ᴍɪ ʟɪɴᴅᴏ ʏ ᴄʜᴜʙʙʏ ᴍᴀʏᴏʀᴅᴏᴍᴏ

Mi lindo y gordito mayordomo

En el pintoresco condado de Somerset, rodeado de verdes colinas y bosques antiguos, se alzaba una majestuosa mansión con más de un siglo de historia. La mansión de Ravensbrook había visto mejores días, pero su grandeza pasada aún se reflejaba en sus elegantes salones y en los jardines meticulosamente cuidados. La nueva residente de Ravensbrook, la señora Eleanor Hargrove, era una mujer de edad media, con una presencia enigmática y una historia envuelta en misterio.

La señora Hargrove había llegado a la mansión en circunstancias poco claras y había decidido contratar a un mayordomo para atender las necesidades del hogar. Buscaba a alguien que fuera obediente y fiel, dispuesto a aceptar el trabajo sin hacer demasiadas preguntas. Así fue como, en una mañana lluviosa, el joven y apuesto James Collins fue recibido en la mansión. James, buscando una oportunidad para escapar de la vida dura en la ciudad, aceptó el puesto sin dudarlo.

Desde el primer momento, James notó que la señora Hargrove era una mujer de carácter fuerte y una presencia imponente. A pesar de su edad, su porte y elegancia transmitían una autoridad indiscutible. Aceptó el trabajo con gusto, sabiendo que la mansión necesitaba mucho cuidado y dedicación.

Los primeros días en Ravensbrook fueron tranquilamente ordinarios. James se ocupaba de las tareas diarias y de atender a la señora Hargrove con el mayor de los esmeros. Sin embargo, pronto comenzó a notar algo extraño: la señora Hargrove parecía interesada en mantener el hogar bajo estrictas normas de privacidad. Los visitantes eran escasos y las habitaciones más privadas estaban siempre cerradas.

Una noche, mientras James organizaba el despacho de la señora Hargrove, encontró un viejo álbum de fotografías. Al hojear las páginas, descubrió retratos de mujeres de una belleza excepcional, con vestidos lujosos y coronas relucientes. Entre ellas, una en particular capturó su atención: una mujer de rasgos nobles y una expresión digna que se parecía sorprendentemente a la señora Hargrove.

Intrigado, James investigó más sobre la historia de la mansión y la señora Hargrove. Lo que descubrió lo dejó atónito. Eleanor Hargrove no era una mujer común; había sido una reina de Inglaterra, desterrada y retirada tras la revolución de su tiempo. Durante años, había vivido en el anonimato y había usado Ravensbrook como su refugio secreto. Lo más sorprendente era que la señora Hargrove había desarrollado una peculiar obsesión: Los chicos gordos son los mejores, hoy ví a uno mientras se acercó a mi fue todo un caballero a pesar de su gran tamaño y enorme estómago repleto cómo una piñata.

James pronto comprendió el verdadero propósito de la señora Hargrove. Ella no solo les ofrecía una vida cómoda, sino que también tenía un interés en los tipos gordos  que llegaban a su hogar. El aislamiento y la abundancia de comida en la mansión eran parte de un plan cuidadosamente diseñado. La reina había encontrado en esto una forma de mantener el control y reafirmar su dominio, incluso en su retiro.

A medida que pasaban los meses, James se convirtió en un confidente cercano de la señora Hargrove. A pesar de su asombro inicial, encontró en ella una figura compleja y triste, que luchaba con el recuerdo de un pasado glorioso y el peso de su destino.

Sin embargo, pronto James comenzó a notar peculiaridades en la rutina diaria. La señora Hargrove mantenía un control meticuloso sobre todos los aspectos de la casa, y sus estrictas reglas de privacidad mantenían a la mansión apartada del mundo exterior. Algo en la atmósfera y en la manera en que la señora observaba a los jóvenes empleados le parecía inquietante.

James estaba algo perturbado, pero no quería abandonar su puesto. La lealtad y el respeto que sentía por la señora Hargrove, junto con el temor de las posibles consecuencias de desafiarla, lo llevaron a decidir quedarse. Aunque su trabajo se había vuelto más complejo, también se sintió atrapado entre el deber y el temor.