Ser superhéroe no viene con vacaciones y eso Steve lo sabe de sobra. Ha pasado años nuevos sobre el helicarries, navidades infiltrado en bases de Hydra y su propio cumpleaños atrapado en el espacio, pero no se puede quejar ahora, él mismo eligió aquella vida muchos años atrás, aunque por pequeños lapsos de tiempo desearía haber tomado otro camino y ser solo Steve Rogers, pero eso era imposible y pensar en pasado no tenía sentido alguno, debía enfocarse en el presente.
El día había sido largo y Steve no tenía interés en ir directamente a dar el informe a Shield, pero si quería hacer una pequeña parada antes de llegar a Brooklyn.
—¿Un campo de girasoles?, ¿Por qué un campo de girasoles?— Volar a tal lugar no era un problema, pero si le tomó por sorpresa aquella petición de su amigo.
—Quiero un regalo para Bucky— Carol no dijo nada más, pues este tipo de situaciones se le hacían algo incómodas y no quería meter la pata diciendo algo indebido.
Al llegar a aquel lugar se quedó observando algo que le dio cierta curiosidad y es Steve tenía una muy particular forma de elegir girasoles, le iba a preguntar, pero prefirió no interrumpir, pues parecía casi un ritual.
Cuando Steve volvió frente a ella, cargó al rubio nuevamente para llevarlo a su hogar. Esta vez volaba más lento para evitar que aquellas flores perdieran pétalos en el viaje.
Era 14 de febrero, los corazones de color Rojo y rosa cubrían New York junto a todas las personas que vendían flores a precios desorbitados para aquellos desafortunados que dejaban todo para última hora. Desde el cielo, Steve pudo ver que las personas parecían pequeños montones de hormigas.
—¿Es en aquella azotea?— Preguntó Carol, quién cargaba a Steve, quién respondió con un "sí”. La rubia aterrizó calmadamente hasta que el capitán pudo tocar tierra.— Todavía no entiendo la obsesión de los humanos por celebrar San Valentín, se supone que tienes todos los días del año para demostrarle amor a pareja ¿Por qué elegir uno en específico?
—Carol, tú también eres humana.— Dijo con cierta gracia.— Aunque yo tampoco lo entiendo del todo.
—Solo de nacimiento, ambos sabemos que estoy más relacionada con los seres del espacio, hasta mi gato es de las estrellas.— Habló mientras se elevaba lentamente. Sentía que Steve necesitaba estar solo, así que se comenzó a ir. — Bueno Steve. Nos vemos pronto, debo ir a ver a Goose.— Dijo antes de perderse en el cielo.
Se quedó un rato en la azotea y luego descendió por las escaleras para llegar a su departamento dónde fue recibido por Alpine, su esponjosa hija felina.
—Hola pequeña— Dejó sus girasoles sobre la mesa y el escudo en el piso para poder alzar a la felina— Pensé que no me extrañarías tanto si Nat te venía a visitar— Dijo mientras la pequeña frotaba su cabeza contra su pecho.— Me daré una ducha e iremos con Bucky ¿Sí?— Los ojitos de la felina brillaron al escuchar el nombre del castaño.
Luego de tomar una ducha y ponerse ropa más cómoda, buscó un lazo para convertir los girasoles en un ramo. Con las flores y Alpine escondía dentro de su chaqueta, comenzó a caminar al lugar. Mientras pasaba por las calles no pudo evitar mirar más de algunos segundos a algunas parejas que pasan a su lado, aunque nadie noto aquello.
El lugar estaba vacío, a excepción de unas cuantas personas sentadas en el pasto frete a sus seres queridos, pero era obvio, no muchos pasan san Valentín en un cementerio.
—Hola cariño— Se sentó en el pasto y recargó su cabeza contra la lápida que decía: “James Buchanan “Bucky” Barnes. Sargento y esposo”. Dejo salir a Alpine mientras acomoda los girasoles, quiénes volteaban en sentido contrario al sol.
Se quedó un largo tiempo hablando mientras jugaba con el anillo que colgaba de su cuello junto a las placas de identificación de Bucky, pues las suyas permanecían bajo tierra junto al hombre que amo y amará.
Cuando la noche comenzó a caer decidió que era momento de irse y no es que creyera en fantasmas, pero necesitaba dormir luego de no haberlo hecho en casi tres días.
—¿Necesitas que te lleve?— Dijo la rubia que ya no tenía su traje y se encontraba recargada ligeramente contra su motocicleta.
—Pensé que habías ido a ver a Goose.— Dijo mirando a su amiga.
—Ella está bien, debe estar atormentando a Fury en alguna oficina de Shield. ¿Subes?
—Está bien, pero tengo compañía— Señalo a Alpine quien solo era un bulto bajo su chaqueta.
—Aún debe extrañar mucho a James ¿No?
—Siempre intenta excavar. — Dijo mientras le acariciaba sobre su chaqueta.
—¿Puedo hacerte una pregunta algo extraña?
—Ya nada me parece extraño, pero adelante.
-¿Por qué cortaste los girasoles que no miraban al sol?- Preguntó mientras Steve se sentaba detrás de ella.
—Oh, eso. Pues James siempre me los regalaba así, decía que los girasoles tercos le recordaban a mí. Y no importaba que tan lejos estuviera, siempre que hubiera un girasol dándole la espalda al sol se acordaría de mí.