Alec
Dicen que luego de la tormenta viene la calma.
Dicen.
Pero yo no había experimentado una tormenta, había experimentado un huracán, que había derribado todo a su paso y cambiado para siempre mi vida.
Curiosamente, cuando nací, mis padres esperaban a dos hermosas niñas, solo que contra todo pronóstico, Aleksandra y yo no habíamos compartido el mismo sexo. Aquella, la primera decepción para mis progenitores, pero el jodido médico de mi mamá, era el que la había cagado, no yo.
Al principio, le habían deseado la mayor suerte y alegría por tener también un niño; el heredero que llevaría toda una carga sobre sus hombros. Carga que no quería ni tampoco necesitaba, por lo que mientras se hacían de la vista gorda con todos los problemas que mi hermana acarreaba, las responsabilidades grandes siempre caían sobre mí.
Le había comentado a mi padre, unos cuantos meses atrás, que la mejor solución era internarla en un centro de rehabilitación, un loquero, manicomio o algo por el estilo; no me escucharon. Leksa necesitaba ayuda, pero no lo habían logrado ver.
En cambio, optaron por buscarle un esposo a quien cederle la responsabilidad.
Estaban tan inmersos en ellos mismos y en su propio mundo, que habían desatendido la salud mental de la hija que supuestamente tanto amaban. Ahora solo querían hacer como si nada hubiera pasado, o solo culparme a mí por no haberla cuidado mejor.
Mi hermana menor, Elena, era el fantasma; Aleksandra era su chica dorada y yo era el hermano que debía seguir con el jodido legado familiar.
Esta última y yo nos habíamos distanciado ese año, desde el momento en que comenzó a notar que tenía algún tipo de interés por la sombra de Brianna, a quien veía como una molestia. Como si alguien como ella tuviera el poder de acabar con todo, incluso su vida.
Pero no se trataba de algo como eso. Leksa necesitaba una distracción y se había ensañado con Bri para mantener sus problemas por debajo de la mesa.
Brianna, en cambio, no era mejor, ya que había mentido y fingido para que cayera en su trampa. No era tan inocente como simulaba, aunque hacía bien su papel y tampoco era tan pura como aparentaba, por eso era peligrosa. Me había utilizado para un fin y yo había caído en su hechizo como un iluso más.
Algo absurdo que me hacía bajar la guardia y desearla con otro fin.
Por eso, esa noche, la noche en la que todo pasó, no había esperado verla golpeando mi ventana, mucho menos que me pidiera un beso. Le había hecho una advertencia, que corriera lejos y no mirara atrás, pero no me escuchó y ahora debía enfrentar las consecuencias.
Aleksandra le había pedido buscarme, los mensajes de texto que le había enviado hablaban por sí solos, sin embargo en el momento en que estos fueron enviados, ya nos encontrábamos en el bosque, por lo que sonaría iluso, pero Brianna no era culpable de eso.
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Psicosis: bajos instintos
Teen FictionUna chica sumisa dispuesta a complacer. El chico más peligroso del internado queriendo saber hasta dónde pueden llegar.