La hora de merendar para los alumnos de la escuela Françoise Dupont había llegado, y una joven de blondos cabellos se dirigió con una bandeja sobre sus manos directo a la mesa donde solía estar ella y sus amigos, se sentó en una silla luego de saludar a cada uno.
Hasta que su atención se condujo a la mesa frente a ellos, a una azabache con dos coletas pueriles que charlaba apocadamente hacia su buen amigo pelirrubio.
Acomodó un brazo sobre la mesa y posó su mano en su rostro, esbozando una sonrisa ladina.
Marinette era la chica más bonita que había conocido, no solo hablaba del físico; su optimismo, alegría, generosidad, amabilidad, inteligencia, honestidad y su afán de siempre ayudar a todos cuando lo necesitaban son unas de mil cualidades que la habían flechado. Claro, juntando su melodramatismo más torpeza era un plus para Zoe, después de todo, su primer encuentro ocurrió por un acto torpe entre ambas.
Presenciar a su amiga dar un paso más con el chico que ama sin duda la ponía contenta, si la ojiceleste era feliz, por supuesto que ella también lo sería.
Aunque muy en el fondo, eso le doliera.
Reiteradas veces sintió culpabilidad al sentir pequeños sentimientos de envidia y deseos de estar en el lugar del chico, pero eran pensamientos que solo deseó desterrar.
No pensaba guardarse todo ese revoltijo de emociones para sí misma, estaba segura que en cualquier momento explotaría. No dudaba de sus sentimientos a la peliazul, sólo esperaba confesarse en el momento adecuado. No importaba si resultaba rechazada, aunque el terror de perder su amistad tan preciada para ella la carcomía, sabía que haría lo correcto.
Ahora era la nueva portadora del miraculous del gato, y se aseguró que protegería a la franco-china de cualquier amenaza a París.
La apoyaría en las buenas y en las malas como su amiga.