Guardó el testamento en el escritorio de nogal bajo llave. Ya pudo respirar con tranquilidad, su caudal heridatario estaba seguro, fuera de las manos de su sobrino. Monsieur Massaguer puso como heredero de sus más preciadas posesiones a su querida gatica Malú. Sabía que Louis no se lo perdonaría, pero era su decisión. Su sobrino Louis se había perdido por los senderos de la oscuridad, aunque era su único pariente, no merecía portar la piedra de la suerte, el instrumento mágico más poderoso de la faz de la tierra. Temía incluso por su vida, pues Louis ya no era el mismo desde que se unió al Clan de los Elegidos (así se llamaba el grupo que reunía a varios magos que se decían elegidos para despachar a todos aquellos que una vez arremetieron contra las brujas y magos)
En su afán de gloria y poder Louis se había sumido en una escabrosa vida que lo llevó a congregarse con el Clan de los Elegidos y a ansiar la piedra de la suerte. Sin embargo, algo se interponía en sus planes: su tío. Conocía Louis que su tío había realizado un testamento en favor de su mascota, pues el anciano mago se lo había echado en cara hartas veces. Por ello planeó algo, surgió en su mente como una chispa: matar al animal y luego a su tío.
Escogió una tarde fría, nevaba mucho, Monsieur Massaguer dormía en su recámara y la gata se relamía placentera alrededor de la chimenea. Fue fácil. Para atraer a la minina, colocó un plato con sardinas en el patio. Malú no tardó en percibir el olor característico que tanto le gustaba. Sus patitas recorrieron rápidamente la casa hasta salir afuera, encontró el manjar y se dispuso a saborearlo, mas una sombra se cernía sobre la inocente gatica. Louis, sin remordimiento alguno, azotó su varita y pronunció un hechizo. En el acto, de los ojos del animal brotó sangre, su cuerpo peludo cayó inanimado. Seguidamente, se desplazó al cuarto de su tío y con movimiento audaz sacó al viejo de su sueño, quién comenzó a retorcerse sin poder hacer absolutamente nada. Con un giro de su varita lo hizo levitar y lo sentó en una silla, una cuerda cobró vida y se entrelazó fuertemente en el cuerpo de Monsieur Massaguer. Una sonrisa macabra se dibujó en el rostro de Louis. Su tío, abrió sus órbitas desbordando pánico. En la mente de Louis se había tejido una terrible muerte para su tío. Alzó su mano y de la varita salió un destello verde, que chocó con la frente de Monsieur Massaguer. El cráneo se comenzó abrir lentamente, mientras el anciano gritaba de dolor y pedía clemencia en vano. La tortura duró largas horas, en las que Louis inquiría a su tío del lugar dónde se hallaba la piedra de la suerte, pero la víctima se resistía a revelarlo. Ya la sangre cubría prácticamente toda la cara de Monsieur Massaguer, dando su último suspiro.
Una repugnante escena se había creado en esa recámara, la masa cefálica del occiso se desparramaba por doquier. Louis pudo arrancar de su viejo tío antes de morir el secreto que anhelaba. Tempestivamente escudriñó el escritorio de nogal, sacó el documento notarial y quedó petrificado al leer lo que estaba plasmado: "Querido sobrino, mi piedra de la suerte es Malú".