Will la miró perplejo, preguntándose qué cosas sabría sobre él. Y más importante, si sabría cosas que ni él mismo alcanzaba a entender.
Shelena apoyó la cabeza contra la dura pared de las minas, mientras cerraba los ojos y su mente trazaba un plan para poder salir de aquel agujero sin que esos asquerosos seres los descubrieran.
Pero Will no tenía ningún arma, no sabía pelear, y lo que era peor, estaba enfermo; en resumidas cuentas, era débil. Salir de allí ilesos sería una misión imposible.
En ningún momento había contado con la aparición de un grupo de Scrips organizados, buscando la piedra de Will.
Taylor debía estar detrás de ello. Los Scrips nunca se movían en grupos, y mucho menos organizados si detrás de sus filas no había una cabeza pensante. Y esa cabeza era rubia.
Shelena se asomó a la entrada de la mina y escrutó el exterior; parecía que todo estaba tranquilo. Demasiado. No habían pasado más de dos horas desde que salieron de casa de Will, y no había ni un alma en toda la ciudad, ni siquiera un rezagado. Todo era demasiado extraño.
Salió unos pocos pasos de la mina, y cuando se percató que Will la seguía, le hizo una señal para que no se moviera.
Se asomó lo suficiente como para localizar la torre del reloj, en el centro de la ciudad, que marcaba las 8 de la tarde. Shelena sonrió, aún tenían tiempo para escapar sanos si jugaban bien sus cartas.
Cuando regresó a las minas, Shelena notó el ambiente cargado. Algo no iba bien.
-¿Will?-Llamó, indecisa, sin alzar demasiado la voz. No hubo respuesta. Una fría ráfaga de aire la hizo estremerse de los pies a las cabezas. Will no se encontraba allí, y no tenía forma de localizarlo. Había una horda de Scrips en el lugar, y él no sabía ni combatir contra ellos ni pasar desapercibido, y mucho menos paseando por allí su Erenís.
De nuevo, otra brisa le alborotó las coletas, haciendo que éstas le propinaran sendos latigazos en sus gemelos. Todo estaba oscuro, las farolas del exterior no conseguían iluminar la mina lo suficiente como para adentrarse en ellas, y éstas llevaban años abandonadas.
De repente, un silbido la hizo ponerse en guardia, al tiempo que saltaba hacía delante, esquivando una mortal cuchilla, proveniente de un Scrip que se había acercado sigilosamente hacía ella por detrás.
De la oscuridad de las minas, salieron cinco más de ellos, rodeando a Shelena en la profunda oscuridad de las minas.
Una risa, tanto angelical como estridente, resonó en las sombras.
-Se ve que los meses no te han hecho perder facultades, princesa Shelena.
Ella sabía muy bien quien era el causante de la desaparición repentina de Will, quien controlaba esos Scrips y quien los había guiado hasta allí; quien podía provocarle tantas náuseas con tan solo hablar.
-Taylor-Dijo ella, a modo de saludo, a modo de amenaza-. Pensaba que me darías un poco más de espacio. Eres un hombre muy agotador-Rezongó.
De nuevo, una asquerosa risa resonó por toda la mina. Los Scrips cada vez estaban más cerca de ella, cerrando cada vez más el circulo donde la habían encerrado.
Shelena posó una mano sobre el mango de su espada, dispuesta a pelear sin se acercaba lo suficiente como para dañarla. Ya había pasado por una situación parecida, y se negaba a repetirla.
Los Scrips más cercanos a las profundidades de la mina dejaron espacio a dos personas.
Forcejeando, se encontraba Will delante de Taylor, mientras éste le agarraba de alguna forma con sus grandes cuchillas por el pelo, obligándolo a estirar el cuello. Lo agarraba con tal fuerza, que solo las puntillas de los pies de Will conseguían mantenerse en contacto con la superficie.
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Starnight
Подростковая литератураWill padece una enfermedad terminal muy grave, la cual podría acabar con su vida muy pronto. Una misteriosa piedra en forma de estrella llega a sus manos por herencia de su padre desaparecido, y con ella, un mensaje misterioso de una muchacha llamad...