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Las caricias se habían vuelto un poco más habituales, sentir sus manos lentamente acariciando su espalda por las noches y sus suaves labios dejando un camino de besos por todo su rostro ya era algo común entre ambos.

Depositaba leves toques sobre sus mejillas, moviéndose en círculos buscando calentar su rostro en días frescos. Sus manos ya no se sentían congeladas, porque ahora tenía a alguien que pudiera darle toda esa calidez que creyó perdida.

Nikolai era precioso, tanto físicamente como en lo personal y sentimental, cada palabra y cada broma que salía de su boca era lo más maravilloso que pudiera haber escuchado en toda su vida. Y los días seguían contados, sólo que nadie avisó nada.

Por ese mismo hecho, cuando el mayor dejó de venir durante tanto tiempo a su habitación comenzó a sentirse solitario nuevamente.

Estaba bien, le dijo muchas veces que no debía preocuparse ya que tenía otro tipo de trabajos fuera de cuidar de él, que así podía seguir estando a su lado, que así podrían estar juntos por más tiempo. Al principio sonaba a algo normal, todo el mundo debe ir a trabajar de vez en cuando para conseguir dinero.

Aunque, esta vez, sabía que no era así.

No dudaba de Nikolai, por supuesto que no, en lo más mínimo... sin embargo nada le aseguraba que sus palabras fueran reales. Todos quisieron matarlo alguna vez, tanto amigos como simples conocidos, el Dios en su interior era la prueba de que siempre alguien iría detrás suyo.

Entonces entró en pánico esa mañana un rato después de haberse duchado, tomó el primer libro de la estantería que tenía al alcance de su mano y se dispuso a leer para calmarse. Pero las palabras se veían borrosas, su cerebro no comprendía nada de lo que veía, no distinguía entre las páginas.

Su mente sólo pensaba en Nikolai.

Pasaron las horas y su inquietud continuaba, revisó la habitación completa de arriba a abajo una y otra vez en caso de que hubiera dejado alguna carta o al menos un pedazo de papel avisando sobre su ausencia. No encontró nada.

Sintió un nudo en su garganta que le impedía respirar correctamente, se sostuvo de la cama unos segundos para después romperse a llorar. Esto le traía recuerdos que no quería sacar a luz otra vez, amargas memorias que deseaba olvidar por siempre, una persona en particular a la que necesitaba mandar a las profundidades de su corazón para el resto de su vida.

Aún odiaba a muerte a Dazai, por más que quisiera convencerse de que era cosa del pasado, las punzadas en su pecho eran evidentes. Se convirtió en una nube de polvo que el viento continuamente se llevaba y regresaba, no entendía por qué pasaba eso.

Solamente quería olvidarlo todo.

Dejarlo tan atrás que ni la luz del sol pudiera iluminar los sucesos de su pasado.

Sintió que la opresión en su pecho se hacía mayor conforme las lágrimas caían, su respiración era muy irregular y de pronto todo su cuerpo temblaba sin poder controlarse. Estaba mal, todo en su cuerpo estaba mal incluso meses después de casi haber muerto ahogado.

Los exámenes médicos lo decían, aunque Nikolai se esforzara en decirle que su salud iba mejorando, y que en parte era verdad, de todos modos no podría soportar más las mentiras piadosas.

Lo quería cerca suyo, tan cerca que pudiera escuchar los latidos de su corazón y así poder tranquilizarse lentamente gracias a su simple presencia. Pero ya no estaba, no ahora y no con él, no tenía idea ni de dónde estaría metido o a donde habría ido, simplemente se esfumó sin decir nada.

Los sollozos se quedaban atorados en su garganta, la fuerza se iba de su cuerpo poco a poco y lo único que se sentía capaz de hacer era llorar en silencio. De rodillas frente a la cama, como si estuviera orando por sobrellevar esto y ser capaz de avanzar con su vida aunque Nikolai realmente lo hubiera dejado.

Iridiscencia // NikoChuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora