

—Después, boludo. Leo no hizo su tarea de la primera hora por andar en pedo y ahora necesita que alguien se la pase.

Dicho eso lo tomó de la mano y lo jaló al interior del salón.

—Perdón— Dijo Julián cuando los otros dos argentinos entraron y los siguió al interior del aula.

Memo se quedó ahí, bien sacado de pedo de que su Leo no estuviera tan emocionado como él estaba por finalmente iniciar una relación. Chale. Pensó mientras se dirigía a su salón, dispuesto a hacerse wey todo el día y quedarse pensando en el argentino más bonito que había conocido en su vida.

Ya estaba por meterse todo achicopalado cuando pudo ver en la entrada de la prepa a sus amigos mayores: Andrés y Rafa. Corrió hacia ellos esperando llegar antes de que Rafa se fuera, y por fortuna así lo hizo.

—¿Y ahora tú que pedo? —Preguntó Rafa cuando lo vio acercarse —¿Qué haces en la escuela tan temprano?

—¿Ya le dijiste al argentino? — Preguntó Andrés, que ya sabía más o menos que pedo.

—No, el culero ni me dejó decir nada y se lo llevó su primo—Dijo todo achicopaladote— Se me hace que no quiere nada conmigo, porque si no se hubiera esperado a que hablara con él tantito al menos.

Los mayores intercambiaron una mirada de esas que al grupo de amigos les cagaba, porque era como si los cabrones se estuvieran leyendo la mente y no se enteraban de nada de lo que pensaban los otros dos.

—Memo, chance te alocaste con todo esto— Dijo Rafa, que por ser el mayor también era el más maduro de todos— ¿Ya pensaste que Leo podría no querer estar contigo pero no sepa cómo decirlo? No lo conozco lo suficiente para decir si sí o si no, pero chance lo de ustedes fue nada más un beso de peda y tú ya andas planeando la boda.

—Pero es que nos llevamos chido y se ve que sí le gusto.

—Maybe solo es amable, wey— Intervino Andrés— Porque pues la neta es que tú has sido un chicle con él: lo buscas para todo, lo acompañas a su casa y todas esas cosas. NO digo que no le caigas bien, pero sí creo que te estás alocando muchísimo. Espérate mejor a ver que pasa, vete lento y ya vas viendo, porque igual lo conoces de hace menos de un mes.

Memo se quedó pensando, y pues chance tenían razón. No es como que Leo realmente le hubiera dado muchas señales para que él pensara que le gustaba; lo de la mano pudo haber sido porque Leo simplemente era cariñoso, y esas veces que se quedaron viendo como esperando algo más perfectamente pudieron haber sido porque ninguno de los dos sabía como apartar la mirada sin ofender al otro.

—Chale, tienen razón.

Ya ni se esperó a que le contestaran, se fue a clases todo achicopalado pensando en que se había alocado un buen y hecho muchas ilusiones con algo que ni siquiera era seguro y con lo que no tenía pruebas suficientes de que se pudiera dar.

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