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Brock。

No me siento cómoda con la información que me dio James. Aun suponiendo que no haya exagerado en ninguna palabra, y el país quiere saber de mí, ¿qué les puedo contar? <<¿Quién eres, Brock?>> <<Una operaria de bodega>> <<¿Cuáles son tus aspiraciones?>> <<Me conformo con trabajar las horas justas para conseguir un sueldo que me ayude a llegar a fin de mes>> <<¿Cuál es tu pasatiempo?>> <<Estar junto a mi hija>> <<¿Cuál es tu cereal favorito?>> <<De hecho, rara vez desayuno>> <<A parte de no ser nadie, tiene desórdenes alimenticios, es un mal ejemplo>> Yo, por mí misma, no soy nadie y si "alcanzo la fama", mi título será <<La novia de un millonario>> No quiero alcanzar ninguna fama con ese título. Ni siquiera quiero ese título. Estoy saliendo con Mats Larson y él está saliendo con Brock Isbellt. Sin títulos, por favor.

Mats está poniéndome un parche sobre el tatuaje. Me está dictando importantes indicaciones que, supongo debo seguir al pie de la letra, pero no le he puesto atención.

—No quiero aceptar ninguna entrevista —le digo. Mats me mira, por un momento parece no entender de qué estoy hablando. Recuerda la conversación con James y continúa cubriendo mi tatuaje.

—Cuando quieras una entrevista, se lo dices a James, él sabe aceptar buenas ofertas. Pero no es obligación, Brock. No tenemos que satisfacer la curiosidad de nadie. Yo acepto entrevistas donde se habla de mi trabajo, y gracias a ellas tengo cada vez más trabajo, pero siempre hay un entrevistador imbécil que hace una que otra pregunta personal, y es opcional responderla. Así que no te preocupes. Sí es cierto que te fotografiarán en la calle, será molesto, no tendrás privacidad.

—Será muy desagradable que me fotografíen en una fiesta, ebria y sudorosa.

Mats arrastra su silla para levantarse. Terminó. Finalmente puedo levantarme de la camilla. Me doy cuenta mientras estoy bajando las piernas, que desde la punta de los dedos del pie derecho hasta la cadera estoy acalambrada. Fue tanto el dolor que soporté que incluso la cabeza me duele.

—¿Seguirás yendo a fiestas? —Me estremezco por el tono calmado y desafiante que usó. Su mirada tiene frialdad.

—No lo sé, Mats, si no tenemos planes juntos e Isis está con mi mamá, tal vez salga. ¿O es que ya no puedo salir sola?

Mats se encoje de hombros, claro, como si no le importara. Ahora me ignora mientras limpia su mesa de trabajo. Tomo aire y lo expulso por la boca. Había una lista imaginaria e interminable de razones por las que no quería estar en una relación. Una de esas razones era esta: el control. Es inevitable que uno de los dos o los dos, se crea con el derecho de tener el control sobre el otro aunque sea en detalle sutiles como en <<No te duermas tarde; debes almorzar; no trabajes en exceso; cuéntamelo todo, soy tu novio>>. "Control azucarado" lo llamó Dante cuando hablamos sobre por qué a ninguno le venían bien las relaciones de pareja. Él concordó conmigo cuando le dije que no soportaba que me controlaran. Si me levanto en la madrugada con ganas de pasear sin paraguas mientras llueve torrencialmente y de fondo resuena el eco de algunos disparos, no quiero avisar ni pedir permiso, solo salir ¡y que nadie me diga lo contrario porque exploto!

—Tú me dijiste que te controlara —le recuerdo—, pero yo no te pedí lo mismo para mí. —Me ignora—. Oye, las mujeres solteras, comprometidas e incluso casadas pueden salir solas de fiesta. ¡Más aún si tengo dos fines de semana libre al mes!

Mats le quita el forro de plástico que le puso a su mesa de trabajo antes de empezar a tatuarme y lo tira a la basura.

—Te va a costar caminar, súbete a mi espalda.

Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora