CAPÍTULO 19 → FARAH

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El resto de la tarde fue entretenido, tan solo fue una media hora más, que usé diez minutos para quitarme el pijama y ponerme la ropa que llevaba, Silvia se quedaría a dormir y la verdad, me hubiera encantado quedarme, pero no podía, más bien no quería. Al menos la primera semana, quería dar una buena impresión, tampoco quería que pensasen que me pasaba de fiesta de pijamas en fiesta de pijamas.

Llamé al timbre de la casa, a pesar de que Aina minutos antes me había dado las llaves de la casa, pero en mi defensa, no me acordaba de ello.

─ ¿Quién e...? ─ Juro que pensaba que Aina me abriría la puerta, pero lo último que pensé fue que Isaac sería el que me abriese la puerta ─. Ah, eres tú. Pasa, ¿qué tal con tu amiga? ─ Recalcó, refiriéndose a Uxue.

─ Bien, tranquilo, no te volverá a decir nada... espero ─ antes de apartarse para dejarme pasar, me miró de arriba a abajo.

─ Pasa ─ pasé con una gran zancada y él se colocó detrás de mí para cerrar la puerta.

Pude ver el salón, en el que Adrien estaba allí, hablando por teléfono dando pasos cortos por allí, cómo con quién no iba la cosa.

Cómo si me hubiera leído la mente, me miró sin desatender la llamada y me dedicó una cálida sonrisa junto a un saludo mudo con la mano. Le devolví el gesto con una sonrisa dulce, para después buscar a Aina. No por nada en específico, sino porque con ella siempre encontraba alguna forma de entretenerme.

Me di una vuelta por toda la casa y ni rastro de Aina, en el baño era imposible que estuviera, las puertas de los baños estaban completamente abiertas.

─ ¿A quién buscas? ─Joder. Me faltó muy poco para saltar y llegar a la Luna del susto que me dí, entre que en dónde estaba no había tanta luz y que la voz que sonó fue grave, ronca y masculina, di un respingo bastante considerable. Di otro respingo interior cuando caí en que la voz era de Isaac.

─ A... A Aina ─ genial, Farah, acabas de humillarte tú solita ─... osea, a tu madre ─ no es idiota, sabe cómo se llama su madre.

─ Sé quién es mi madre, gracias ─ dijo por lo bajo ─. Llevas diez minutos dando vueltas, igual es porque no está en casa ─ recalcó obvio, quise tirarle del pelo.

─ ¿Y yo qué iba a saber? ─ Me crucé de hombros, tratando de imponer firmeza, aún sabiendo que mis piernas flaqueaban ─. Esta no es mi casa de verdad y llevo aquí dos días, quizá tenéis algún cuarto extra en el que pueda estar o algo.

Bien, he podido formular una frase entera sin trabarme.

─ Pues no, no lo hay ─ se encogió de hombros y bajó un poco más la cabeza para mirarme, metiendo sus manos en sus bolsillos ─. Mi madre ha salido, ¿para qué la necesitas?

¿Para qué la necesitaba?

Ehmm... ─ genial, ya me estaba poniendo nerviosa de nuevo ─... nada importante, quería saber si el tocadiscos viejo que hay en el mueble se puede usar, es solo curiosidad...

La verdad no lo necesitaba para nada, fue algo que se me ocurrió sobre la marcha para no quedar cómo una idiota, lo del tocadiscos viejo era cierto, había uno, pero la verdad me autoentregué una medalla de oro por improvisar tan bien.

─ El tocadiscos viejo que hay en el mueble es mío ─ aclaró, no lo dijo con sequedad, pero tampoco con calidez, fue un punto intermedio ─. ¿Para qué lo recesitas?

Ah, no sabía que era... ─ jamás me había costado tanto terminar una frase ─... quería saber si se puede usar porque me gusta más escuchar la música así, aunque ya sabiéndolo, puedo escucharla desde el mó...

─ Puedes usarlo, yo ya tengo otro, es más, en un cajón del armario hay vinilos míos, úsalos si quieres también.

Vaya, qué amable.

─ Yo ya tengo los míos, pero les echaré un vistazo, gracias ─ la cortesía repentina de este chico empezaba a preocuparme.

Genial, ¿y ahora yo qué hago?

─ Tienen demasiado polvo, te recomiendo pasarle un trapo por encima primero ─ ¿Tan evidente era que estaba a punto de darme algo? ─. ¿Necesitas algo más?

Sí, morirme, gracias por preguntar.

─ No, gracias ─ volvió a su personalidad original, me dio un repaso de nuevo con la mirada y se largó de allí, dejándome sola, aunque lo agradecí, cuánto más breve fuera la conversación, mucho mejor para mi salud mental.

Subí al cuarto y rebusqué por todos los cajones en busca de los vinilos.

¡Bingo!

Habían demasiados, casi ni cabían. Si era cierto lo de que eran de Isaac, debo reconocer que tenía un gusto musical bastante bueno.

Native de OneRepublic estaba el primero, sin pensármelo, lo saqué, soplé para quitarle el polvo y lo dejé apartado para reproducirlo después, había olvidado por completo la existencia de ese álbum y la verdad, es que me encantaba. También tenía el de Encore de Eminem, el de 1989 de Taylor Swift, The Razors Edge de AC/DC, Parachutes de Coldplay ─ el segundo que escucharía, Coldplay me encantaba ─, Talking Is Hard de Walk The Moon, entre muchísimos más.

Me levanté, cogí el disco de Native, me dirigí al tocadiscos, lo encendí con cuidado, coloqué el disco, la aguja e inmediatamente Counting Stars sonó a un perfecto volumen.

Sonreí, recordando lo mucho que me gustaba la canción cuándo era más pequeña, encendí mi vela que estaba en el cajón de mi mesita de noche junto al mechero y al ordenador, tomé el portátil y me adentré a escribir.

La verdad, llevaba unos días con bloqueo, aunque me gustaba sentarme frente al ordenador, a simplemente... mirar. Cuando tenía ideas escribía, pero cuando no, simplemente observaba la pantalla y me olvidaba de todos los males.

Everything that kills me... ─ mi parte favorita sin duda alguna ─... makes me feel alive. Lately, I've been, I've been losing sleep... ─ canturreé por lo bajo mientras ponía la contraseña del portátil.

La verdad, pensándolo bien, el chico tenía buen gusto musical, al menos, todos los vinilos me gustaban.

Entonces mentalicé que llevaba un buen rato sin pensar en mis problemas, hacía unos tres días había recaído en las autolesiones, y la verdad fue doloroso porque llevaba ya casi cuatro meses limpia, pero no pude aguantar más, también dolió mucho cuándo tuve que usar mis pulseras de nuevo para tapar los cortes, pero lo que más ardía era el volver a ocultarlo.

Empecé con las autolesiones con doce años y en un mes se cumplirían los siete años de eso. Mis problemas comenzaron mucho antes, empecé desarrollando ansiedad con once años, luego generé inseguridades en tiempo récord, y cuándo menos lo esperaba, ya estaba ingresada en un hospital por trastornos alimenticios, trastorno de la ansiedad, trastorno de estrés postraumático, depresión y un intento de suicidio. Y todo eso con trece años. Llevaba tantos años mentalizando que mi vida ya no pintaba, que yo ya no era una persona, sino que era un problema...

Por eso era el pequeño tatuaje de un punto y coma que llevaba en la muñeca derecha, en honor a ello, sobretodo a las autolesiones. En la mayoría de los casos ─ en los brazos, al menos ─ la gente se autolesionaba en ambos, pero en el mío no, ya que cuándo empecé a hacerlo, temía ser descubierta entonces sólo lo hacía en uno para pasar más desapercibida.

El deseo de amar para siempre [TERMINADA ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora