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CAPÍTULO 70. NADA DE PENSAMIENTOS NUBLADOS

Pol pilló la indirecta bastante rápido, por no decir que al salir del baño con su ropa puesta, él ya tenía la camiseta plegada sobre la mesa. Me mordí el labio sin pretender apartar la mirada de su abdomen y pecho, a lo mejor no tenía el cuerpo más espectacular, pero a mí me parecía una locura.
—Lo veo bien —dije poniendo muecas con mi boca.
Recorrí los pasos que nos separaban y cuando me dispuse a tocarlo, dio un paso hacía atrás. Levanté las cejas esperando su explicación, no fuera a ser que hubiéramos cambiado los papeles.
—Creo haber escuchado que funcionaba muy bien. Tu comentario no lo ha demostrado.
—Bueno, tendría que comprobar que no es una ilusión —dije en voz baja sin subir la mirada a su rostro.
—Eso es todo, no vas a decir más —afirmó y cada vez me lo ponía más difícil para no pensar que lo hacía a propósito. Sonreí, porque decirle que aquella costumbre de seguridad era de las cosas que más adoraba de él, pondría en riesgo que lo siguiera haciendo con naturalidad.
—Aja —confirmé a tiempo que volvía a acercarme y a conseguir pasar las manos por su piel suave.
Llegué hasta sus hombros y entrelacé los dedos por detrás de su cuello.
—Cien por cien auténtico—comenté disfrutando de él y de lo que era sentirlo.
Rozarlo me provocaba escalofríos y me ponía los pelos de punta, en el mejor de los sentidos.
—Me alegro —contestó acompañando sus palabras con una sonrisa de ojos y boca.
Chocó su nariz con la mía, me derretí.
—¿Dormimos? —preguntó.
—Aja —volví a pronunciar.
Dejó un beso suave, pausado y lento sobre mis labios y se apartó, dejándome con ganas de mucho más.
—Ponte cómoda, Theresa. Mi litera es la de arriba.
—La mía también—repliqué subiendo por las escaleras y metiéndome dentro de la colcha roja. Sí, dormía con colcha en verano.
—No te creas que no he pensado en eso... —dijo, y tomé la sabía decisión de no interpretar sus palabras.
Me coloqué en el lado de fuera y no le pasó desapercibida la dificultad de colocarse junto a la pared. Meneó la cabeza por ello.
—No me lo pones fácil.
Con su brazo en mi cintura tiró de mí hacia atrás y me pegó a él. Sentí su aliento a través de mi pelo y busqué entrelazar nuestras piernas. Era increíble, era increíble pensar que no había ningún pensamiento que me gritara o me alejara.
—Tengo curiosidad por ver como sales al baño sin despertarme.
No lo vi apretar la mandíbula, pero pude imaginármelo.
—Tenía que haber ido antes —se lamentó.
Cogí su brazo con fuerza dejándole claro que dejarlo bajar ahora no era una opción.
Cerré los ojos y al escuchar su suave respiración puse como prioridad sincronizar la mía con la suya. Ni siquiera había sido capaz de imaginar un momento tan bonito como ese. Para mí, tener a una persona con la que igualar inhalaciones y expiraciones, era una utopía. Y cuando pensaba que lo había conseguido, no había nada que se comparara a ese nivel de felicidad
Me di la vuelta y él no se resistió, ni siquiera abrió los ojos a pesar de que tenía claro que no dormía.
Cogí su barbilla con delicadeza y me acerqué para dejar un beso.
—Una vez dijiste que me llamabas Theresa porque aún no me conocías.
—¿Y ahora quieres que te llame por tu nombre? —dijo moviendo solo la boca.
—No lo sé.
—Te gusta que sea el único que te llama Theresa.
Dejé otro beso en su comisura.
—Puede —confesé.
Juntó su cuerpo al mío todo lo posible y pegamos nuestras frentes. Bajé los párpados de nuevo.
No me inquietó que no me contestara, no importó. Lo único que quería era quedarme allí para siempre, sintiendo su mano tirar de los mechones de mi pelo y su cuerpo al completo debajo de las sábanas.
Puede que Theresa se quedara como algo nuestro, tenía claro que nunca dejaría que nadie más me llamara de esa forma. Podían pasar muchas cosas, pero yo sería Theresa para una sola persona.
Me costó un montón, no lo negaré, lograr entrar en el estado de medio sueño, cuando tu mente deja de estar tan activa. Era difícil teniendo a la persona por la que vibraba mi corazón, a mi lado.
Y sí, me sorprendió cuando llevó su boca a menos de tres milímetros de la mía y me dijo las palabras que más había fantaseado escuchar. El rumor de esas tres palabras retumbó por mi consciencia durante mucho tiempo. Y rozando nuestros labios, dijo:
—Te quiero, Thesa.
*
La mañana me recibió de la mejor forma posible. Sin saber muy bien cómo , habíamos acabado con las posiciones cambiadas.
Estiré mi cuerpo de la mejor forma posible y empecé a zarandear a Pol.
—Despierta, Pol.
Se dio media vuelta y me abrazó.
Maldije, necesitaba ir al baño con urgencia
—Pol... —murmuré enredando aún más la maraña blanca que era su pelo.
Intentó ocultarlo, fue casi imperceptible de hecho, pero levantó muy ligeramente la comisura derecha.
—¿Pol?
Se acomodó.
—Tengo que bajar, Pol.
Intenté abrir su párpado y me lo impidió, tampoco pretendía forzarlo mucho.
—¿No decías que tenías curiosidad por ver cómo bajaba sin despertarte? Tú me has despertado —dijo trabando sus ojos azul tormenta con los míos y dejándome sin aliento.
—Ya estabas despierto.
—No es cierto.
Me cansé y le di un golpecito en el pecho.
—Va, déjame salir —dije riendo y no de gracia.
Resopló y no tengo claro de qué forma, pero giramos y estuvimos de nuevo como el domingo por la noche.
—Vía libre —anunció estirando sus brazos por encima de la cabeza y regalándome todo su esplendor.
Tampoco es que pudiera mirarlo mucho, fui corriendo al baño. Que liberada me sentí cuando tiré de la cadena, por no decir lo despejada que estuve al lavarme la cara con agua fría. Me sequé con la toalla y cepillé mi pelo con lo primero que encontré.
Mi tripa rugió y salí para comentar el plan de "desayuno y ver qué pasa luego", cuando lo vi mirando y sonriéndole a un papel
—¿Qué pasa? —pregunté acercándome y tratando de mirar por encima del hombro.
—Que tenemos el mejor amigo posible.
Me tendió la nota y leí en voz alta, intrigada por su contenido.
—"Buenos días, pareja. Me habéis derretido tanto el corazón con vuestro acaramelado sueño, y yo soy tan generoso, que voy a traeros el desayuno a la cabaña para que podáis seguir en vuestra nube."
Nos miramos. Se me hizo la boca agua al pensar en comida. Tenía mucho hambre.
—¿Es en serio? —pregunté.
Se encogió de hombros.
—Supongo.
—¿Y no sabrás cuando se ha ido?
—Juraría haberlo escuchado marchar poco antes de que te despertaras —se frotó el puente de la nariz—. Si llego a saber que nos iba a hacer este detallazo, le digo buenos días y lo mucho que lo apreció.
—Seguro que lo sabe.
—No creo que sepa cuanto. Es el segundo año que compartimos cabaña, ¿sabes? Estuvimos juntos la primera vez que vine.
—Ninguno de los dos me ha dicho nada —me crucé de brazos fingiendo estar molesta.
—No me pareció importante —dio una palmada al aire y el estruendo me sobresaltó lo suficiente como para cuestionar lo poco de despierta que tenía—. Me voy a ir vistiendo que ya nos queda poco tiempo por aquí y quiero aprovecharlo al máximo.
—Vale... —dije estirando las palabras—. Me paso un momento a la cabaña y vuelvo.
Pasé las manos por mi cabello cuando la tardía reacción de Pol a mis palabras, hizo acto de presencia.
—¿Te vas?
Me volví sorprendida y patidifusa.
—No me voy a poner la ropa de ayer, es raro.
—Pero, Theresa, no me hagas esto...
—Me habría dado tiempo a ir y volver mientras discutimos.
—No estamos discutiendo —replicó poniendo una mueca muy graciosa.
—Tienes razón, es un intercambio de palabras completamente inútil —le solté con la voz que usas para dirigirte a un niño pequeño.
Medio asintió dudando. 
—Tienes un minuto. Sesenta, cincuenta y nueve...
Fruncí los párpados y salí de la cabaña con la calma.
—¡No voy a darme prisa por la mañana, Pol! —dije cerrando la puerta.
—¡Cincuenta y cinco! —gritó.
Y como buena persona que acepta retos, corrí todo lo que pude, gracias a Dios mi cabaña estaba al lado. Una vez dentro repasé con la mirada y vi que no estaba Valen. «Mejor», pensé, no me daba tiempo a darle explicaciones.
Cogí a toda velocidad mi vestido amarillo, la chaqueta gris y una muda limpia, y volví corriendo.
—¡Ya estoy! —dije jadeando de vuelta en la 6A.
—¿Cuanto he tardado?
—No te has vestido —objetó
—¡Sí venga!
—Has llegado a tiempo, pero de forma incompleta.
—No hemos especificado detalles.
—Creía que estaban sobrentendidos.
—Y ese ha sido tu error —dije en tono alegre y concluyendo la conversación.
Me encaminé al baño y al poco tiempo estuve vestida, con la coleta hecha y esperando ansiosa el desayuno de Alejo.
Observamos con atención como se giró el pomo.
—Hola —sonó la voz seca de Emma.
Tragué saliva.
¿Cómo? ¿La había traído a modo de desayuno de la muerte?
Miré de reojo a Pol quien parecía realmente alterado. Pero mucho, todo su cuerpo se había tensado y su pecho no subía y bajaba bien. Le apoyé una mano en el hombro.
Alejo entró y no puedo deciros la expresión que traía, pues observaba el espacio de la puerta, esperando ver la brillante melena morena de Emma.
Si que tardaba.
Alejo cerró la puerta de un portazo con el pie e intercambié una mirada con Pol. ¿Acababa de cerrarle la puerta en las narices?
—Chicos —dijo Alejo sin tener nuestra atención.
—¿Emma? —pregunté.
Y Alejo se echó a reír, pero como un condenado, un loco, un sádico.
—¡Ha sido buenísimo! Ojalá hubiera podido grabaros. Dios, que mala suerte, solo quedará en mi memoria. Teníais que haberos visto —dijo apoyándose en las rodillas para mantener el equilibrio.
Traté de sonreírle al pillar que era una broma, pero no me salió. Respiré dos veces centrándome.
—¡¿Era una broma?! —exclamó Pol medio gritando medio enfado, en lo que sería la frase más descontrolada que le oiría decir—. Eres un cabrón. Yo que pensaba que hacías esto por buena fe.
Y así,  de pronto, le rascó la cabeza y tan amigos. A mí se me salía el corazón por la boca.
—Ahora mismo tengo motivos más que de sobra para odiarte —le dije con la mano en el pecho y sentándome en la silla de la mesa. Pasando el susto.
—¡Pero si no hacíais nada malo! Peor hubiera sido que estuvierais en mitad de la faena.
Sus palabras debieron hacerme gracia, o al menos un poco, pero me hicieron pensar. ¿No hacíamos nada malo? ¿Seguro? Pol no había tardado ni una semana en tener algo conmigo, lo que sea.
Sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos nublados y me centré en mi amigo, el chico que me gustaba. Y el desayuno que acabamos compartiendo entre los tres.

***
Julia, espero que fuera lo que esperabas.
Y perdón por no haber podido subirlo ayer.

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