Desde que tengo uso de razón, he querido ser periodista.
Informar a la gente sobre cosas increíbles dando mi punto de vista sobre estas es el concepto que más me apasiona de esta profesión, en especial la parte de "cosas increíbles".
Y cuando digo "increíbles" me refiero al sentido literal de la palabra: que no se pueden creer a menos que le pongas las pruebas en la cara a la audiencia.
Cuando le hablé de mi pasión a mi padre, creo recordar la forma exacta en la que arrugaba el ceño, dejando ver a todas luces que me consideraba un loco de remate.
«Si querés redactar cuentos sobre criaturas mágicas, mejor dedicate a ser escritor de ficción, pero no lo disfraces de periodismo» había dicho él, con la seguridad con la que uno afirma que dos y dos son cuatro.
Al oír esas palabras, sentí como si una fina hoja de plata atravesara mi corazón. Fugaz, gélida y mortal.
¿Y si mi padre estaba en lo correcto? Después de todo, él era un adulto y yo solo un niño de ocho años. Yo no sabía nada de la vida.
Ese fue mi error. Creer que no sabía nada. Yo tal vez no fuera un niño muy brillante, pero sabía algo.
Sabía lo que quería, y aunque ese anodino comentario paternal no había destruido mi deseo, sí me había hecho jurar a mí mismo que no le confesaría a nadie más mi sueño.
Bueno, nadie más excepto vos y tus estúpidos y hermosos ojos verdes, que podían hacerme romper hasta la más honesta de mis promesas.
Te lo conté como un secreto.
Recuerdo haberme sentido abochornado y algo avergonzado porque, lo quiera admitir o no, en mi mente siempre existiría una pequeña vocecita que me diría que esa idea era absurda. Esta vocecita era la misma que me hacía esperar, con el corazón encogido, el momento en que vos te burlases de mí o me dirigieras una mirada extraña.
Sin embargo, este momento nunca llegó.
En su lugar, me miraste con una seriedad que nunca antes habías dirigido hacia mí y, con aquel brillo particular que aparece en tus ojos cuando estás decidido, me dijiste:
—Me parece un sueño muy noble, Mati—Tus labios se curvaron en una sonrisa—. Además, los amigos del Floopaloo se merecen alguien que los muestre al mundo, ¿no?
Percibí un sentimiento de calidez en mi estómago, como una especie de corriente cálida que danzó en mi panza y subió con fluidez por mi garganta, para ser expulsada en forma de carcajada. Sentí que nunca había emitido una risa tan real en todo mi vida. O tal vez se sentía real porque la estaba compartiendo con vos.
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Lo que el bosque esconde- Floopaloo, ¿dónde estás?
FantasíaUn chico que anhela ser periodista se adentra en un campamento aparentemente común, pero que limita con un bosque mágico y gobernado por una criatura mística y poderosa: el Floopaloo. ¿El afán de este chico? Encontrar dónde se esconde este misteri...