Capitulo Extra I.

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Estar casada con alguien como Santiago es siempre toda una aventura, una aventura de emociones, una aventura llena de amor.

Febrero es el mes del amor y sí, Santiago se lo ha tomado muy en serio.

Con mis ocho meses de embarazo, tengo las hormonas descontroladas, me duelen partes de mi cuerpo que no sabía que estaban ahí, en fin. Estar embarazada ha sido todo un reto, un reto de nuestra fe.

Por mi útero hostil el doctor nos dijo que, aunque es un milagro que esté embarazada los primeros meses son importantes, en esos debía tener cierto cuidado. Hasta en caminar.

Después de seis meses lloramos como niños cuando vimos que todo marchaba en orden con el embarazo.

Desde que inició el mes me ha tratado como si fuera de la realeza, desayunos a la cama, salidas a restaurantes y regalos inesperados, pero especiales.

Hoy es el día de San Valentin e iremos a un restaurante, me compré un vestido verde para usarlo en esta ocasión.

Santiago se quedó afuera de la habitación esperándome, mientras yo terminaba de maquillarme. Al terminar, tomé mi bolso donde tenía el regalo que le iba a dar, ojalá le guste tanto como a mi.

Salí de la habitación y Santiago se quedó observando con emoción y lujuria.

—Estrellita, que hermosa te ves. —se levantó del sofá para acercarse hacia mi— ¿Como es que soy tan afortunado?— levantó mi mentón y dejó un beso en mi frente para después tocar la barriga— Mini-Santiago o Mini-Estrellita tienen la madre más hermosa del mundo. —sonreí.

Desde que le dí la noticia del embarazo, decidimos no enterarnos del sexo del bebe, por los riesgos de esto queríamos enterarnos el día del parto y siento que hemos tomado una buena desición, porque esto ha hecho que podamos conectarnos más con la criatura que crece en mi vientre, aveces he pensado que es hembra, en otras un varon, pero la emocion de saber sí es o no es divertida.

—Gracias, Santi. —lo abracé— ¿Ya nos vamos?

—Sí, claro. —entrelazó mi mano con la suya— Ya te dije que estás hermosa, verdad? —reí y salimos de la casa para dirigirnos al restaurante.

El camino, como nunca antes, se sintió más incómodo de lo usual y no, no eran las hormonas. Sentía como el bebe se movía con rapidez y eso me estaba incomodando.

—¿Pasa algo? —Santiago preguntó cuando llegamos al restaurante.

—Se está moviendo más de lo usual. —respondí acariciando mi barriga.

Santiago me ayudó a subir las escaleras y al entrar quedé sorprendida. Todo el lugar estaba decorado de verde, el verde después de que nos casamos se convirtió en nuestro color favorito, porque siempre hay esperanza, siempre encontrarás luz en la oscuridad.

No había más personas, solo los que trabajan ahí. Así que lo supuse, alquiló el lugar solo para nosotros.

—Bienvenidos. —la voz de un chico invadió el espacio— Gracias a ambos por venir, por favor pueden sentarse en la mesa del centro— la señaló y nos dirigimos allí.

Santiago me ayudó a sentarme y luego él lo hizo.

Al estar ambos frente del otro, sonreímos al mismo tiempo.

—Santiago, no tenías por qué hacer esto. —entrelacé sus manos en la mesa con las mías— Sé que cada año digo lo mismo. Pero, con tan solo tenerte en mi vida eso es un gran regalo.

—Y, cada año te diré lo mismo: Aunque tu no me lo pidas, voy a recordarte lo mucho que te amo cada día.

—Lo amo, señor Cumbert.

Simplemente pasan. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora