Mito hecho realidad

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Los amigos de Sigrid no daban crédito a lo que escuchaban, esto no podría ser más que una broma, los dioses nunca existieron, era imposible que esa mujer fuera la hermosa deidad del amor, la guerra y fertilidad de tiempos antiguos. No había posibilidad.

—¡Tienes que estar bromeando! —decía Leif, su estaba ceño fruncido con una clara mueca de enojo, no estaban para esos chistes.

Esto, como siempre, hacía enojar a Trjegul quien bufaba hacia la figura del chico.

—¡Mi señora jamás bromea de esa manera! —vociferaba el gato blanco viendo a todos los humanos.

Todos se quedaban callados y Leif tragaba saliva, no entendían que pasaba, el felino había hablado.

—¡No me jodas un gato que habla! —exclamaba Helga con sus ojos abiertos de par en par.

—De hecho, somos dos gatos que hablamos. —decía Bygul mientras se restregaba en su pierna —¡Pero somos inofensivos!

Helga dejaba salir un grito de asombro mientras se agarraba del brazo de su novio, quien estaba de igual manera sorprendido.

—¿Nos puedes explicar que es esto Sigrid, por favor? —La voz de Isak era calmada, pero se le notaba la incertidumbre y duda en su visaje, viendo de los gatos a la diosa y después a la amiga de todos.

Sigrid nunca había sido fan de ser el centro de atención, más bien, siempre intentaba pasar desapercibida a toda costa, sin embargo, ahora tenía los ojos de sus tres amigos, los gatos, Freyja y de algunos voluntarios de la asociación encima de ella.

Empezaba a tronarse los dedos, le estaba dando mucha pena y cierta ansiedad tener a todos viéndola, volteando su mirada hacía la diosa y de ahí a sus amigos.

—Es...qué...

La deidad sentía como la chica estaba muy intranquila, lo notaba en el movimiento de las manos y el titubeo de su voz, más aparte podía percatarse de la angustia en su rápido ritmo cardiaco.

Detestaba verla así, pero ¿Por qué?

—Ella termino un ritual de hace más de mil años que fue dejado en los bosques. —La firme voz de la platinada captaba la atención de las personas quienes la veían con cierta precaución.

—Sigrid, si esta es tu idea de una broma, créeme que no es el momento. —La voz de Leif ya sonaba frustrada.

Lo que el chico no esperaba era el zarpazo de Trjegul en su pierna, quien clavaba sus garras sin ejercer mucha fuerza.

—¿Eso te parece una broma, humano?

—¡Ouch! —Leif se caía hacia atrás sobándose, pero no veía nada de sangre salir del rasguño, el cual ya se iba curando de manera increíble, sintiendo un calor que lo inundaba y todos volteaban hacia Freyja quien parecía estar recitando unos cuantos canticos en antiguo nórdico, siendo su fisionomía difuminada por un aura color oro, mientras apuntaba su palma hacia el lugar afectado.

Esto sin duda dejaba a todos perplejos, parecía sacado de los antiguos mitos que habían leído en la clase de historia de la primaria, pero lo estaban presenciando, esa extraña mujer había hecho magia, su cuerpo seguía difuminado de color oro mientras que por primera vez notaban aquellos ojos, brillantes con matices negros.

—Creo que esa es suficiente prueba para ustedes, ¿no lo creen? — Bygul los veía, hasta pareciese que aquel pícaro rostro estuviera sonriendo mientras que su hermano, Trjegul, no quitaba su mirada de molestia con aquellos morados orbes que destilaban magia de su ser.

A través del mito l: La Bendición de FreyjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora