Sus brazos fuertes me envolvían por la espalda en un cálido abrazo. Me sentí tan fuerte y vulnerable al mismo tiempo. Me había hecho la misma pregunta tantas veces, ¿estabas enamorada de ella? Quizás y había sabido la respuesta desde hace tanto tiempo, quizás y aquella respuesta siempre estuvo ahí, la había amado siempre, incluso desde aquel primer mensaje, aquella primera risa, aquella primera llamada. ¿Cómo puedes enamorarte de alguien sin conocerla? La respuesta es sencilla, te enamoras de aquello que de verdad vale la pena, su interior, su alma.
El tenerla tan cerca lo único que hacía era confirmar que aquel sentimiento era imposible de detener, que estaba en el lugar correcto. Por primera vez en años me sentía en casa; aquella extraña sensación de confort y comodidad. No podía hablar pero mi corazón hablaba por mí, el seguía gritando a cada latido que aquella mujer era lo que siempre había estado esperando, que aquella mujer era su sueño no realizado y siempre deseado.
-Si supieras que no sé qué decirte, que me he quedado sin palabras, cómo aquella primera vez que hablé contigo... Me siento tan nerviosa, tan extraña, tan indecisa, yo... --Y volvía a quedarme callada sintiéndome una completa estúpida mientras ella seguía tan cerca de mí como para sentir como se me erizaba la piel al sentirla respirar sobre mi nuca.
-Pensé que ibas a ser tú la que iba a estar sin nervios, y mírame ahora, ¡estoy tan feliz de que estés aquí que muy poco me importan el miedo, o lo que piense media universidad!. Es más, segura estoy que por ahí en algún lugar está Tamara hablando de lo bien que me veo a tu lado... --Y sonreía tan espontáneamente que me dejaba sin palabras.
Su risa, tan hermosa como extraña no dejaba de embriagarme mientras me sentía derretir justo en el mismo lugar en el que había deseado estar por tanto tiempo, entre sus brazos. Levanté mis manos suavemente, avanzando por sus brazos; definidos, delgados y perfectamente adornados por vellos suaves y tiernos, ¿acaso no era sexy? No pude evitar una sonrisa maliciosa, quizás y no podía evitar sentir aquella pasión irrefrenable que me había acompañado por tanto tiempo.
Avancé hasta enredar mis manos en las suyas. Ella, valiente y descarada como había sido siempre, entrelazaba sus manos a las mías con una naturalidad desafiante y decidida. Quizás y solo era yo, pero en ese momento, el mundo se paró para empezar a girar nuevamente. ¿Cómo era posible que me sintiera así? Era yo la experimentada, y aquí estaba haciendo un espectáculo tonto y vergonzoso en manos de una niña que me hacía sentir viva de nuevo. Me sentía una tonta niña de 12 años que está jugando a ser una adulta con la mujer de su vida.
-No tengo palabras para decirte... -Tomé dos largos respiros, sintiendo cómo se acompasaban mis respiraciones nuevamente mientras enredaba con más fuerza sus manos a las mías-Tenía tanto miedo de venir a buscarte y de que tú simplemente, no lo sé, reaccionaras diferente, de que fuera diferente, quizás esperaba que ni siquiera estuvieras justo donde estás ahora... --Su extraño aroma me dejaba sin aliento una y otra vez, su cercanía me hacía pensar seriamente en la posibilidad de la combustión espontánea corporal. Me sentía ligera y desproporcional todo al mismo tiempo. Quizás y sí, era posible la combustión.
-¿Diferente? ¿Pensabas que iba a salir corriendo? Llevo años esperando por ti, planeando como ir a buscarte. El tenerte aquí, solo cumple uno de mis mayores sueños. Te dije que iba a tenerte aquí, que iba a estar en tu vida de una u otra manera, aunque debo de admitir que siempre me gustó más la idea de tenerte como algo más que una simple amiga, quizás como la mujer de mi vida... --La oía respirar pesadamente, con dificultad, la imaginé por un momento tan roja como un tomate como siempre sabía que se ponía, pero no podía estar segura.
Había sido tan inteligente en abrazarme de tal manera de que no pudiera ver su rostro, de que lo único que pudiera ver fuera aquel hermoso patio lleno de flores de esa enorme universidad. Siempre sorprendiéndome, siempre distinta, siempre tan única, siempre tan ella. ¿Era posible que la quisiera más, que la adorara más, que la deseara más, que la amara más? Mi vida había girado a su alrededor por tanto tiempo, tanto que me sentía un planeta girando en la órbita de su propio sol. Ella era mi sol, ella era algo así como mi luz personal.