Nuestro destino imposible. Pedri González.

Psicología

Cuando estudiaba el último año en el instituto, no me gustaba en absoluto mi clase y eso hacía muy incómodo las 6 horas que tenía que estar metida en un aula junto a ellos pero un día, llegué a casa llorando porque en la clase de psicología, a la profesora se le ocurrió la brillante idea de realizar una actividad en la cual debíamos desarrollar nuestros sentimientos. La actividad consistía en poner en un papel en sucio tu nombre y los demás debían poner lo que pensaban de ti. Cuando tuve el papel pude ver todas las cosas que me habían escrito, rara, fea, cabezona... había muchas palabras que me dolían porque pensaban todas esas cosas de mi solo porque no me relacionaba con ellos, ni me saltaba las clases, o me reía de los demás. Me trataban como un bicho raro y eso hizo que mi incomodidad hacia la clases destruyese por completo mi autoestima y mi confianza sobre mi misma. Cuando llegue a casa con lagrimas ignoré todas las cosas que no fuesen llamar o buscar a Ferran para que me ayudase, porque a su lado los problemas dolían menos, finalmente me escapé de casa y fui a la suya, me recibieron sus padres, sabían que cuando estaba así las preguntas sobraban y me dejaron pasar diciéndome que Ferran estaba en su habitación. Cuando llegué abrí la puerta sin llamar, entré y cuando me vio fue directo a mi para abrazarme y ahí, en ese instante, las lagrimas salieron rápidamente provocando sollozos que salía de mi boca mientras que mis brazos se envolvía con fuerza sobre su espalda. Cuando me pude tranquilizar le conté lo que me había pasado. 

- Ferran, se rieron de mi, me hicieron sentir que era inútil-  murmuré.

-Lo sé, cariño, pero piensa que es tu último año de instituto, que ya no los volverás a ver y que después nos iremos a Barcelona, a cumplir nuestros sueños, sin nadie que nos moleste- dijo consolándome.

- Pero es que no puedo más, quiero desaparecer como sea, quiero que nadie me diga cosas, quiero quererme más, quiero ser feliz, solo pido eso. Solo pienso en desaparecer para no tener que soportar tantas cosas que me destruyen lentamente pero luego pienso que no puedo dejar a mamá sola, no después de que papá se fuese, no os puedo dejar ni a ti ni a Sira pero no puedo- más- terminé de desahogarme mientras mis lagrimas y mis sollozos no paraban. 

Y ahí empezó mi ansiedad. 

-Está bien, me quedó- le dije a Pedri. 

Pedri soltó una sonrisa, seguidamente me cogió de la mano y me llevó a una habitación. Era preciosa, tenía las paredes blancas, las estanterías eran de madera y el cabecero de la cama también, las sábanas de la cama eran grises y la mesita de noche era de color crema. Me pareció preciosa y me quedé observando la habitación mientras que Pedri hablaba. 

-Mañana nos levantaremos a las 6 para así tener tiempo para ir a tu casa y que te puedas cambiar- dijo. 

-Está bien, muchas gracias por todo Pedri- agradecí. 

-Deja de darme las gracias, cariño, no te preocupes- dijo para después darme un beso en la frente. 

-Si necesitas algo, estoy en la habitación de al lado, buenas noches cariño- 

-Buenas noches Pedri- respondí con sueño. 

Después de eso me acosté en la cama, cerré los ojos y me sumí en un profundo sueño. 

Me desperté asustada, después de tener una pesadilla que hizo que me despertase de golpe, miré a la mesita de noche y vi un reloj que marcaba las 3 de la mañana, toqué mi frente y se encontraba con pequeñas gotas de sudor.

Mis manos temblaban. Papá. Había soñado con papá.

Tenía miedo de levantarme, necesitaba agua y sentía caer mis lagrimas por mis mejillas. Entonces recordé lo que me dijo Pedri, se encontraba al lado. Bajé de la cama con miedo y con mis piernas temblando, hasta que llegué a su puerta, abrí lentamente hasta que ya estuve dentro y la volví a cerrar pero justo cuando la cerré escuché una voz que hizo que me sobresaltase por completo asustándome aún más.